Siglo XXI

La hiperconectividad, canto de sirena contemporáneo

Aunque pasamos más horas de las que quisiéramos frente a la pantalla, las notificaciones como elemento distractivo nos empujan a revisar continuamente el móvil para no perdernos nada del entorno digital. ¿Puede afectar esta conducta al rendimiento cognitivo?

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11
junio
2024

Ulises conocía perfectamente el peligro de las sirenas. Sin embargo, en cuanto estas empezaron a cantar, él pidió a gritos que lo desataran del mástil y le quitaran los tapones de los oídos, pues necesitaba disfrutar del canto de esas mujeres. Si no llega a ser por la desatención del resto de la tripulación, La Odisea se habría quedado sin protagonista antes de lo debido. ¿Era posible que las sirenas consiguieran distraer a un héroe incluso siendo consciente de las nefastas consecuencias? Hoy, varios siglos después de que Ulises regresara a Ítaca, sigue habiendo razones para creer que la distracción puede ser, a veces, más fuerte que la voluntad.

La integración de los móviles y otros dispositivos digitales en nuestra vida cotidiana ha generado un statu quo de hiperconectividad. Según los resultados de varios estudios, el ciudadano medio occidental pasa entre 3 y 4 horas diarias mirando exclusivamente el móvil, sin contar ordenador, televisión u otro tipo de pantalla. No es necesariamente la cantidad de horas lo que puede suscitar preocupación, sino la percepción del propio usuario sobre ese tiempo invertido: muchos reconocen que lo utilizan más de lo que les gustaría, que tienen una falta de control sobre sus patrones de uso, y la percepción de que es un tiempo –casi siempre– perdido. En definitiva, es la adicción por antonomasia más normalizada del siglo XXI.

Las notificaciones, por naturaleza, otorgan un refuerzo positivo que contribuye a la formación de hábitos indeseados

Una de las principales razones por la que cada vez se pasan más horas frente al móvil son las notificaciones, que mediante breves estímulos audiovisuales captan la atención del usuario y lo incita para que revise la última novedad de su entorno virtual. La trampa de este sistema es que la redirección de la atención conlleva una distracción de las actividades en curso. Asimismo, las notificaciones, por naturaleza, otorgan un refuerzo positivo que contribuye a la formación de hábitos indeseados, como coger y desbloquear el teléfono cada dos minutos sin motivo alguno.

A nivel cognitivo, la distracción se entiende como una estrategia de regulación emocional, un mecanismo inconsciente que intenta cambiar el foco de una situación incómoda a una menos amenazante o que en principio reduce la angustia psicológica. Por eso, es más fácil distraer a alguien cuando está llevando a cabo una tarea aburrida o complicada, y por lo que la facilitación de distracciones puede ser un problema para el razonamiento y la resolución de problemas. Aparte de las notificaciones, que quizás en tu teléfono están desactivadas, la distracción tiene otro impulso principal: el acrónimo inglés FOMO, que significa el miedo a perderse experiencias positivas con otras personas. Cuando se pasan muchas horas sin revisar las redes sociales, a algunas personas les entra una sensación agónica de estar perdiendo el tiempo a solas mientras sus contactos están haciendo planes extraordinarios. El FOMO, además, se ha exacerbado por el impacto de la pandemia y su consecuente aislamiento social.

Algo realmente curioso es que no hace falta FOMO ni notificaciones para sufrir los efectos de las distracciones digitales: un estudio de 2014 concluyó que el acto tan típico de tener el móvil al lado todo el tiempo disminuye nuestra atención y produce déficits en la realización de tareas, especialmente las que requieren una mayor demanda cognitiva. Esto sucede porque el cerebro tiene una capacidad limitada de recursos fundamentales para ayudarnos a aprender, razonar y desarrollar ideas creativas. Entonces, la presencia de un potencial distractor, sin que necesariamente se haga uso de él, puede ocupar algunos de esos recursos que socavan el rendimiento cognitivo y por ende la resolución de problemas. Además, el diseño de interfaces digitales es intencionalmente atractivo, por lo que pocas veces el teléfono se queda a nuestro lado sin ser revisado periódicamente. Los desarrolladores de grandes empresas utilizan técnicas que van más allá de los clásicos pop-ups o notificaciones push, como la gamificación y algoritmos varios, para mantener al usuario atado a sus plataformas.

Tener el móvil al lado todo el tiempo disminuye nuestra atención y produce déficits en la realización de tareas

Ahora bien, ¿tiene algo de malo ser adicto a la distracción? En el ámbito profesional, la distracción digital puede obstaculizar el rendimiento. Quien está constantemente revisando los e-mails, contestando mensajes de WhatsApp o abriendo y cerrando pestañas en internet necesitará el doble de tiempo para llevar a cabo una tarea. Aparte de ralentizar la consecución de cualquier tipo de tarea, estos hábitos también pueden alterar los patrones de sueño. Tanto por las luces y sonidos que nos pueden despertar por la noche como por la luz azul, que interfiere con la producción de melatonina y puede dificultar la conciliación del sueño. Otra de las consecuencias más destacables es el sedentarismo. Si dedicamos el tiempo libre a navegar por redes sociales, lo normal es que se pase la tarde sin darnos cuenta, y habremos pasado cuatro horas recostados en el sofá y absorbidos por la pantalla. Irónicamente, la solución podría estar en los mismos móviles. Cantidad de aplicaciones te ayudan a controlar el tiempo que se pasa frente a la pantalla, a bloquear las redes sociales en determinados momentos o a informarte sobre hábitos saludables. Algunos teléfonos incluso incorporan lo que se llama «modo zen», que bloquea el dispositivo por completo, forzando al usuario a no consultarlo bajo ningún caso.

Como sucede con la tecnología emergente, da igual si es en la época de Homero o el siglo XXI, lo fácil es reflexionar sobre ella de forma distópica. Sin embargo, los estudios sobre la asociación entre distracción y móviles son escasos, y las herramientas psicométricas necesitan mejorar para que puedan arrojar resultados sólidos. Al fin y al cabo, la atención y distracción en los entornos online no obedecen a un proceso unitario, sino que son constructos multidimensionales asociadas a un montón de factores, algunos de los cuales impulsan comportamientos patológicos y otros que permiten utilizar cualquier tecnología de forma responsable. La habituación a las notificaciones continuas ha convertido a los dispositivos digitales en nuestro canto de sirena. No obstante, solo conoceremos los efectos reales de estas distracciones cuando, como Ulises, pasemos con el barco unas cuantas veces más.

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