Opinión

Todos blanqueamos a Bildu

Al no enfrentarlos a sus contradicciones, al permitir que escabullan su verdad, todos hemos blanqueado a Bildu. De nuevo, eso no quiere decir que no se puedan pactar asuntos concretos –que no alteren la espina dorsal del sistema democrático– con ellos. O con Vox. Pero una cosa es dar la mano y otra no decir la verdad.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
09
mayo
2024

La pregunta del tercio de millón de votos: ¿cómo es posible que un partido que niega el terrorismo de ETA, a la que considera una «banda armada», casi ganara la elecciones vascas? Para los observadores de la derecha española, está clarísimo: Bildu ha sido blanqueado tanto por la izquierda nacional, PSOE y Sumar/Podemos, como por el centro-derecha regional del PNV. Es decir, por todos, menos por ellos, PP y Vox, que se han mantenido puros. Y, para los analistas de izquierdas, el diagnóstico es también cristalino: el ascenso de Bildu responde al irrefrenable cambio generacional, a que los jóvenes se han olvidado de ETA, cuyos tiros son ecos de un pasado lejano. Ambos juicios son precipitados y expulsan la necesaria discusión ética que todos hemos de hacer en relación a Bildu y la herencia del terrorismo.

Por un lado, al contrario de lo que se dice desde los ruidosos altavoces de la derecha, sobre todo dentro del perímetro de la M30, PSOE, Sumar, y el resto de formaciones españolas de izquierdas, amén del PNV, y algunos dirían que también un poco el PP vasco (en las juntas generales de Alaba, por ejemplo) pactan con Bildu no para traer las pistolas a las instituciones, sino para alejarlas. En sí, no es inmoral llegar a acuerdos con Bildu. Si te sientas con ellos a discutir unas partidas de gasto presupuestario, no eres tú quien se contamina de su pasado violento, sino ellos quienes son absorbidos por el presente democrático. Además de esta consideración ética, existe otro problema tanto en las críticas del PP a los pactos PSOE-Bildu como las del PSOE a los acuerdos PP-VOX: la hipocresía de que tú no puedes pactar con tus radicales, pero yo sí con los míos.

Creo que es apropiado transaccionar con un partido de dudosas credenciales democráticas, excepto en, precisamente, cuestiones de credenciales democráticas. Es el problema de las Leyes de Concordia pactadas por PP y Vox y que ha desatado las críticas de los relatores especiales de la ONU. Estas normativas regionales que PP y Vox han estado impulsando evitan la condena del Franquismo, alientan teorías negacionistas sobre la violencia durante la dictadura y suprimen entidades, proyectos y actividades de memoria histórica sobre violaciones de derechos humanos. Obstaculizar e invisibilizar el dolor causado por el régimen franquista es una cesión inaceptable a la extrema derecha.

¿Por qué no preguntamos y repreguntamos más a los líderes de Bildu-Sortu sobre sus opiniones y actitudes al respecto de ETA?

Pero también ha habido un error importante del PSOE al pactar elementos de la Ley de Memoria Democrática con Bildu. De facto, el PSOE compró parte del relato justificador de la banda terrorista, sobre la actuación antidemocrática de las fuerzas del Estado en los primeros años 80. Si España, como argumentan los abertzales, no se puede considerar una democracia hasta 1983, los crímenes de ETA en los años precedentes, que fueron los más violentos del grupo terrorista, quedarían dentro de un contexto autoritario-represor donde serían entendibles. Otro fallo de los socialistas podría haber sido la concesión de la alcaldía de Pamplona Bildu, juzgando simplemente por el cambio de opinión de muchos destacados socialistas, como el ministro Óscar Puente quien, tras decir que no veía «ningún problema» con que un «partido progresista democrático» se hiciera con la alcaldía, durante la campaña de las elecciones vascas se mostró «decepcionado» con Bildu por no calificar a ETA como terrorista.

Por otro lado, al contrario de lo que se dice desde la izquierda, no son los jóvenes quienes han olvidado ETA, sino que somos nosotros quienes no se lo hemos recordado. Nadie puede esperar que la memoria del terrorismo etarra se dilucide en una campaña electoral o que sea el eje central de la misma. Si hemos pasado página del terror, aprovechemos para hablar de las políticas públicas que preocupan a los vascos en su quehacer cotidiano. Pero llama la atención el silencio autoimpuesto por muchos periodistas, analistas y otros participantes en el debate público en relación al tema. La famosa pregunta de Aimar Bretos en la Cadena SER al candidato de Bildu, Pello Otxandiano, sobre si este consideraba que ETA era una banda terrorista, es la excepción que confirma la regla. Pero, en general, hay poco cuestionamiento, dentro y, sobre todo, fuera de la campaña electoral. ¿Por qué no preguntamos y repreguntamos más a los líderes de Bildu-Sortu sobre sus opiniones y actitudes al respecto? Cuando Otxandiano dice que la violencia terrorista debería haber terminado antes, ¿por qué no le preguntamos cuándo? ¿Qué asesinato ya no debió producirse? ¿Cuáles fueron, por el contrario, necesarios, útiles o, incluso deseables? ¿Qué guardia civil, general, político o activista no tendría que haber sido asesinado y cuál sí?

Al no enfrentarlos a sus contradicciones, al permitir que escabullan su verdad, todos hemos blanqueado a Bildu. De nuevo, eso no quiere decir que no se puedan pactar asuntos concretos –que no alteren la espina dorsal del sistema democrático– con ellos. O con Vox. Pero una cosa es dar la mano y otra no decir la verdad.

 

ARTÍCULOS RELACIONADOS

España, 1987

Pepa Bueno

El 11 de diciembre de 1987, José Mari y Víctor perdieron a su familia en el atentado de la casa cuartel de Zaragoza.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME