Sociedad

Sofía Casanova: en primera persona desde la I Guerra Mundial

La periodista, ahora caída en el olvido debido, entre otras cosas, a su apoyo al bando franquista, contaba a los españoles qué ocurría en el frente oriental y la Revolución rusa desde lugares inaccesibles a otros reporteros.

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02
Jun
2023

Nevaba en San Petersburgo. Era «una nevada densa y callada» y dos mujeres recorrían las calles para llegar al Instituto Smolny. Estamos en diciembre de 1917, la ciudad se llama Petrogrado y Rusia ha dejado de ser un imperio tras la revolución. Los bolcheviques ya han llegado al poder y esa es la razón por la que las dos mujeres se aventuran a caminar bajo la nieve. 

Una, Josefa López Calvo, empleada doméstica, es un testigo mudo de la historia, de todo aquello que ocurrió. La otra, Sofía Casanova, era la corresponsal en el frente oriental de ABC y logró con esta aventura decembrina entrevistar a Trosky antes incluso de que lo hiciese el famoso periodista norteamericano John Reed. «Me preguntan a dónde voy; respondo que voy a ver al comisario Trosky», escribe. 

La vida de Sofía Casanova fue una de esas que se resumen con la frase ya tan manida de «es digna de una película». Casanova nació en A Coruña en 1861, en una familia de clase media –como explica su biógrafa, Rosario Martínez, en su obra Sofía Casanova, se solía apuntar que venía de la nobleza, pero eso no es cierto–. Su abuela paterna era, de hecho, dulcera. El padre de Casanova desapareció después de anunciar que se marchaba a hacer las Américas, como tantos otros gallegos del siglo XIX, y la madre fue la que se encargó de mantener a Sofía y a sus hermanos y darles una educación. Lo hizo exportando huevos a Londres gracias al tráfico marítimo entre la capital británica y el puerto coruñés y alentando mientras tanto los talentos de su hija. Pronto, Sofía Casanova empezaría a publicar poesía. 

Cuando era una adolescente, la familia se marchó a Madrid, buscando nuevas oportunidades. Allí publicó un libro, haría bastante networking (su talento como poeta le abrió puertas) y conocería a su marido, el intelectual polaco Wicenty Lutoslawski. Fue un matrimonio no muy feliz –no ayudó la difícil personalidad de él, pero tampoco sus curiosas razones para casarse: creía que el liberador de Polonia tendría una madre extranjera, pero los Lutoslawski nunca llegaron a tener ese hijo varón casi mesías– pero situó a Casanova en una geografía que resultaría providencial para su carrera como periodista. 

Casanova empezó a contar qué estaba ocurriendo para ‘ABC’ con acceso a una información que pocos corresponsales tenían

Tras casarse, el matrimonio se fue a vivir a Polonia, la parte que entonces formaba parte del Imperio ruso y de donde era originario su marido. Sofía Casanova siguió escribiendo poemas –y también novelas– desde ese nuevo hogar. Cuando estalló la I Guerra Mundial, Casanova estaba en el epicentro de los acontecimientos, una testigo de primera mano de lo que estaba ocurriendo en el frente oriental. 

Casanova cambió la ficción por la realidad y empezó a contar qué estaba ocurriendo para ABC. Lo hacía, además, con acceso a información que pocos corresponsales tenían: era enfermera de la Cruz Roja y estaba en el lugar de la batalla. Además de periodista, ella era una de tantas personas refugiadas que generaban los movimientos de fronteras causados por el frente de guerra. «Era para la prensa un auténtico filón, una fuente de información viva, palpitante», asegura Martínez. Casanova contaba igualmente con unos conocimientos sobre la región –en la que llevaba viviendo décadas– que ningún otro corresponsal español podía igualar. Como señala su biógrafa, sus textos la hicieron muy popular entre los lectores de ABC. 

Como la periodista era también una refugiada de guerra polaca, acabó teniendo que adentrarse en la propia Rusia. La guerra la llevó a vivir en Moscú y en San Petersburgo, una casualidad que resultaría providencial para su carrera. Cuando estalló la Revolución rusa, Sofía Casanova estaba allí y lo estaba viendo con sus propios ojos. Por eso, en diciembre de 1917, se estaba aventurando en medio de la tormenta invernal para hablar con uno de los líderes revolucionarios. En medio de los fragores revolucionarios, la corresponsal necesitaba saber qué pasaba para contárselo a sus lectores. 

Poco a poco se fue convirtiendo en una de las voces del periodismo conservador, algo que se evidenciará de forma clara cuando termine apoyando al bando franquista

Cuando, tras el final de la guerra, Sofía Casanova viaja a España, lo hace con la fama que ha generado su trayectoria durante la contienda. Da conferencias, recibe homenajes y, sobre todo, se convierte de forma indiscutible en una periodista profesional y en una experta sobre lo que ocurre en una zona de Europa que se acaba de convertir en un punto caliente. Durante los años 20, irá y vendrá de Polonia a España y seguirá siendo una activa conferenciante y autora. Sofía Casanova –que, a nivel personal, había sufrido la represión en su familia durante la Revolución rusa– se fue convirtiendo en una de las voces del periodismo conservador, algo que se evidenciará de forma clara cuando durante la Guerra Civil apoye al bando franquista. 

Casanova vivió la II Guerra Mundial en Polonia –también escribió entonces alguna crónica desde Varsovia– y quedó atrapada en el país tras el inicio de la Guerra Fría. Cuando murió en 1958, casi centenaria, Sofía Casanova era un recuerdo brumoso de otra época. El paso del tiempo y que viviese al otro lado del telón de acero la perjudicó (aunque incluso tampoco era una conservadora perfecta para su época). También lo hizo, con el paso de las décadas, que, como lamentaba ya en 2001 su biógrafa, que al adentrarse en su figura se recordasen «solo sus errores y su adhesión» al régimen franquista. Con eso se fue perdiendo de vista, mientras se recordaba el trabajo de otros corresponsales de guerra pioneros de esos años, que Sofía Casanova no solo estaba allí, sino que además escribía desde un terreno que para esos colegas resultaba imposible pisar. 

Y las crónicas de esta periodista no fueron una colaboración especial: ella era una corresponsal contratada como tal. Una antología, De guerra, revolución y otros artículos, recoge ahora una selección de las crónicas de guerra que escribió, pero también de sus textos desde la Europa de entreguerras. Se suma a las investigaciones –y una novela y un documental– que intentan visibilizar más a esta periodista. 

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