Cuando el agua se convierte en una ‘commodity’
No es una preocupación nueva, pero el acceso al agua se ha convertido en uno de los temas candentes del siglo XXI. Y mientras se necesita cada vez más agua y se teme por su escasez, a su gestión se ha añadido ahora un nuevo factor. El agua ha entrado en bolsa: la aparición del primer mercado de futuros hídricos abre la puerta a la especulación –dicen sus críticos– o a una mayor transparencia de precios –prometen sus defensores–. Sea como sea, el agua es ya un activo.
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En diciembre de 2020 se puso en marcha el primer mercado de futuros sobre el agua dulce. Se llama Veles California Water Index, está impulsado por el índice tecnológico Nasdaq y la Bolsa Mercantil de Chicago y cuenta con defensores y detractores a partes iguales. El debate está servido: ¿es ético comerciar con este bien de primera necesidad, reconocido por Naciones Unidas como un derecho humano?
Las voces críticas alegan que no es ni moral ni ético especular y hacer negocio con esta materia prima tan básica y necesaria, que debe considerarse un bien público y gestionarse de forma que garantice los derechos humanos al agua y al saneamiento, así como la sostenibilidad de los ecosistemas de agua dulce. Según el informe Riesgos e impactos de la mercantilización y financierización del agua sobre los derechos humanos al agua potable y al saneamiento, elaborado en 2021, su mercantilización prioriza los intereses comerciales y conduce a una progresiva apropiación privada que pone en peligro su función y su valor como recurso que sustenta la vida, los derechos humanos y el interés público. Por eso, Pedro Arrojo, su autor y relator especial sobre los derechos humanos al agua potable y al saneamiento de Naciones Unidas, insta «a los Estados a tomar medidas legales urgentes para evitar que el agua, como bien público, sea gestionada en los mercados de futuros como un activo financiero bajo la lógica especulativa». Espera así evitar «los riesgos de volatilidad de precios y burbujas especulativas que amenazan tanto los derechos humanos al agua potable y al saneamiento de quienes viven en condiciones de pobreza y vulnerabilidad, como la sostenibilidad de los ecosistemas acuáticos y las economías más vulnerables».
Arrojo: «Hay que instar a los Estados a tomar medidas urgentes para evitar que el agua sea gestionada como un activo financiero bajo la lógica especulativa»
Pero antes de tratar un tema tan sensible más en profundidad, cabe aclarar un par de apuntes. En primer lugar, en este Veles California Water Index no se están transando metros cúbicos de este líquido. «En realidad, no se compra o vende el agua. Se comercializa el precio de los derechos de uso [y abastecimiento] en ciertas zonas de California», explica Sara Carbonell, directora general de MCM Markets España. Es decir, lo que cotiza son los contratos de tales derechos a través de un derivado financiero —que se llama mercado de futuros—, donde se pacta —en el presente— el precio, la cantidad y la fecha de vencimiento del agua en el futuro.
En segundo lugar, los retos del agua son mucho más complejos y van más allá de este parqué, como señala Gonzalo Delacámara, profesor de Economía del Agua, director del Water and Climate Center en Estados Unidos y uno de los mayores entendidos a nivel mundial en la materia. «Los desafíos en la gestión del agua son de tal calibre que no nos los podemos ni imaginar», resume. Por eso, opina, conviene mirar este asunto bursátil «con una mente más analítica y menos juicios de valor».
De hecho, uno de los grandes retos del agua no es tanto su cotización bursátil como su seguridad. Según el último Informe mundial de Naciones Unidas sobre el desarrollo de los recursos hídricos, publicado en 2020, en el mundo hay actualmente 2.200 millones de personas que carecen de acceso al agua potable y otros 4.200 millones que no disponen de sistemas de saneamiento seguros. La escasez de recursos hídricos en multitud de regiones a lo largo y ancho del planeta es alarmante, señala el documento, por lo que la inversión en seguridad hídrica debería aumentar de forma significativa si se quieren evitar catástrofes mayores. A esto se suma la preocupación de la agencia para la Alimentación y la Agricultura de la ONU (FAO) por la situación de los 510 millones de granjas de menos de 2 hectáreas que producen el 36% de los alimentos —por valor— que consume el mundo y que necesitan, entre otras cosas, una gran inversión en sistemas de riego. La situación es compleja y alarmante.
El índice del agua
La cotización de los futuros del agua es una pieza más del puzzle. Como señala Delacámara, «a nivel internacional y desde un punto de vista jurídico, el agua es un bien demanial». Es decir, pertenece al dominio público. «Lo que significa que es el sector público quien tiene el derecho y la obligación de tutela legal de ese recurso y de garantía de su conservación, correcta distribución, etc.», explica. Pero para poder tratarla y distribuirla de forma que todo el mundo tenga agua «se establecen los derechos privativos de uso y aprovechamiento». En resumidas cuentas, para poder acceder a algo que es de todos se deja en manos de unos pocos su gestión. Es desde ese último punto desde el que se ha derivado el controvertido Water Index.
Carbonell (MCM Markets España): «Dadas las previsiones de escasez a nivel mundial, cada vez será más necesario profesionalizar el uso del agua»
Por ahora, su existencia está limitada geográficamente: solo existe un índice con estas características en California. Esta es una región que vive con una escasez crónica de agua dulce, que se tiene que enfrentar a frecuentes sequías y que ha de lidiar con las inclemencias medioambientales de los incendios en verano. Son, eso sí, aspectos que, cada vez con más frecuencia, se extienden a otras partes del mundo. «Dadas las previsiones sobre escasez del agua a nivel mundial, cada vez será más necesario profesionalizar e invertir en infraestructuras para optimizar el uso del agua, así como los sistemas de riego», apunta Carbonell. «El Veles California Water Index, creado con anterioridad al futuro, mide el precio de los derechos del agua en esas zonas», explica la directiva. Esto le permite generar un índice de precios a partir de transacciones de futuros.
En realidad, la idea no es exactamente nueva. Ya ocurría en el pasado –y sigue ocurriendo– con las cosechas de maíz, soja y trigo (algo que está en los orígenes de la creación a finales del siglo XIX de la Bolsa de Chicago, el primer mercado de futuros oficial). «El mercado variará en función de factores difíciles de predecir, como el clima», motivo por el cual «el índice actuará de referencia para el sector, cotizando el precio de los derechos», continúa Carbonell. Así, «un mercado eficiente debería aportar transparencia de precios».
Ese es precisamente –en teoría– el objetivo de crear un índice bursátil como este: establecer un precio del agua que esté supervisado, arrojando una mayor transparencia para quienes participan de él. Al mismo tiempo, alegan sus defensores, si se ejecuta bien, puede ser un incentivo para una gestión más eficiente del recurso y convertirse en una herramienta de conservación, además de alzarse como un mecanismo de protección para los agricultores en épocas de sequías en las que sus cosechas se ven amenazadas y sus beneficios afectados. «Los mercados financieros, que suelen tener buen olfato para identificar tendencias, por fin se han enterado de que estamos en un contexto de alta inseguridad hídrica y de emergencia climática», añade Delacámara.
Los peligros de la especulación
Quienes se oponen a este Water Index, en cambio, opinan que las medidas para hacer frente a los acuciantes problemas medioambientales que amenazan el uso y consumo de agua potable deben basarse en estrategias de adaptación al cambio climático –como planificaciones hidrológicas y territoriales, la recuperación y conservación de los ecosistemas acuáticos o el desarrollo de tecnologías para producir agua de calidad– y no en promover libres mercados o estrategias especulativas.
Consideran, como señala Arrojo, el relator de Naciones Unidas, que la lógica de mercado «lejos de descubrir los precios futuros en escenarios de incertidumbre y contribuir a estabilizar esos precios tomando en cuenta esas incertidumbres y riesgos, lo que hace es suscitar espacios de negocio de corto plazo, jugando con expectativas que pueden ser manipuladas desde operaciones especulativas por parte de los grandes inversores institucionales». Tales operaciones, continúa, «nada tienen que ver con expectativas realistas de disponibilidad y demanda del producto en cuestión, sino con [aquellas] que los especuladores puedan inducir desde poderosos movimientos de capital que acaba generando burbujas y disparando la volatilidad de los precios».
El mayor obstáculo radica en la propia regulación de los mercados financieros, que por defecto «no permiten alinear intereses individuales con objetivos colectivos de conservación del dominio público y donde nos podemos encontrar con excesos y problemas», señala Delacámara, recordando la quiebra de Lehman Brothers en 2008 que abocó al mundo a una de las mayores crisis financieras. Y es que al final, añade Arrojo, estas estrategias especulativas «provocan subidas de precios de las materias primas, burbujas especulativas y una volatilidad que atenta contra los derechos humanos de los más empobrecidos, disparan la insostenibilidad ambiental, quiebran tejidos socioeconómicos vulnerables y perturban el desarrollo productivo atentando contra el interés público».
El debate es candente, pero, en medio de todas estas posturas, una cuestión queda clara: «El agua como activo es una realidad», concluye Carbonell.
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