Medio Ambiente

El valor del agua del grifo

Aunque el 98,5% del agua corriente ya cumple con las normas de potabilidad establecidas por la Unión Europea, todavía bebemos una media de 118 litros de agua embotellada al año. ¿Qué es lo que impide un mayor consumo de esta agua más barata y sostenible?

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21
mayo
2021

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«Valorar el agua» («Valuing Water») ha sido el lema del Día Mundial del Agua que se celebró el 22 de marzo de 2020. Este año, el recordatorio anual de las Naciones Unidas sobre la crisis mundial del agua –puesto en marcha en 1993– se centró en el valor medioambiental, social y cultural del agua para las personas. La nueva Directiva sobre el agua potable adoptada por el Parlamento Europeo el pasado mes de diciembre parece estar en perfecta sintonía: por un lado, propone garantizar el acceso al agua potable del grifo y a los sistemas sanitarios en todas las regiones europeas. Por otro, aumenta el número de posibles contaminantes a monitorizar y rebaja los límites existentes. La Directiva será vinculante para todos los proveedores de agua corriente. Es difícil imaginarse una política más directa para revalorizar el agua del grifo.

Puede que valorar el agua empiece por recordar que el líquido constituye más de la mitad de nuestro peso corporal; al igual que el aire que inhalamos, el agua es esencial para nuestro bienestar. Cada vez somos más conscientes de que beber suficiente agua a diario nos ayuda a mantener los niveles de energía y las funciones cerebrales. A medida que transcienden los beneficios de una reserva de agua personal saludable, el mercado de las bebidas no alcohólicas está experimentando varios cambios: por un lado, los consumidores ya llevan un tiempo sustituyendo bebidas azucaradas por variantes más saludables. Por otro, queda patente que los métodos actuales de embotellamiento y distribución de bebidas son esencialmente insostenibles.

«Los viejos hábitos y las falsas percepciones siguen empujando al consumidor hacia el agua embotellada ‘limpia’»

Un estudio de 2016 de la Agencia Europea de Medio Ambiente muestra que el 98,5 % del agua del grifo ya cumple con las normas de agua potable establecidas por la UE. No se puede decir lo mismo de todas las marcas de agua embotellada. Aun así, Statista señala que los ciudadanos europeos consumen una media de 118 litros de agua embotellada al año. Si es cierto que las botellas y los envases más ligeros han contribuido a reducir las emisiones de CO2 relacionadas con el transporte (la Federación Europea de Aguas Embotelladas señala una reducción de peso de alrededor del 37% por cada botella de PET de 1,5 l. en los últimos 20 años), el agua embotellada sigue necesitando transporte y una reducción de peso de alrededor de 25 g por cada 1,5 kg de agua transportada no deja de ser marginal. Un ejemplo: la Deutsche Verbraucherzentrale (el equivalente alemán al Centro Europeo del Consumidor en España) señala que el suministro de agua embotellada sólo para la ciudad de Berlín originó unas 105.000 toneladas de emisiones de CO2 en 2019. El organismo añade que el impacto de CO2 si se hubiera tratado de agua del grifo habría sido 600 veces menor (175 toneladas). Lamentablemente, se podrían aplicar cifras similares a muchas otras ciudades europeas.

En un artículo publicado en 2020 en Wire’s Water, Harold Horn, del Instituto Tecnológico de Karlsruhe, afirma con razón que «el agua del grifo es de muy alta calidad y se suministra las 24 horas del día y los siete días de la semana directamente en su punto de uso». Se podría añadir que también es infinitamente más barata que el agua embotellada. Entonces, ¿qué es lo que impide que la gente beba más agua del grifo?

«A pesar de que hoy todas las botellas PET son reciclables, algunos Estados miembro apenas gestionan el 20%»

Dependiendo del lugar donde se viva, el agua del grifo puede gustar más o menos: en los entornos montañosos tiende a ser insípida y pura mientras que algunas regiones costeras cuentan con un agua del grifo rica en cloro, bastante menos apetecible. Ambas versiones son seguras; si filtros y otros medios podrían ayudar a superar los obstáculos, no son particularmente populares. Mientras tanto, los viejos hábitos y las falsas percepciones siguen empujando al consumidor hacia el agua embotellada ‘limpia’, incluso cuando no es necesario: las pruebas a ciegas en las regiones donde el cloro es menos dominante muestran que hasta los expertos tienen dificultades para detectar la diferencia entre el agua del grifo y el agua embotellada.

Lo cierto es que el sabor puede ser un obstáculo (percibido) para consumir más agua del grifo, pero las cuestiones medioambientales son acuciantes: a pesar de que hoy todas las botellas PET son reciclables, el porcentaje de envases de plástico que realmente se recogen y reutilizan (r-PET) varía mucho entre los Estados miembros europeos: los campeones del reciclaje recogen hasta el 90%, otros apenas reciclan el 20%. Teniendo en cuenta las islas de plástico en los océanos, ¿qué tal si minimizáramos el uso de agua embotellada siempre y cuando fuera posible? El agua del grifo produce menos emisiones de CO2 y no necesita reciclaje.

Como empresa joven y de crecimiento rápido enfocamos el negocio del agua desde un ángulo creativo. Estamos desarrollando activamente soluciones sostenibles para ayudar a proporcionar agua potable segura. Creemos que un uso mucho más amplio del agua del grifo es muy beneficioso para el medio ambiente y la nueva Directiva europea sobre el agua potable aborda claramente las cuestiones relacionadas: un acceso fácil al agua y unos estándares elevados de la misma generan confianza en el agua del grifo que, por otra parte, es sostenible. No cabe duda de que su valor está en auge.


Martin Murray es CEO de Waterdrop.

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