«El cerebro no busca recordar, sino entender»
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COLABORA2022
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Con su cadencia porteña, el neurocientífico Rodrigo Quian Quiroga nos habla de memoria, neuronas y percepción visual con una ligereza poco habitual. Para explicar los recovecos del cerebro, Quiroga se apoya, de hecho, en figuras poco habituales en su campo: es el caso de Borges, Rembrandt o Aristóteles. El científico también es director del Centro de Neurociencias de Sistemas y jefe de Bioingeniería en la Universidad de Leicester, Inglaterra. También estudió Física en la Universidad de Buenos Aires y obtuvo un doctorado en Matemática Aplicada en la Universidad de Lübeck, en Alemania, pero será recordado por un hallazgo de nombre peculiar: la «neurona Jennifer Aniston», que actúa como puente entre la percepción y la formación de memorias.
Bertrand Russell escribió que «una generación que no soporta el aburrimiento será una generación de escaso valor». ¿Por qué tiene tan mala prensa el aburrimiento y por qué tenemos que estar a pleno rendimiento (o parecer estarlo)?
No es divertido estar aburrido y no es agradable no tener nada que hacer, pero sin esos momentos no se producen los grandes cambios en nuestra vida, así como tampoco surgen las grandes ideas. La creatividad más arriesgada o las decisiones más importantes que tomamos surgen muchas veces al mirar las nubes o el paisaje; es decir, al dejar que el flujo de pensamiento lleve inconscientemente a cosas que son importantes pero que nunca nos plantearíamos conscientemente. Está bien entregarse a esa especie de deriva, ver qué pasa… Lo que es una picardía es acatar siempre una rutina que no deje espacio a esos momentos de «no pensar en nada».
¿Cómo reconocer lo esencial? El filósofo Malebranche pensó mucho sobre la atención, a la que consideraba una cualidad del alma. Sin embargo, nos distraen tantos estímulos que no es fácil reconocer –y uso el refranero– el grano de la paja.
Eso que planteas es lo más difícil de todo: no sabemos ni podemos explicar cómo distinguimos lo esencial. Sencillamente, es algo que aún no le hemos podido enseñar a un ordenador. Entre otras cosas, porque es algo subjetivo: en esta charla, tú destacarás ideas o asuntos que para ti son esenciales y que, en cambio, pueden resultar menores para otra periodista. No hay una regla: en un contenido de información no hay una manera única de rescatar lo esencial. Recuerdo un jefe que tuve en Alemania, hace muchos años, que me regaló un ejemplo maravilloso: si estás escuchando música clásica en tu casa y suena la alarma de un auto, la música es esencial y la alarma es la distracción, pero si la alarma es la de tu auto, la alarma es lo esencial y la música, la distracción.
«Aún no tenemos manera de saber o explicar cómo distinguimos lo esencial»
Hay quien asegura que delegamos demasiado a la tecnología, sobre todo en cuestiones de memoria. «No guardes nunca en la cabeza aquello que te quepa en un bolsillo», decía Albert Einstein. ¿Qué cosas o qué datos son importantes retener? Es decir, ¿saber quién fue Borges es más necesario que conocer la capital de Kenia?
La tecnología es un arma de doble filo. En mi último libro se plantea la misma pregunta que se hacían los griegos con la escritura: ellos pensaron en la posibilidad de que, al escribir las cosas, la memoria comenzase a fallar. Ten en cuenta que ellos, por ejemplo, en el Senado hablaban de memoria. Hay una leyenda al respecto que recoge Platón en Fedro: cuando el dios Teut, inventor de la escritura, le presenta su creación al rey Tamus, este desconfía de la escritura precisamente porque, a su juicio, cree que socavará la memoria. Ahora sabemos que no es así. La tecnología depende del uso que hagamos de ella, y es útil. Yo no quiero estar todo el día buscando datos en internet, sino que entro para buscar determinada información, pero después tengo que procesarla yo mismo, sin ayuda de tecnología alguna. Hay cosas que sí podemos delegar en la tecnología y merece la pena hacerlo. Por ejemplo, yo no quiero tener en mi cabeza todas las reuniones de hoy: eso lo delego a mi iPad, que me avisará de ellas en el momento adecuado.
¿Qué características tiene una persona inteligente?
Define inteligencia…
Por ejemplo, la capacidad de hilar conceptos, de enhebrar ideas, imágenes…
La verdad es que no sé lo que es la inteligencia, pero puede que todo vaya por donde dices. Lo que sí sé, y esto implica una crítica profunda al sistema educativo, es que tendemos a confundir inteligencia con capacidad de memoria, y la memoria no nos hace inteligentes (si bien si no tengo conocimiento, sin capacidad de memoria, no tengo las bases para ser creativo). Lo que dijiste de Russell, por ejemplo, me puede hacer recordar algo sobre Van Gogh, y de esa asociación podemos construir algo hermoso, pero si yo no tengo memoria no puedo hacer asociaciones y construir como se construye con ladrillitos de Lego. No todo es memoria, de acuerdo, pero la necesitamos. Esa es la parte de la inteligencia que más me interesa, la de hacer asociaciones que tengan sentido entre hechos dispares. El ejemplo es Newton, que relacionó el hecho de que la Luna no se cayese y que la manzana sí, llegando a la conclusión de que respondían al mismo principio, el de la gravedad. Para mí eso es un símbolo de inteligencia y de genialidad.
Actualmente la información nos viene dada en compartimentos estancos, como si nada tuviera que ver con nada: la crisis de refugiados con el ascenso de los populismos, y estos con una situación socioeconómica, y esta con la salud mental de una sociedad. Sabemos que la realidad es un rizoma en el que todo repercute en todo, pero hacemos como si no…
Eso pasa mucho en ciencia, a veces se trata de un simple mecanismo de defensa porque no lo puedes abarcar todo, pero tienes razón. ¿Por qué los neurocientíficos no leen la respuesta que dio Aristóteles a propósito de qué era para él la memoria? Es un tipo brillante, hay que conocer qué pensaba al respecto. Borges me hizo entender lo que yo mismo había descubierto en uno de sus cuentos. Otro ejemplo claro: en lo que respecta a percepción visual, nadie supo tanto como Rembrandt. No podemos ignorar lo que saben los pintores sobre percepción visual, es una estupidez. Al menos a mí me gusta salirme de mi casilla y buscar conocimiento por otros lados, y cuanto más ortogonales, mejor.
«Tendemos a confundir inteligencia con capacidad de memoria, y esta no nos hace inteligentes, si bien sin ella no tengo las bases para ser creativo»
Pienso en su hallazgo, la «neurona Jennifer Aniston». ¿De qué sirve tener una neurona superespecializada, que es lo que viene a demostrar su gran aportación?
Demuestra que estas neuronas están en un área de la memoria. Esto nos ayuda a entender que la clave para la formación de la memoria son las representaciones de conceptos, lo que tiene sentido considerando el hecho de que tendemos a recordar conceptos y asociaciones sobre conceptos y a olvidar detalles. Que las neuronas en nuestro cerebro codifiquen conceptos es esencial, porque esa es la manera en que recordamos cosas: tendemos a acordarnos de las ideas generales de lo que ocurrió en alguna situación, siendo el resto una construcción. Usamos el sentido común para rellenar información, pero no recordamos los detalles y, de hecho, no los queremos recordar: nos llevaría demasiados recursos; preferimos usar el cerebro para reconstruir situaciones. El cerebro no busca tanto recordar como entender: tú no te quieres acordar de esta conversación, sino entender lo que hemos hablado. Este proceso involucra –literalmente– no recordar.
La imaginación, la abstracción o la memoria, ¿Qué nos define como especie?
La abstracción es muy humana y anti-intuitiva, ya que implica dejar de lado detalles. A veces la inteligencia es no recordar cosas. De nuevo surge Borges y su cuento Funes, el memorioso, que nos habla de un tipo que, al recordar cada detalle de lo vivido, no puede pensar: no tiene espacio para ello, está abarrotado de detalles. La capacidad de abstraer, de extraer información importante y dejar de lado al resto está ligada a nuestra inteligencia, y por eso encontré esas neuronas de las que hablamos. Recordamos en término de abstracciones, y esta se halla ligada a la creatividad y a la imaginación, como vemos en el ejemplo de Newton. Si él se hubiera fijado en el color de la luna, en la fase en la que estaba o en si la manzana era roja o verde, posiblemente no hubiera descubierto nada.
¿Cuánto de azar tiene la ciencia?
Muchísimo. Suelo decir una frase medio tonta: «En la ciencia hay que tener suerte, pero a la suerte hay que ayudarla, porque con suerte no te alcanza». Por ejemplo, uno de los descubrimientos más importantes que se hicieron en neurociencia fueron los principios de la percepción visual, realizados por dos científicos, David Hubel y Torsten Wiesel, que descubrieron que las neuronas visuales del cerebro detectan sobre todo el movimiento, la orientación y el contraste, no una «imagen». Les valió el Nobel, pero el hallazgo fue fortuito: descubrieron un comportamiento anómalo de unas células y se quedaron toda la noche investigando. Cualquier otro habría visto una neurona moviéndose de un modo extraño y se habría ido a la cama. Ellos tuvieron suerte, cierto, pero el esfuerzo también fue enorme.
«La teoría más predominante sobre el sueño es que es un resultado sin función alguna de activaciones al azar de recuerdos»
Leí en algún lugar que una de sus películas favoritas es Hasta el fin del mundo, donde los sueños tienen un gran peso. ¿Qué son para usted los sueños: una válvula de despresurización, otra manera de hablar del lenguaje o el territorio donde nuestro otro yo, el inconsciente, se manifiesta?
Hay mucho escrito sobre ellos, pero lo cierto es que se sabe muy poco. Sabemos del hecho de dormir, de la neurofisiología del sueño, de lo que el dormir hace en tanto consolidación de la memoria y su efecto sobre el aprendizaje, pero no se sabe qué función tiene el sueño. Antiguamente se consideraba el sueño un presagio, mientras que Freud sostenía que es un lugar donde ser nosotros mismos sin cohibición alguna. La teoría más predominante ahora, aunque incierta, es que el sueño es como la espuma de mar, un epifenómeno, un resultado –sin función alguna– de activaciones al azar de recuerdos que no tienen ligamento. Para mí cumple la función de permitirnos hacer las asociaciones más dispares. Intensifica la creatividad. Cuando quieres hacer asociaciones despierto, como esas de las que hablábamos antes, estás constreñido por la realidad, no tiendes a hacer asociaciones alocadas; en cambio, en el sueño sí. En él estás desprovisto de los sentidos y de la coherencia que te exige lo racional. Sacarte de encima estos corsés te permite explorar asociaciones insólitas, por eso no es raro que mucha gente haya soñado descubrimientos como la máquina de coser: Elias Howe, su inventor, llevaba tiempo intentando resolver el problema de cómo sujetar el hilo en la aguja de la máquina hasta que soñó que era atacado por un grupo de nativos con lanzas en cuyas puntas se localizaba un agujero. La canción Yesterday, de The Beatles, también es fruto de un sueño. Lo mismo ocurre con la molécula de benceno, un anillo cerrado de seis átomos de carbono unidos por enlaces químicos que resuenan entre uniones simples y dobles: su descubridor, Friedrich Kekulé, soñó con una serpiente que se muerde la cola.
En estos años de estudio y análisis del cerebro, ¿qué es aquello que sigue fascinándolo?
Lo más sorprendente que aprendí sobre su funcionamiento es que todo es una construcción. La visión, la idea de estar viéndote, la memoria… todo. Tendré memoria para saber que he hablado contigo y recordaré alguna anécdota de esta conversación, pero si dentro de un tiempo nos encontramos y hablamos de esta entrevista, rellenaré muchos detalles utilizando el sentido común. Todo es una construcción: la conciencia, el sentido del yo, el libre albedrío… el cerebro no funciona evocando información guardada en tus neuronas, sino que construye o reconstruye cosas en función de muy poca información.
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