Cultura

¿Romantiza ‘Euphoria’ las drogas?

Adicciones, relaciones abusivas y traumas sin resolver se entremezclan en esta exitosa serie que ha puesto sobre la mesa el debate respecto a la diferencia entre las drogas ilegales y los medicamentos recetados en contextos hospitalarios.

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23
febrero
2022

La popularidad de las series sobre adolescentes no es casual. Todos disfrutamos rememorando nuestra juventud a través de la pequeña pantalla y, aunque nuestros dramas juveniles parezcan nimios en comparación con los de los protagonistas de las series, hay un trasfondo compartido: los desengaños amorosos, las rupturas con amigos, la presión de nuestros padres o las dudas respecto a nuestro futuro. Sí, en Dark viajan por el tiempo, en Élite asesinan a gente y en Crónicas Vampíricas hay vampiros, hombres lobo y brujas, pero las preocupaciones de los personajes se asemejan en su vasta mayoría a las que cualquiera pudo experimentar a los 16 años. Solo hay una diferencia: en la televisión todos son guapos, delgados y cisnormativos. Mejor dicho, eran.

El cuento está cambiando y el público ha recibido con los brazos abiertos a la diversidad. La más que conocida serie de Euphoria producida por HBO que está a punto de finalizar su segunda temporada aborda realidades que hasta ahora habían sido invisibilizadas, pemitiéndonos empatizar con los personajes de forma más profunda y proyectando a menudo nuestras inseguridades del pasado en ellos. Este proceso inconsciente parece banal, pero revivir nuestro sufrimiento a través de una pantalla puede resultar catártico, ayudándonos a superar lo que hasta ahora había permanecido latente. 

La primera temporada, que debutó en junio de 2019, alcanzó a un promedio de 577.000 espectadores. Narraba la historia de varios adolescentes de secundaria con traumas sin resolver, problemas de autoestima, relaciones abusivas y adicciones, siendo las drogas el eje central del guion. Rue, la protagonista, comenzó a consumir opiáceos cuando su padre enfermó de cáncer, aunque sus problemas con las drogas se remontaban años atrás cuando fue diagnosticada de Trastorno Obsesivo Compulsivo, Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad, Trastorno de Ansiedad Generalizada y posible Trastorno Bipolar. Los fármacos y los sobrediagnósticos formaron parte de su desarrollo –la gran mayoría recetados–, hasta que con 13 años consumió por primera vez oxicodona. Desde ese momento se volvió adicta a ojos de la sociedad, a pesar de que no era la primera vez que una sustancia actuaba como salvavidas emocional. 

‘Euphoria’ obliga a preguntarse continuamente dónde está la línea que divide a las drogas de la medicina

La serie nos obliga a preguntarnos en numerosas ocasiones cuál es la diferencia entre la droga y la medicina, pues es precisamente en un hospital donde recetan Valium a una Rue de once años. El Valium es una benzodiacepina para tratar la ansiedad, un fármaco que produce un consumo problemático en 1 de cada 10 españoles, como advierte el Ministerio de Sanidad. También son sanitarios quienes recetan a su padre OxyContin, así como a otros personajes que acaban desarrollando adicción los opiáceos –por ejemplo, el ausente padre de Cassie y Lexie o Laurie, la villana de la segunda temporada–.

Más allá de esa fina línea que separa las drogas ilegales de los fármacos pautados por un profesional, las dos temporadas de Euphoria también han suscitado debates en torno a otros asuntos relacionados con el consumo de sustancias. De hecho, tras el rotundo éxito de la primera temporada, fueron muchos los que se preguntaron si la serie romantizaba el consumo de drogas mientras en las redes sociales surgían posturas contrapuestas. Ahora que la segunda temporada se encuentra próxima a su fin y que la trama ha avanzado, podemos dar una respuesta definitiva a esta cuestión.

El planteamiento, alejado del paternalismo, posibilita que quienes tienen una adicción perciban la gravedad del consumo a través de figuras resilientes y complejas

Euphoria ilustra con gran atino la complejidad de la drogadicción y los puntos de vista contrapuestos entre el adicto y su contexto. Claro ejemplo es la escena en la que Rue consume por primera vez fentanilo, un opioide que le provoca un estado semicomatoso. Se encuentra al borde de la muerte, algo evidente para el resto de personajes y, sobre todo, para el espectador. Lo que está ocurriendo nos resulta desagradable y, mientras nosotros sentimos una mezcla de rechazo y lástima, Rue murmura «soy tan feliz». Esta dicotomía la encontramos también en el segundo episodio de la primera temporada, cuando Rue y Jules consumen una droga de diseño y se adentran en un viaje fruto del efecto de la sustancia, con purpurina en el rostro y sin poder parar de reírse y acariciarse. Simultáneamente, se intercalan recuerdos de la protagonista bañada en su propio vómito y sufriendo una sobredosis meses atrás. La voz en off de Rue narra ambas escenas: «Las drogas tienen su puntito, al menos antes de joderte la piel, y la vida, y a tu familia; entonces ya no molan tanto». 

Aunque si bien Euphoria explicita que las drogas únicamente son ‘bonitas’ para quienes las consumen –y solo durante un breve periodo de tiempo–, hay una excepción a este planteamiento: el cannabis que, a lo largo de la segunda temporada, se perfila como una droga sin importancia de riesgos similares al alcohol e incluso recomendable para tratar la ansiedad. Este planteamiento encaja con el contexto real de la marihuana en Estados Unidos, ya que en 16 estados es legal su consumo con fines recreativos. Por contraste en España, si bien no es legal, sí es una de las drogas más consumidas dada su accesibilidad, precio y baja percepción de peligro, algo muy diferente a lo que los metaanálisis científicos revelan.

Al margen de la legalidad y los datos, todavía no se sabe cuál será la perspectiva de Sam Levinson, creador de Euphoria, respecto a esta droga tan popular en la tercera temporada. Hasta ahora, el gran acierto de Euphoria es que no glorifica las drogas, pero tampoco las demoniza desde el paternalismo, como ocurre en otras series y películas para público joven. Esto posibilita que aquellos que tienen una adicción adquieran percepción de gravedad de su consumo al encontrar figuras resilientes, diversas y complejas con las que identificarse.

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