Opinión

Las consecuencias del capitalismo

Escalada de guerras infinitas, catástrofes medioambientales, niveles sin precedentes de desigualdad social y regímenes autoritarios inderrumbables. Estas son algunas de las consecuencias que el lingüista, politólogo y activista estadounidense Noam Chomsky asocia al sistema económico predominante en la actualidad, sobre el que reflexiona en ‘Las consecuencias del capitalismo’ (Bellaterra Edicions).

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Carla Lucena
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05
noviembre
2021

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Carla Lucena

El mensaje más importante es que hay cosas que se pueden hacer para evitar crisis graves. Y es cierto en el caso del calentamiento global. El plazo para actuar es corto, los problemas se intensifican, pero el juego no ha terminado ni por asomo. En términos generales, creo que John Dewey tenía mucha razón cuando decía que hasta que el «feudalismo industrial», como él llama a nuestro sistema actual, el capitalismo, no sea sustituido por la democracia industrial, refiriéndose al control democrático de la producción, junto con el control democrático de todos los aspectos de la vida social, hasta que eso no ocurra, «la política será la sombra que proyectan las empresas sobre la sociedad».

Eliminar la sombra es una tarea ingente. Supera la escala de tiempo para resolver la crisis ambiental, pero levantarla, al menos en parte, entra en el rango de posibilidades. Esto puede suponer una diferencia enorme. Puede facilitar los medios para encarar los terribles riesgos a los que nos enfrentamos y, al mismo tiempo, avanzar hacia una democracia real.

[…]

El plazo para actuar es corto, los problemas se intensifican, pero el juego no ha terminado ni por asomo

Hay quien dice que es inútil intentar hacer algo al respecto, que tenemos que reconocer que la humanidad ha perdido la partida y debemos rendirnos. Una de estas voces es la del Gobierno estadounidense. Una de las lecturas de esta semana es una publicación muy interesante de la National Highway Traffic Safety Administration, el organismo nacional para la seguridad vial en las autopistas, que es el departamento responsable del transporte de la Administración Trump. Se trata de una evaluación ambiental de quinientas páginas. Evidentemente, se ha trabajado mucho en ella. La conclusión del informe es que no debería haber nuevas regulaciones para las emisiones de los automóviles. Nada de intentar que los coches y los camiones sean más eficientes, nada de intentar reducir las emisiones. Y tienen un planteamiento muy racional. Es una burocracia seria, a fin de cuentas. Llegan a la conclusión de que a finales de siglo la temperatura habrá aumentado siete grados Fahrenheit (trece grados centígrados) por encima de los niveles preindustriales, un nivel que el Banco Mundial calificó de «cataclismo», aproximadamente el doble de lo que el mundo científico estima posible para que la vida humana organizada persista en cualquier forma reconocible.

En resumen, el juego se acabará pronto de todos modos. Y como las emisiones de los automóviles no contribuyen mucho más a la catástrofe total, ¿por qué no disfrutamos y punto? El experimento humano ha terminado de todos modos. Recordemos a Nerón, el cual, según dicen, se puso a tocar la lira mientras Roma ardía en llamas. La Administración republicana nos dice que deberíamos disfrutar mientras el mundo arde. Estas son las instrucciones del gobierno más poderoso de la historia del mundo.

Por supuesto, hay un postulado implícito: que todos somos unos delincuentes psicóticos como ellos y que contribuiremos a la escalada de amenazas junto con ellos.

Este tiene que ser el documento más sorprendente que ha aparecido nunca en la historia de la humanidad. A ver si sois capaces de encontrar algo parecido. En serio. Y echadle un vistazo a cómo se gestiona. El Washington Post le dedicó un reportaje, probablemente algunos sitios más también, y luego lo enterraron para siempre. ¿A quién le importa? Por fortuna, no es cierto que los demás seamos unos delincuentes psicóticos como nuestros líderes. Se están haciendo cosas. Por ejemplo, en Dinamarca, en torno al 50% de las necesidades energéticas serán suministradas por energías renovables en 2030, y se prevé alcanzar el uso cero de combustibles fósiles para 2050. Hay muchos otros casos.

«Estamos viendo el desarrollo de una historia terrible y tenemos que hacernos la pregunta del pagador: ‘¿Yo qué he hecho? ¿Qué no he hecho y qué podría hacer?’»

Y aunque el Gobierno federal, bajo el mandato republicano, está decidido a laurearse como la organización más criminal de la historia del mundo –consagrada a la destrucción de la vida humana organizada–, están pasando cosas en algunos Estados y áreas locales. Recientemente, en el noroeste del Pacífico, la ciudad de Portland y otras áreas han declarado su compromiso de eliminar todos los combustibles fósiles. El ejemplo más extraordinario es el de China. Hay un interesante estudio al respecto de Dean Baker, un economista muy perspicaz, publicado hace un par de días. Baker señala que China es líder mundial en el desarrollo de energía sostenible. El uso de coches eléctricos en China ya está al mismo nivel que el resto del mundo junto y crece velozmente. Ocurre lo mismo con la energía eólica y más aún con la energía solar. Superan al resto del mundo junto. El año pasado, China añadió más capacidad solar que el resto del mundo. Podríamos pensar en un lugar como Tucson, donde el sol brilla casi siempre.

China es un país pobre. Tiene una economía potente, pero per cápita sigue siendo en general un país pobre, con graves problemas internos desconocidos en Occidente. Sin duda, Estados Unidos podría hacerlo mejor. ¿Lo estamos haciendo? Preguntáoslo vosotros mismos.

[…]

Todo esto plantea una pregunta más. Volvamos a MacDonald y al pagador del campo de exterminio. No somos pagadores de campos de exterminio que saben lo que ocurre detrás de los muros, pero deciden mirar hacia otro lado, cumplir con su trabajo y vivir su vida.

Esos no somos nosotros. En realidad, somos peores. Estamos viendo el desarrollo de una historia terrible, mucho más horrenda incluso que la de Auschwitz. Y tenemos que hacernos la pregunta del pagador: «¿Yo qué he hecho? ¿Qué no he hecho y qué podría hacer?». Las generaciones futuras, si las hay, se lo preguntarán cuando piensen en nosotros.


Este es un fragmento de ‘Las consecuencias del capitalismo‘ (Bellaterra), por Noam Chomsky.

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