Cultura
Parlement, la serie que quiere hacernos creer de nuevo en la UE
Parlement, creada por France Television y recientemente incluida en el catálogo de Filmin, sigue a un inexperto asesor en el Parlamento Europeo.
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COLABORA2020
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Parlement comienza el primer día de trabajo Samy Cantor, asesor novato de Michel Specklin, un eurodiputado francés bastante inútil. Es 2018 y los parlamentarios europeos británicos aún se pasean por Bruselas. En apenas un par de horas, el pobre Samy se encontrará con que otra asesora le encasqueta a él –y a su diputado– un informe que nadie quiere completar y que un lobista le cuela sus propias enmiendas. En las semanas siguientes, Samy tendrá que aprender rápidamente que a veces los diputados de tu propio país son tus peores enemigos o que es más fácil pelear a los demás para que voten a tu favor por fastidiar a su oponente. También empezará a salir con una de las asesoras de una diputada sueca… que resulta ser de extrema derecha y negacionista del Holocausto.
En una de las escenas, durante sus primeros días, Samy no conoce a nadie, así que invita a comer a Rose, asesora de una diputada británica pro brexit. Ella le responde que es patético. «Me pagas para que sea tu amiga», dice. A lo que Samy replica: «¿Acaso no resume eso lo que es la Unión Europea? ¿Alemania pagándonos a todos para que seamos sus amigos?». Aunque por esta escena no lo parezca, esta serie –recientemente estrenada al completo en Filmin– quiere que amemos la Unión Europea y a sus instituciones.
Conocer Estrasburgo mejor que la Casa Blanca
Parlement es una coproducción entre Alemania, Bélgica y Francia emitida en primer lugar por la plataforma digital de France Television, la cadena pública francesa. La dirige Noé Debré y la protagoniza Xavier Lacaille como Samy. Está previsto que a la primera temporada de 10 capítulos de apenas 25 minutos le siga una segunda. Además de figurar ya en la mencionada plataforma de streaming, en España se ha podido ver recientemente en el Festival Serielizados, donde se exhibieron los tres primeros capítulos.
Noé Debré, el creador de la serie, se crió en Estrasburgo, una de las capitales de la Unión Europea, y es un firme defensor de los valores europeos. «El problema de Europa no es solamente un déficit de amor, también es un déficit de presencia y visibilidad. Gracias a Veep, House of Cards o a El ala oeste de la Casa Blanca, todos estamos familiarizados con el sistema político norteamericano. Y eso que su federalismo no es más complicado que el de la Unión Europea», explicó en una entrevista al diario francés Le Figaro.
La defensa del europeísmo se nota, sobre todo, en los chistes constantes a costa del brexit
Así, su propósito no era hundir la UE ni quejarse de su muchas veces incomprensible burocracia, sino explicar para qué sirve sin dejar por ello de hacer humor con ella, porque es inevitable. La serie celebra la diversidad europea con personajes de casi todos los países que reciben su dosis de vitriolo –«si la cagas, te mandaré al infierno. Y si estoy de mal humor, te mandaré a Luxemburgo», por ejemplo–. Además, cada uno habla en su lengua, de modo que, a menos que seas muy políglota, los subtítulos acaban siendo imprescindibles.
La defensa del europeísmo se nota, sobre todo, en los chistes constantes a costa del brexit, con la asesora británica Rose buscando desesperadamente trabajo para librarse de su eurodiputada… la cual acaba de comprender, con escándalo, que al salirse de la UE tendrá que abandonar su escaño y Bruselas. También queda patente en las explicaciones que dan sus compañeros al novato Samy sobre los nombres de los grupos políticos en el Parlamento: «Los demócratas de Suecia, del grupo Naciones y Libertad Europeas, odian la libertad, a Europa y a las demás naciones».
Eurodiputados españoles a la gresca
España, por cierto, aparece –y de qué forma– en el segundo capítulo. Un eurodiputado de un partido nacionalista catalán –no se aclara cuál, pero la serie está pensada para espectadores franceses, así que es posible que no sepan que hay más de uno– empieza a hablar en su idioma y el traductor de otro partido español protesta. El traductor del catalán, sentado a su lado, se refiere al diputado como «minoría oprimida» y ambos se enzarzan como niños pequeños. La siempre cáustica Rose –que, recordemos, trabaja para una diputada pro brexit– le comenta a un sorprendido Samy que a eso «lo llaman identidad regional».
Más tarde, Samy volverá a encontrarse con la delegación española. Michel, su eurodiputado, está encargado se sacar adelante una norma que prohíba el finning o «aleteo» de tiburones. Es un debate del mundo real y una práctica considerada como poco menos que tortura por las organizaciones animalistas: se pesca al tiburón, se le amputan las aletas en vivo y se lo vuelve a lanzar al mar para que muera allí. En este caso, nuestro héroe se dedica a azuzar a los eurodiputados españoles, «socialistas» contra «conservadores» –y ambos contra los independentistas catalanes– para, al menos, conseguir los votos de la mitad de ellos. Al empezar el capítulo, todos estaban de acuerdo en votar contra Francia, pero Samy consigue volver sus diferencias en su contra.
En España apenas hemos tenido series en este tono de comedia sobre política, más allá de la breve Moncloa, ¿dígame? en 2001 –que, en parte, era una parodia de El ala oeste de la Casa Blanca– y la reciente Vota Juan con su secuela Vamos Juan –en parte parodia de House of Cards–. Aparte del deseo de que Parlement y otras producciones parecidas lleguen a nuestro país, ¿se imaginan que un día podamos ver una serie ambientada en el Congreso con las desventuras de un diputado novato que solo quiere hacerlo bien?
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