Hacia una revolución espiritual para el futuro de la democracia
¿Cómo podemos transformar unas instituciones vacías en una democracia realmente definida por valores humanistas? ¿Cómo podemos plantarle cara al poder egoísta para dar prioridad a la moral y a la ética en el actual sistema?
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A sus 94 años, el sociólogo francés Alain Touraine camina despacio con su bastón con una dignidad y elegancia llamativas. Nos encontramos en Oxford, en la conferencia anual organizada por The Altius Society(*), que este año aborda el tema del futuro de la democracia y el nuevo contrato social. El gran experto en lo que se ha llamado sociología de la acción ve clara una tensión insoportable entre dos caras contradictorias de la sociedad moderna actual: poder y democracia. Para el francés, no vivimos en una democracia real, sino en un sistema donde los ricos y poderosos atacan vidas.
El poder, la influencia y el dinero son grandes motivaciones en el ser humano. Son motivaciones primarias de un ego aterrado ante el pronóstico de una existencia efímera, incierta y sufrida. El sistema capitalista actual las está alimentando de manera exponencial, contribuyendo a generar un mundo salvaje donde reina la desigualdad económica y social, pero también la enfermedad mental, la angustia, la depresión y el sinsentido.
Para Touraine, las instituciones que han mediado hasta ahora para equilibrar los abusos de poder son instituciones vacías. Donald Trump encarna como nadie el símbolo del poder desenfrenado frente a un orden institucional tambaleante que, otrora, había preservado un cierto equilibrio en Estados Unidos. La gran cuestión que plantea el francés es cómo podemos transformar estas instituciones vacías en una democracia realmente definida por valores humanistas. ¿Cómo podemos plantarle cara al poder egoísta para dar prioridad a la moral y a la ética en el actual sistema?
El declive de la religión
Tradicionalmente, la religión ha logrado organizar de manera efectiva los aspectos cívicos de una comunidad, con sus aciertos y desaciertos. Todos conocemos el lado oscuro de la religión organizada, pero también los aspectos positivos. El lenguaje religioso utiliza mitologías, símbolos y narrativas que nos mueven emocionalmente y nos motivan de tal manera que terminamos siguiendo con rectitud los códigos religiosos de comportamiento. Pero en el paso del mito al logos estas narrativas dejan de funcionar.
«Para Touraine, las instituciones que han mediado hasta ahora para equilibrar los abusos de poder son instituciones vacías»
Las encuestas demuestran una tendencia general, y es el claro declive de la religión oficial en la mayor parte del mundo, excepto en países islámicos. Estamos, sin duda, ante una creciente secularización en el mundo occidental. En el caso de España, la religión era importante para el 50% de la población en 1990, mientras que 20 años después, en 2011, un 67% de la población se considera no religiosa, según los datos recogidos por el World Values Survey. Lo comprobamos a menudo cuando preguntamos a nuestros amigos y cercanos, «¿eres católico?» y la respuesta suele ser, «bueno…sí de nacimiento, pero no soy practicante». Parece que la gente está de acuerdo con lo que dijo hace unos días el recién premiado Nobel de Física, Michel Mayor: «No hay sitio para Dios en el Universo».
Sin embargo, el anhelo espiritual pervive en nosotros. Según Jonathan Rowson, autor del informe Revitalizando la espiritualidad para afrontar los retos del siglo XXI, comisionado por la RSA de Londres, «la mayor parte de la gente se autodefine como espiritual sin saber qué significa eso exactamente».
Una espiritualidad común como alternativa
Touraine dejó claro que la religión no es el camino, pero no nos ofreció una respuesta alternativa de cómo hacer esa transformación. De cómo dar prioridad a una genuina motivación humanista por encima de la gran motivación de ganar más dinero, de acumular más poder en las empresas o de amasar un mayor reconocimiento social. Fueron cuatro ilustres CEOs, de trayectorias profesionales dispares y con vocaciones religiosas diferentes los que trataron de arrojar algunas respuestas.
«Peter Atkins, profesor emérito de química de Oxford y profusamente ateo, dijo que la ciencia es el único camino posible»
Peter Atkins, profesor emérito de química de Oxford y profusamente ateo, dijo sin tapujos que la ciencia es el único camino posible. Tachó la religión por no ser más que una ilusión, con un estímulo psicológico muy poderoso, pero que evoluciona siempre en alguna forma de tiranía. Para Sean Hinton, el CEO del Soros Economic Development Fund y de tradición Baha’i, el impulso religioso o espiritual ha sido la única fuerza cívica en la construcción de una ética dentro de las comunidades. No tenemos una experiencia previa que nos haya permitido soldar un propósito común sin espiritualidad y más concretamente sin religión. Ambas responden a la cuestión del «por qué» de una manera que motiva una conducta social positiva que respeta lo sagrado de la vida humana. El CEO del FutureWorld Foundation, Sean Cleary, planteó la gran cuestión de cómo encontrar una base común de donde emanen las normas para estructurar la acción colectiva en la democracia del futuro. La base puede ser la ética de Aristóteles o alguna de las religiones existentes, pero esto es secundario a la cuestión principal. Para Garry Jacobs, CEO del World Academy of Arts and Sciences, es necesario desarrollar una ideología colectiva que trascienda el materialismo de la ciencia y el sectarismo de la religión ortodoxa. Hay que encontrar los valores humanos universales eternos.
La idea de un movimiento global de consciencia humana está comenzando a dar signos. Lejos de movimientos new age, como el que podría representar la política norteamericana Marianne Williamson, existen iniciativas humanistas, que buscan ir más allá de la maximización de beneficios, como podría ser el movimiento del Capitalismo Consciente. En este sentido Jacobs aplaudió la reciente iniciativa de las Naciones Unidas de auspiciar un grupo de trabajo sobre Conciencia y Capital. Son estos pequeños inicios los que culminan en grandes transformaciones.
(*) The Altius Society fue cofundada en 2012 por Alex Pérez y Carlos Blanco con el objetivo de mejorar el futuro de la humanidad. Desde su primera edición han asistido más de 10 Premios Nobel, entre otros conferenciantes de prestigio, provenientes de diversas disciplinas y generaciones.
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