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‘6 7’ o el vacío de la palabra

La elección del Dictionary.com de la «palabra del año» ha sido la más llamativa. En vez de escoger una palabra, ha optado por dos números: 6 7 (pronunciado «six-seven»).

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27
noviembre
2025

Queda inaugurada la temporada de las «palabras del año», un ritual en el que los principales diccionarios escogen el término que, según su criterio, más ha marcado la conversación pública o digital durante ese año. Collins English Dictionary ha elegido para 2025 el término vibe coding. El Cambridge Dictionary se ha decantado por parasocial. Pero la elección del Dictionary.com ha sido la que me ha resultado más llamativa. Y también reveladora. Porque este año, en vez de escoger una palabra, ha optado por dos números: 6 7 (pronunciado «six-seven»).

Este concepto –por llamarlo de alguna forma– proviene de la canción «Doot Doot 6 7», del rapero Skrilla, y curiosamente nadie sabe definir exactamente qué representa, o para qué o cuándo se utiliza. Ni los propios que lo utilizan. Unos dicen que significa «más o menos»; otros, «quizás esto, quizás aquello». ¿Te gusta? —6 7. Todo y nada a la vez. Podría decirse que se trata de un concepto que carece de ninguna lógica, y como ha afirmado la propia página web que lo ha seleccionado, tiene todas las características del brainrot, es decir, de la pudrición cerebral.

Recuerdo con frecuencia algo que dijo Miguel Delibes hace unos cuantos años de que una manera de ser es una manera de hablar, a lo que yo añadiría que una forma de hablar también, en cierta medida, determina una forma de ser. Es decir, la forma en la que nos expresamos acaba definiendo en qué pensamos, a qué le prestamos atención, qué nos suscita curiosidad. Y aunque la elección de Dictionary.com sea un episodio puramente anecdótico, no puedo evitar pensar que la oralidad de una cultura refleja la salud de esa cultura.

«6 7» es un ejemplo de que el significado de los términos es cada vez menos relevante. Las palabras unas veces pueden significar esto; otras, aquello. A veces no significarán nada. La realidad acaba siendo subjetiva; la comunicación, parcial. Intermitente. Lo que importa es el impacto, la reacción. La conmoción. Porque las palabras significan lo que tú quieres que signifiquen en ese preciso instante.

Toda crisis del lenguaje acaba descubriendo una crisis del pensamiento

George Steiner escribió en Lenguaje y silencio que «el verdadero problema no radica en el número de palabras disponibles, sino en el nivel en el que se utiliza el lenguaje en el habla corriente actual». El problema no radica en que tengamos cada vez un lenguaje más reducido –que también–, sino en que cada vez utilizamos peor las palabras. Las hemos amoldado tanto a nuestra propia idea de la realidad, que han perdido gran parte de su significado. Pero esto no se reduce a conceptos como 6 7, solo hace falta pensar en cómo empleamos términos tan elementales como verdad o fascismo o violencia o libertad.

Toda crisis del lenguaje acaba descubriendo una crisis del pensamiento. Si una cultura se basa cada vez más en la brocha gorda, en el impacto y la conmoción, y cada vez menos en el entendimiento y el matiz, en un acceso común a la existencia, la convivencia se vuelve difícil, más y más incompatible, más y más inasumible porque crea realidades paralelas sin punto de encuentro.

Si cedemos ante un lenguaje ambiguo, impreciso, insuficiente, también cedemos ante una cultura menos capaz de pensarse a sí misma. Porque la imprecisión no solo afecta a las palabras; afecta a todo aquello que ellas sostienen.

Las palabras no son un accesorio y su uso adecuado, con sus tonalidades y aristas, no es un privilegio. Es un deber. Porque concentran en sí mismas la hondura del mundo, su terror, pero también su belleza. Como escribió Steiner, «al asomarnos al lenguaje, atisbamos, no la oscuridad, sino la luz».

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Laura Cano

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