Salud

Salud mental, el lujo de tener una mente sana en España

El servicio público de salud español solo dispone de 10 especialistas por cada 100.000 habitantes, muy por debajo de la media europea, lo que crea largas listas de espera que, junto al estigma que siguen acarreando los trastornos mentales, influye en que muchos pacientes no reciban el tratamiento adecuado en el momento idóneo.

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10
octubre
2019

«Lo que viví aquel año en la clínica psiquiátrica sería una anonadante y desoladora experiencia». Así empieza a narrar su historia el periodista alemán Klaus Gauger en Mi esquizofrenia, una autobiografía que ahonda en los claroscuros de la salud mental. «Ese primer ingreso forzoso en una clínica psiquiátrica partió mi vida literalmente en dos. Hasta entonces mis años de infancia y juventud habían trascurrido con normalidad y sin mayores complicaciones. Los veinte años siguientes fueron una larga y laboriosa lucha con mi enfermedad». Si la situación relatada por Gauger te resulta familiar, no desesperes, no estás solo: la Organización Mundial de la Salud estima que 1 de cada 4 personas tendrá problemas de salud mental a lo largo de su vida. Aun así, no importa si estamos en Alemania o en España, los entresijos de la mente siempre han sido (y siguen siendo) la Cenicienta de la sanidad pública. Está ahí. Existe. Todos hemos visto alguna vez –si no buscado activamente– los letreros que nos guían al pabellón de Salud Mental de cualquier hospital de España. Tradicionalmente, esta especialidad ha estado relegada al último escalafón de la atención médica –junto con sus afectados– aunque parece que la situación está cambiando, lentamente. Nel González Zapico, presidente de la Confederación Salud Mental España, asegura que «siguen sin recibirse los tratamientos óptimos en gran medida por la carencia de recursos suficientes y la diferencia de gestión de una comunidad a otra».

Según los últimos datos oficiales, la ratio en nuestro país se sitúa en los 10 especialistas por 100.000 habitantes, «cuando la media europea está en 18, que es lo que se recomienda», recuerda el psicólogo Pedro Rodríguez. Esto, en parte, se traduce en listas de espera prolongadas, «lo que no quiere decir que el tratamiento, una vez que el paciente llega a consulta, no sea el adecuado», añade. Las cifras que facilita la Confederación dibujan a la perfección el problema de salud pública al que nos enfrentamos: el 6,7 % de la población española padece ansiedad y ese mismo número representa a las personas con depresión –diagnosticadas–; más de un millón de personas –entre el 2,5 % y el 3 % de la población adulta– padece un trastorno mental grave; dos millones de jóvenes de entre 15 y 29 años –es decir, el 30%– han sufrido síntomas de trastorno mental en el último año; más de la mitad de las personas que necesitan un tratamiento no lo reciben o se les somete a uno inadecuado.

El psicólogo Pedro Rodríguez recuerda que «la media europea está en 18 especialistas por cada 100.000 habitantes»

La psicoterapeuta Grace Gray dijo una vez que «el estigma en salud mental debe desaparecer: todos somos seres humanos con historias diferentes y el amor de y por los que nos rodean es una herramienta fundamental para ayudarnos a sanar». No le falta razón: en muchas ocasiones, la estigmatización y discriminación de la que son víctimas los pacientes de salud mental disuaden a personas que necesitan atención médica a recurrir a los servicios adecuados y, otras muchas, acaban desistiendo debido a los tiempos de espera. Aunque «también es cierto que cuando una persona es verdaderamente consciente de que necesita ayuda psicológica acude, en la mayoría de los casos, al médico, pero el problema que nos encontramos es el estigma invisible, y es ahí donde tenemos que actuar con educación, sensibilización y concienciación», asegura Rodríguez. El psicólogo explica que este tipo de estigma se encuentra en situaciones muy específicas cuando el profesional tiene que llamar a su paciente a su lugar de trabajo y no puede presentarse como psicólogo o psiquiatra, cosa que no ocurre con un dentista, por ejemplo.

La profesionalidad de los especialistas no se pone en duda, pero González Zapico asegura que, en ocasiones, «los tratamientos de una persona cuya salud mental sufre no se aplican de la forma adecuada, fundamentalmente en esa parte de los cuidados que deben darse desde el diagnóstico hasta que la persona consiga alcanzar su autonomía». La salud mental, según la Confederación Salud Mental España, a pesar de ser un derecho reconocido dentro de la Constitución –implícito en la protección de la salud–, no se trata como tal: cada comunidad autónoma destina el presupuesto que cree conveniente para implementar programas y tiene sus propios protocolos, que pueden llegar a variar dentro de la propia comunidad, dependiendo de si nos encontramos en una zona rural o urbana. Por eso, el presidente de la Confederación recuerda que «es necesario hacer una reflexión para que se lleven a la práctica unos estándares mínimos». A pesar de que la nueva Estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud que está ultimando el Gobierno en funciones quiere marcar las actuaciones básicas y mínimas para todos los profesionales de la salud mental y las instituciones autonómicas, aún quedan muchos recursos intermedios por explorar más allá de la atención clínica y médica. González Zapico explica que «la atención de agudos en un hospital está consagrada por la ley, pero el seguimiento, las unidades terapéuticas, los centros de día, etc., están todavía sin desarrollar». Ese, junto a las listas de espera prolongadas, es uno de los motivos por el que se produce un trasvase de pacientes –exclusivamente de aquellos que se lo pueden permitir– de la atención pública a la privada. Las personas y familiares que no pueden hacer frente a los gastos que supone la asistencia privada ven, por tanto, menoscabado su derecho a proteger su salud con tratamientos y un seguimiento adecuado.

«Es necesario hacer una reflexión para que se lleven a la práctica unos estándares mínimos», explica Nel González Zapico

Algo falla en nuestro sistema si poseer una mente sana se convierte en un lujo, sobre todo si tenemos en cuenta que los fallos en la prevención pueden radicar, en los casos más severos, en la muerte por suicidio. En España, diez personas se quitan la vida a diario, convirtiéndose en la primera causa externa de fallecimiento en nuestro país. Sin dejar de reivindicar la importancia de la sanidad pública, es imprescindible que la sociedad se haga eco de la denuncia médica: «Falla la coordinación y faltan recursos humanos y formación de los que tienen que atender a esas personas que acuden a los centros en situaciones desesperadas», reconoce González Zapico. Para Rodríguez, también hay una carencia en la capacidad de distinción entre lo que es la tristeza producida por situaciones de la vida y lo que es una enfermedad mental.

Desde la Confederación Salud Mental España, la comunidad médica reivindica que se trate como un problema de salud pública, ya que el bienestar de nuestras mentes es cosa de todos. Atender las necesidades de salud mental de la población en la actualidad supondría una inversión del 8% del PIB que, tanto colegios de psicólogos como asociaciones especializadas, entienden que debería convertirse en una prioridad política. Sin embargo, pareciera que el estigma que acompaña a todo lo que se salga de la norma en relación a nuestra mente no deja que ocupe la posición que debería ocupar en el discurso político. Debemos dejar atrás los «tú te lo buscaste» y los reproches a aquellas personas que ven su salud mental deteriorada, sea por el motivo que sea. La salud de nuestra mente es tan importante como la de nuestros pulmones o nuestro corazón. La solución, tanto para González Zapico como para Rodríguez, pasa por la educación: «Si hablamos abiertamente con los más pequeños sobre salud mental y les alejamos de las historias de color de rosa de Disney, será mucho más sencillo cuidar las mentes de todos».

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