La electricidad del futuro: renovable y compartida
El creciente peso de las renovables y el desarrollo del autoconsumo presentan nuevos retos para el sector energético. El proyecto de innovación CoordiNet, liderado por Endesa e integrado por un total de 23 empresas e instituciones de diez países, busca lograr una participación más activa de los consumidores en los mercados eléctricos y mejorar la estabilidad de la red.
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El sol comienza a desaparecer sobre las tranquilas aguas del río Támesis. Un barco de vapor remolca al que fue uno de los buques insignia de la armada inglesa: el Temeraire. La nave, victoriosa en la emblemática batalla de Trafalgar, se desliza ahora hacia su último y penoso destino: el desguace. Esta escena, envuelta por un aura de tonos cálidos, es en realidad una de las obras de arte más icónicas del romanticismo. El pintor inglés J. M. William Turner recreó, quizá sin saberlo, un hecho histórico que simbolizaba el final de una época y el inicio de otra. La tradición (encarnada en el barco de vela) frente a la modernidad (representada por la máquina de vapor). La rapidez, la eficacia, la innovación… venciendo en la batalla del progreso.
Si renunciamos a la temporalidad de la obra, este lienzo bien podría ser una fotografía del presente: la de la capitulación del petróleo frente a las energías limpias. Una transición acelerada por los principales compromisos internacionales de los últimos años, el Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, que ejemplifican la voluntad –y la obligación– universal de alcanzar un futuro 100% renovable y libre de carbono. Sin embargo, no todos los caminos para llegar a esa meta parecen ser válidos.
Joan Groizard, director del Área de Renovables en el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de Energía (IDAE), organismo dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica, defiende que «apostar por la transición energética no significa solo cambiar las infraestructuras actuales por molinos o placas solares, sino replantear el modelo de manera que todos los ciudadanos puedan beneficiarse del cambio». Desde un punto de vista legislativo, en los últimos meses España ha dado pasos agigantados para posicionar las renovables a la cabeza del mix de la generación eléctrica.
Joan Groizard (IDAE): «El autoconsumo es una pieza clave para que el sistema sea más democrático y diversificado»
En octubre de 2018 se dio el primer acelerón con la derogación del polémico «impuesto al sol». Esta medida, que acabó con las duras trabas burocráticas y técnicas que dificultaban la instalación de paneles fotovoltaicos en el país, también abrió de par en par la puerta a los sistemas de autoconsumo, que, desde su despenalización, se han disparado en un 94%, según datos de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF). Además, en el tiempo que tarda este artículo en publicarse, se espera que el Gobierno haya aprobado el Real Decreto 15/2018 que, según la Administración central, «aclara y concreta la regulación del autoconsumo en España». Para Groizard, que se favorezca el autoconsumo de manera tan explícita se debe a que «es una pieza clave para que el sistema sea más democrático y diversificado».
En esta línea, Domingo Jiménez Beltrán, exdirector de la Agencia Europea de Medio Ambiente y cofundador de la Fundación Renovables, añade un par de matices a los adjetivos que definirán el futuro modelo energético. A su juicio, además de ser renovable, «la energía será eléctrica y distribuida», esto es, mediante muchas pequeñas fuentes generación, instaladas cerca del consumidor que se conecta a la red. La tendencia a la electrificación ya se puede observar, aunque tímidamente, en las alternativas que han aparecido como respuesta al proceso de descarbonización. Por su parte, la figura del prosumidor, es decir, aquel que produce para consumir, será sujeto del revolucionario concepto que propone Jiménez Beltrán: «autosuficiencia conectada».
La idea representa un escenario en el que «los consumidores son cada vez más proclives a generar su propia energía a través de pequeñas instalaciones renovables como paneles fotovoltaicos o molinos de viento. Esto favorecerá que llegue un momento en el que producirán tal cantidad de electricidad que podrán alimentar su coche, su casa o sus explotaciones agrícolas de manera autónoma. Si les sobra energía, podrán intercambiarla o venderla a la red». Bajo este planteamiento, Jiménez Beltrán defiende que de lo que se trata es de «empoderar energéticamente a la ciudadanía». Para conseguirlo, el experto en sostenibilidad medioambiental sostiene que una de las fórmulas es la de optimizar la oferta y la demanda. O, dicho de otro modo, la ventaja de reducir el despilfarro, el coste de la luz y las emisiones de CO₂ a través de generar únicamente lo que se va a consumir.
En este sentido, Groizard y Jiménez Beltrán coinciden en que hace falta sensibilización y conocimiento sobre las renovables y el autoconsumo por parte de la sociedad. De ahí que algunos organismos, empresas e instituciones se hayan aventurado a materializar las formas que puede adoptar el sistema eléctrico para alinearse con los distintos agentes: desde el ciudadano que persigue la soberanía energética hasta las redes de generación, transporte y distribución existentes. En la prosecución de esta idea está Endesa, que junto a 23 empresas de diez países diferentes ha impulsado CoordiNet, un proyecto de innovación cofinanciado por la Unión Europea que, con la mirada puesta en 2022, busca redefinir el rol de cada uno de los integrantes de la cadena de suministro.
CoordiNet se desarrollará a través de tres demostradores a gran escala en diversas ciudades de España, Grecia y Suecia. En palabras de Jorge Sánchez Cifuentes, responsable de Nuevas Tecnologías e Innovación en Endesa Distribución, «lo hará partiendo del conocimiento de que los sistemas de autoconsumo, de generación distribuida o de movilidad eléctrica están transformando el sector energético en su conjunto y, sobre todo, en la direccionalidad de la energía. Lo que antes iba de arriba a abajo ahora es horizontal». Sánchez aclara que esta trayectoria anterior hace referencia al plan tradicional, que sitúa a las grandes plantas de generación (normalmente de combustible fósil, de energía nuclear o hidráulica) como únicos proveedores que llevan la electricidad desde lejos hasta el punto de consumo. Por contra, el cambio hacia una horizontalidad se percibe como el momento en el que los ciudadanos van acercándose involuntariamente a esa «soberanía energética» que propone Jiménez Beltrán, y aumenta el número de pequeños focos de generación que son, a su vez, puntos de consumo.
La nueva dinámica manifiesta una mayor eficiencia que su predecesora, al menos, a pequeña escala –como en una comunidad de vecinos, en un edificio o en una unidad familiar–. Sin embargo, los tempos del modelo horizontal conectado son lentos, y el derroche energético es una incógnita aún por despejar. Porque cabe recordar que las infraestructuras de autoconsumo dependen exclusivamente de los recursos naturales como el sol y el agua, que son, por lo general, imprevisibles. En este sentido, bien por la poca capacidad de las baterías de almacenamiento actuales, bien por la ausencia de ellas, mucha energía acaba desaprovechándose.
Miguel Pardo (Endesa): «Deben favorecerse mecanismos que permitan al ‘prosumidor’ dar la energía sobrante al sistema y obtener una recompensa económica a cambio»
Como solución, Miguel Pardo, responsable de proyectos de innovación en Endesa Distribución, propone crear un mercado común donde participen transportistas, distribuidores y consumidores finales que permita llevar la electricidad infrautilizada a donde haga falta. Para ello, sostiene, «se tendría que favorecer un mecanismo que permita a los prosumidores dar la energía sobrante al sistema y obtener una recompensa económica a cambio». En este contexto en el que los flujos de energía dejan de ser unidireccionales para ser bidireccionales, José Pablo Chaves, investigador del Instituto de Investigación Tecnológica (IIT) de la Universidad Pontificia de Comillas y responsable de diseminación del CoordiNet, considera imprescindible «definir el modo en el que los pequeños consumidores-productores se integrarán en las diferentes redes eléctricas europeas, tanto de transporte de alta tensión (TSO) como de distribución de media y baja tensión (DSO)».
Así, la iniciativa contempla la creación de grandes redes intraestatales más autosuficientes y descentralizadas que, al final, acaben abriendo el mercado de la electricidad a los consumidores. Con la materialización de esta estructura coordinada, el mercado del futuro se vislumbra más flexible, más distribuido y, sobre todo, más sostenible. La pregunta es cómo. Una vez desaparecidas las murallas normativas, los expertos apuntan a un cambio cultural de una sociedad que no está lo suficientemente concienciada sobre un panorama energético menos dependiente y más cooperativo. En la puesta en marcha de proyectos orientados a acelerar la transición, cabe subrayar las palabras de Jiménez Beltrán: «El futuro renovable, autosuficiente y conectado es posible siempre que haya un propósito».
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