Energía

5 motivos por los que el «impuesto al sol» no debió existir

El Gobierno acaba de derogar el «impuesto al sol» decretado en la anterior legislatura. Una medida fallida desde su propio planteamiento.

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17
octubre
2018

El Real Decreto sobre el autoconsumo energético dictado en 2015 por el anterior Gobierno, conocido como «impuesto al sol», curiosamente, en lugar de fomentarlo, ponía trabas para desincentivarlo. El argumento fue cubrir los costes de la red eléctrica general, puesto que la intermitencia de la energía solar no permite desconectarse del todo. Pero lo que produjo fue un aumento en el coste de instalación y uso que suprimió de un plumazo una de sus ventajas, el ahorro en la factura, ya que se alargaron mucho los periodos de amortización de la inversión.

La realidad es que, en el país del sol, el autoconsumo sigue siendo algo residual. Con su reciente derogación por parte del Gobierno actual, se espera que esta práctica se dispare: la Unión Española Fotovoltaica (UNEF) prevé la instalación de 300 MW este año, el triple que al anterior. De todo esto, salen dos claros beneficiados: las familias con menos recursos y el medio ambiente.

Estos son los motivos por los que el «impuesto al sol» nunca debió existir:

1. No era necesario para que cuadraran las cuentas

La generación distribuida (o descentralizada) y el autoconsumo ya son una realidad asentada en varios países que disponen de una normativa para fomentarlos: Japón, Italia, Alemania, Portugal y Estados Unidos no ponen ninguna traba al su desarrollo y lo fomentan con la fórmula del balance neto, esto es, los ciudadanos vierten a la red el excedente de energía que producen y no consumen en determinados momentos, y lo compensan consumiendo de la red eléctrica cuando la necesitan.

2. El autoconsumo es una herramienta contra la pobreza energética

En España, según datos del Gobierno, el 100% de los hogares tiene acceso a la red eléctrica, pero solo uno de cada 10 puede costeársela todo el año. Esto supone que muchas familias se ven obligadas a renunciar a la calefacción incluso en los meses más fríos, lo que se denomina pobreza energética, una tasa en la que estamos por encima de la media europea.

Según el Observatorio Crítico de la Energía, el autoconsumo podría paliar esta situación, y para ello se basa en la experiencia de Alemania, donde se ha incentivado el autoconsumo compartido: la potencia fotovoltaica es ocho veces mayor que en España, y casi el 50% está en manos de ciudadanos y cooperativas.

3. Contradecía la normativa europea

Desde el año pasado, el «impuesto al sol» dejó de tener encaje legal dentro del marco comunitario. La Comisión de Energía del Parlamento Europeo aprobó en noviembre una serie de enmiendas a las normas que regulan las energías renovables, que incluyen el reconocimiento de «mayores derechos a la ciudadanía para producir, vender e intercambiar su propia electricidad renovable». Un camino diametralmente opuesto al tomado en España y su Real Decreto.

4. No todos pueden desconectarse de la red

La autosuficiencia absoluta era la única vía para librarse del «impuesto al sol». Pero es una alternativa solo al alcance de unos pocos. Para empezar, abastecer todas las necesidades de una vivienda sin recurrir a la red supondría una inversión tres veces mayor, según cálculos de Fundación Renovables. Y aun así, seguiría sin solucionarse el problema de la intermitencia. No luce el sol ni sopla el viento todo el año, con lo que el usuario tiene excedente de energía algunos meses e, inevitablemente, déficit en otros.

5. Era una traba para cumplir con el Acuerdo de París

En los últimos cinco años, no solo no hemos reducido las emisiones de gases de efecto invernadero, como marcaban los objetivos internacionales, sino que los hemos aumentado. El panel de expertos de la ONU advierte, además, de que no basta con mantener el aumento de la temperatura global media de este siglo en dos grados. Acaba de reducir la previsión a uno y medio, o entraremos en un punto de no retorno.

Precisamente, Europa ha incluido el autoconsumo como «una prioridad» en la consecución de los objetivos de París, y vetará cualquier carga fiscal hasta, al menos, diciembre de 2026. Además, obliga a facilitar la venta de excedente energético obtenido del autoabastecimiento. El pasado verano, la Comisión Europea fijó una cuota mínima de energías renovables del 32% para 2030. Y prevén revisar este objetivo al alza en 2023.

5. Promovía un  aire (aún más) contaminado

Cada hogar español cuya energía proviene de fuentes convencionales emite, de media, 1,3 toneladas anuales de dióxido de carbono a la atmósfera, según el anterior Ministerio de Industria. Una vivienda con placas solares, por ejemplo, podría abastecer fácilmente la mitad de toda la energía requerida en un año. Eso supondría en torno a media tonelada de CO2 ahorrada al medio ambiente. Si además está conectada a una red que prioriza las fuentes renovables, la reducción de gases contaminantes sería prácticamente del 100%. Esto es: sus emisiones serían igual a cero.

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