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¿Cómo funciona la traducción literaria?

¿Es el traductor siempre un traidor?

Traidores o fieles, los traductores interpretan, consciente o inconscientemente, su visión del texto original. La ‘Odisea’ de Emily Wilson y el ‘Orlando’ de Jorge Luis Borges así lo representan.

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22
mayo
2025

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Los traductores literarios, además de ser transmisores de un mensaje escrito en un idioma a otro distinto, son creadores. Esta creación surge de la interpretación que da un traductor al texto, que acaba presentándose como un texto nuevo en la lengua meta. ¿Hasta qué punto un traductor cambia una novela, un poema o una obra de teatro más allá de la cuestión idiomática? ¿Su interpretación puede cambiar el sentido y el significado del texto tal y como lo escribió el autor original?

Los traductores en España están considerados como autores por la actual Ley de Propiedad Intelectual. Es decir, son autores de una obra derivada del texto origen. Sin embargo, el rol del traductor como intérprete del texto ha dado lugar a muchas reflexiones, que a su vez han derivado en polémicas públicas.

La expresión traduttore, traditore (traductor, traidor) refleja el debate que se ha mantenido durante siglos. ¿El traductor es un traidor de la obra origen? ¿Es, o debe ser, fiel al texto? La idea del traduttore, traditore se remonta al principio de intraducibilidad, a la idea de que ningún texto se puede traducir del todo, sin poder hacer una equivalencia real entre un idioma A y un idioma B. También hace referencia a la fidelidad al texto origen, a que el autor es el único propietario del texto y el traductor es un mero reproductor de las palabras y el mensaje que transmite. ¿Existe acaso un punto medio?

La dicotomía intraducibilidad-fidelidad ha dado lugar a que el debate se abra a lectores de traducciones literarias. Umberto Eco expresó en el ensayo Decir casi lo mismo: la traducción como experiencia que «la traducción no debe ser más bonita que el original», sino que debe haber un límite en la libertad creativa. ¿Qué ocurre cuando la interpretación de un texto por parte de un traductor genera cierta polémica?

Jorge Luis Borges y su ‘Orlando’

Jorge Luis Borges tradujo a autores como Edgar Allan Poe, Franz Kafka, Walt Whitman, Herman Melville, Virginia Woolf, Oscar Wilde y William Faulker. En el texto de no ficción «Siete noches», Borges presentó su visión sobre la traducción: «(…) comprendí que las traducciones no pueden ser un sucedáneo del texto original. La traducción puede ser, en todo caso, un medio y un estímulo para acercar al lector al original; sobre todo, en el caso del español».

La polémica de la traducción de Jorge Luis Borges de Orlando de Virginia Woolf resurge cuando se veta en España en 2023 una obra de teatro sobre la novela. Tras este veto, se develaron ciertas cuestiones éticas de su traducción. Según la traductora e investigadora Itziar Hernández Rodilla, que ha traducido gran parte de la obra narrativa y ensayística de Woolf (como Un cuarto propio, Las olas u Orlando. Una biografía), una traducción de Borges tal vez no pasaría una prueba editorial porque están marcadas por gestos de extrema visibilidad. Para Borges, «el original es infiel a la traducción», pero en su versión, para «mejorar el estilo», eliminaba la sintaxis fragmentada y la indeterminación del sujeto intencionales de la autora, además de prescindir del humor de Virginia Woolf.

Emily Wilson: la traducción contemporánea de la ‘Odisea’

Emily Wilson es filóloga clásica, pero destaca por ser traductora de la Odisea y la Ilíada de Homero al inglés. Su traducción de la Odisea coincide con el número de versos del original griego y está escrita en pentámetros yámbicos, con un lenguaje claro y accesible que se leyera en voz alta. Fue la primera mujer en traducir el poema épico al inglés: la primera vez que se publicó en este idioma fue en 1615.

En su Odisea, Wilson optó por traducir el término griego douloi no como «sirvientes», sino como «esclavos», para resaltar las relaciones de poder que presentaba Homero. También fue consciente de las elecciones de términos de otros traductores, que utilizaban un lenguaje misógino cuya connotación no estaba presente en la Odisea original. Se trata de un ejercicio de retraducción consciente, aunque varios críticos como Janey Tracey declararon que su traducción se contextualiza en el ambiente político actual.

El ejercicio de traducción de Wilson recuerda a la traducción y edición de José María Micó al español de la Comedia de Dante que publicó Acantilado. Micó lo explica en su «Nota sobre el texto y la traducción»: «El texto de los clásicos goza el privilegio de la perennidad pero que cada época requiere sus traducciones (…). La lengua de la traducción debe ser equivalente en lo posible a la lengua del autor, pero no a una lengua de época, para que el lector pueda sentir como contemporáneo a un gran poeta que vivió hace siete siglos».

La libertad creativa en el proceso de publicación

Emily Wilson y Borges representan dos formas distintas de abordar la cuestión de la libertad creativa en la traducción literaria. Wilson es transparente acerca de sus elecciones interpretativas, las justifica dentro del contexto de una nueva sensibilidad crítica de los lectores. Borges, en cambio, plasma en sus traducciones conscientemente su estilo como escritor.

En la actualidad, si comparamos las polémicas con la experiencia traductológica del mercado editorial en España, son anecdóticas: detrás del proceso de edición de un libro (independientemente del género literario) hay una cadena de profesionales, en la que cada uno forma parte de un engranaje complejo para que el libro quede lo más profesional posible, sin creaciones literarias extremas y manteniendo el mensaje del texto original. Si hay aspectos creativos en los que la decisión traductológica tiene un peso importante, se comentan y se deciden. Es decir, el traductor promedio no tiene la libertad que tuvo Borges para reescribir prácticamente Orlando de Virginia Woolf, aunque sí podría tenerla si justificara (y la editorial aceptase esas justificaciones) sus decisiones como lo hizo Emily Wilson.

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