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Biodiversidad

Talar a tiempo los árboles para garantizar la seguridad de las ciudades y evitar accidentes

El ciclo vital de los árboles obliga a reconocer que no son eternos. Nacen, crecen, envejecen y mueren. Y en ese proceso, se plantean retos particulares en los espacios públicos urbanos.

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03
septiembre
2025

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Como todo ser vivo, los árboles tienen un ciclo vital limitado con fases de juventud, madurez y senescencia. En sus primeras etapas aportan sombra, frescor, calidad ambiental y un valor estético indiscutible al espacio urbano. Sin embargo, al envejecer sufren procesos de debilitamiento que afectan a su estabilidad. La vejez conlleva pudriciones internas, huecos en el tronco, invasiones de hongos y bacterias, y un riesgo creciente de rotura o caída.

En el medio natural, los ejemplares muertos se integran en el ciclo ecológico y ofrecen refugio a fauna especializada. En las ciudades, no obstante, donde la seguridad de las personas es prioritaria, estos mismos procesos suponen un peligro que no puede pasarse por alto.

Grandes daños que el ojo humano no puede apreciar

La gestión del arbolado urbano exige responsabilidad y previsión. Uno de los principales problemas es que la degradación no siempre se aprecia a simple vista. Un árbol puede mostrar una copa verde y frondosa mientras su interior está hueco o debilitado.

Los hongos xilófagos, por ejemplo, aquellos que atacan la madera para alimentarse, descomponen la celulosa o lignina que la conforman, volviendo frágil la estructura.

Un árbol puede mostrar una copa verde y frondosa mientras su interior está hueco o debilitado

Entre los tipos más comunes de este proceso de pudrición se pueden distinguir dos. Por un lado, la parda, cuando organismos como Paenibacillus glucanolyticus o Serpula lacrymans degradan celulosa y hemicelulosa. Por otro lado, la blanca, en la que que la lignina es degradada por el hongo Trametes versicolor.

En ambos casos el desenlace es el mismo: el árbol pierde resistencia de manera irreversible. A pesar de la gravedad que conlleva, a menudo solo es posible comprobar la magnitud del daño causado tras la tala, confirmando (o no) si la retirada del árbol era necesaria. Otras veces se puede identificar si hay desfase entre la apariencia externa y el estado real recurriendo a resistógrafos, equipos que evalúan la integridad y la densidad de la madera mediante una mínima perforación.

Los tiempos de tala según la especie

No todas las especies de árboles tienen el mismo ciclo vital. Los árboles de crecimiento rápido, como chopos y álamos, viven menos tiempo que otros. Al llegar a unos cincuenta años suelen entrar en senescencia acelerada: sus troncos se ahuecan, las raíces pierden firmeza y el riesgo de desplome se multiplica.

Aunque han cumplido una función valiosa durante décadas, llega un punto en que deben ser sustituidos por ejemplares más jóvenes y seguros. Mantenerlos más allá de su límite vital expone innecesariamente a los usuarios de los parques al peligro de caídas inesperadas.

Es comprensible que la tala de un árbol cause pesar entre los vecinos, pues muchos ejemplares están ligados a recuerdos y forman parte de la identidad del lugar. Sin embargo, la gestión no puede guiarse solo por la nostalgia, sino por la seguridad de todos y la visión de futuro.

Retrasar el apeo cuando un árbol ya está en la fase final de su vida compromete la seguridad

Retrasar el apeo (es decir, la tala de un árbol por su base para derribarlo) cuando un árbol ya está en la fase final de su vida compromete la seguridad. Y las consecuencias pueden ser graves, desde ramas pesadas que caen hasta desplomes completos de ejemplares, con riesgo de accidentes personales y daños materiales.

Conservar troncos huecos como refugio de aves y murciélagos

La retirada de árboles envejecidos debe acompañarse de nuevas plantaciones, preferentemente de especies autóctonas o adaptadas. Así, el patrimonio verde no disminuye, sino que se renueva e incluso crece, al tiempo que se enriquece la biodiversidad. De este modo, las generaciones futuras heredarán parques más sanos y seguros.

La gestión responsable del arbolado incluye también podas sanitarias, rebajes de altura en ejemplares en riesgo y, en algunos casos, la conservación temporal de troncos huecos como refugio para aves, murciélagos e insectos. Allí donde no haya peligro directo, la madera vieja puede seguir siendo útil para la fauna. Pero en espacios de uso intensivo debe primar la seguridad de las personas.

Explicar a la ciudadanía la función de los árboles

Los árboles urbanos no son simples adornos. Regulan la temperatura, filtran contaminantes, amortiguan ruidos y embellecen el paisaje. Son un factor esencial del bienestar ciudadano. Renunciar a ellos no es una opción, pero tampoco lo es mantener ejemplares que ya han superado su vida útil y representan un riesgo inaceptable. De ahí la importancia de una adecuada gestión del arbolado.

En este contexto, la transparencia resulta fundamental. Explicar a la ciudadanía por qué se talan determinados ejemplares y qué criterios se han aplicado reduce la desconfianza. Cuando se explica que un árbol aparentemente sano está en realidad muy deteriorado y supone un peligro, la necesidad de actuar se comprende mejor. Y si la decisión se acompaña de una política de reposición con mayor número de árboles y mayor diversidad de especies, el apoyo social se refuerza.

Ciudadanos y naturaleza en armonía

El ciclo vital de los árboles obliga a reconocer que no son eternos. Nacen, crecen, envejecen y mueren. Y en ese proceso, se plantean retos particulares en los espacios públicos urbanos.

Una gestión seria debe adelantarse a la decrepitud, evaluar los riesgos ocultos, planificar los apeos cuando sea necesario y garantizar la reposición con nuevas plantaciones. Solo así los parques de las ciudades seguirán siendo lugares seguros, bellos y llenos de vida, donde naturaleza y ciudadanía convivan en equilibrio.


Enrique Baquero es investigador del Instituto de Biodiversidad y Medioambiente (BIOMA) y profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Navarra. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation

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