Medio Ambiente

Los trabajos de los árboles

Además de ser piezas esenciales para mantener la biodiversidad y la buena salud de la naturaleza, los árboles cumplen funciones económicas, sociales y hasta ayudan a mejorar salud humana.

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23
mayo
2024

Los episodios de sequía, las talas indiscriminadas, la agricultura intensiva y los incendios forestales son algunas de las causas que han llevado a que desaparezcan árboles o a que pierdan su salud. Entre 1990 y 2021, según cálculos de la FAO, desaparecieron 420 millones de hectáreas de bosque, y casi 100 millones más se hallan en una situación complicada.

Los datos de deforestación y de salud forestal son preocupantes, puesto que los árboles son en sí mismos organismos llenos de vida y piezas básicas del entramado natural. A ellos se conecta una parte importante de la biodiversidad y su supervivencia. Incluso desde un punto de vista antropocéntrico, la cuestión es alarmante, porque los árboles tienen muchos efectos directos e indirectos sobre el planeta y sobre nuestras vidas.

Los trabajos de los árboles son múltiples. Quizás el más conocido es su poder como «pulmones verdes». A ellos se debe la buena calidad del aire que se respira, ya que son grandes purificadores de CO2. Según cálculos de investigadores de la Universidad de Sevilla, cada día, un árbol promedio (y con una cierta madurez) absorbe el equivalente al CO2 que lanzan a la atmósfera 10.000 coches.

Aun así, su capacidad limpiadora no se limita únicamente al CO2. Un estudio reciente liderado por la investigadora Rossella Guerrieri descubrió que los árboles también retienen y transformar otros contaminantes, como los compuestos nitrogenados, gracias a unos microbios que viven en sus copas. Toman amoniaco o amonio y lo convierten en nitratos. «Investigaciones anteriores ya demostraban que las copas de los árboles, gracias a la cutícula de las hojas y su estructura morfológica (por ejemplo, la presencia de pelos), hacían una función de filtro pasivo. Pero no estaba convencida de que fuese un mecanismo simple y pasivo», explica Guerrieri al hilo del descubrimiento.

Un árbol promedio absorbe diariamente el equivalente al CO2 de 10.000 coches

No menos importante es la información que transmiten. En los entornos urbanos son el canario en la mina que alerta de la presencia de ciertos contaminantes que no se están midiendo con otros métodos. Se convierten así en «bioindicadores» de la calidad del aire.

Además, los árboles no solo tienen efectos sobre la naturaleza y el entorno, sino que también suponen un elemento fundamental para otras áreas. De entrada, está la cuestión económica. De ellos salen materias primas como la madera y el corcho o son la base del papel en el que se imprimen los libros que leemos. De hecho, el corcho es uno de esos elementos emergentes como vía para la reconversión verde de sectores como la construcción. Seguir extrayendo estas materias respetando el bosque es posible: una gestión responsable de los recursos ayuda incluso a mantener su buena salud.

Igualmente, la recuperación de los bosques mejora la calidad de vida de quienes viven en las áreas en las que estas iniciativas se ponen en marcha. Por ejemplo, la ONG World Vision –que apuesta por lo que llama regeneración natural gestionada por la comunidad– estimó que la recuperación del bosque había ayudado en Níger a aumentar los ingresos brutos por hogar entre 200 y 1.000 dólares y a subir la producción de cereales. Incluso han bajado en un 70% los conflictos entre pastores y agricultores en esa área, porque la recuperación del bosque ha aumentado la disponibilidad de recursos. A mejor cubierta de árboles, mayor fertilidad del suelo, más cultivos, más forraje y más disponibilidad de leña.

En el urbanismo, la inclusión de árboles ayuda a afrontar algunos de los problemas de las ciudades modernas. Varios estudios estadounidenses lo demuestran: uno en Portland estableció que con cada 100 árboles que se planten se lograba evitar una muerte temprana; y otro en Baltimore, que la presencia de árboles en zonas verdes públicas reducía la criminalidad. Los bosques urbanos, además de impactar de forma positiva en las emisiones, mejoran la salud física y mental.

Además, tener zonas verdes accesibles y próximas invita a salir de casa, por lo que sube la actividad física. En materia de salud mental, una investigación alemana concluyó que tener un árbol a menos de 100 metros de casa consigue potencialmente reducir el consumo de antidepresivos. Se han establecido también conexiones entre los árboles y la reducción del estrés y la ansiedad. Incluso refuerzan el sistema inmune de los habitantes urbanos y ayudan a afrontar las olas de calor. Son obvios refugios climáticos, pero también consiguen bajar la temperatura media de su entorno y reducir la mortalidad asociada a la canícula.

Un dato curioso ayuda a comprender los beneficios de los árboles urbanos: a nivel inmobiliario, las viviendas que los tienen cerca suelen tener un valor un 20% superior que las que no.

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