El síndrome de Caín y la rivalidad entre hermanos
La rivalidad entre hermanos, alimentada por los celos o por dinámicas familiares complejas, puede marcar profundamente a una persona. Por eso desde la psiquiatría se recomienda abordarla desde la infancia.
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El síndrome o complejo de Caín no es un término médico, sino el nombre que se le ha dado a un fenómeno universal: la rivalidad entre hermanos (o mejores amigos). El conflicto fraternal, o entre amigos que se crían como si fueran familia, ha sido un tema central de la literatura, presente en obras como El conde de Montecristo, Los hermanos Karamazov o Al este del Edén. La envidia, la traición, los celos, la incomprensión, la relación con los padres y el peso del pasado suelen jugar un papel clave en las relaciones fraternas problemáticas.
Más allá de los dramas narrados en las obras literarias, la rivalidad familiar es un problema real y extendido, que se da con frecuencia en la infancia, pero que puede generar problemas a futuro si se enquista. «La rivalidad entre hermanos es una experiencia frecuente en muchas familias y podemos considerarla una variante del desarrollo infantil. Los hermanos compiten por la atención y el amor de sus padres y discuten», explica la psiquiatra infantil y de adolescentes Abigail Huertas, autora de Solo necesito que me aceptes (RBA Editorial, 2024).
Aunque es un fenómeno común, debe causar preocupación cuando genera conflictos constantes o muy intensos, o si existen conductas agresivas y dañinas, explica Huertas.
En estas dinámicas, los hermanos compiten por la atención y el amor de sus padres
El conflicto entre hermanos puede aparecer en la vida adulta por cuestiones como disputas por asuntos familiares o desacuerdos por los estilos de vida elegidos, pero una rivalidad sostenida en el tiempo normalmente se ha fraguado durante los años de infancia. Precisamente eso hace que pueda ser reconducida a tiempo. Hay algunos factores que pueden fomentarla, así que identificarlos puede ayudar a desincentivarla. «La rivalidad entre hermanos la fomentan algunas actitudes bien intencionadas de sus padres: comparaciones constantes, percepción de que el trato es desigual, competencia por el tiempo y atención», enumera la experta.
Estas actitudes generan celos y resentimiento, pero Huertas también explica que, a veces, es el propio temperamento y personalidad de los hijos, «especialmente si son muy dispares», los que pueden generar constantes malos entendidos y conflictos.
La psiquiatra recomienda evitar las comparaciones, incluso las positivas, y reconocer y valorar las cualidades y capacidades únicas de cada hijo. Además, anima a fomentar la diferencia y a que cada niño destaque en áreas que no entren en competición con los demás hermanos. También recomienda dedicar tiempo de calidad individual a cada hijo, para mitigar la necesidad de competir por la atención.
Por último, Huertas señala la necesidad de establecer normas de conducta claras en la familia, en las que la violencia sea una línea roja que no se tolere, y subraya la importancia de guiar a los hijos para que aprendan a resolver conflictos utilizando formas de comunicación asertiva y pacífica.
Pero este complejo también puede manifestarse en otras relaciones cercanas, como en el ámbito de los amigos más íntimos. Las comparaciones y las expectativas no expresadas sobre cómo deben comportarse o apoyarse mutuamente pueden desencadenar sentimientos de abandono o traición, y la envidia puede manifestarse cuando uno de los amigos siente que el otro obtiene más atención o reconocimiento en su entorno social.
Los psicólogos recomiendan evitar las comparaciones y reconocer las cualidades y capacidades únicas de cada hijo
El coste de no encauzar a tiempos una relación tensa entre hermanos puede ser alto. En la mayoría de los casos, los vínculos familiares acompañan a una persona durante toda su vida, por lo que, si no son sanos, pueden causar mucho daño. «La rivalidad y celos entre hermanos mal gestionada puede afectar a la persona toda la vida. En las consultas vemos personas con baja autoestima, que se sienten inseguras de forma permanente. También personas con dificultad para establecer relaciones de confianza y vínculos saludables con el otro y gente con necesidad de competir constantemente que sufren por ello estrés y ansiedad», advierte Huertas.
La psiquiatra explica también que, en momentos de gran sufrimiento psíquico, afloran conflictos del pasado que no han quedado resueltos y que muchas veces son entre hermanos. Todo ello lleva a pensar en la importancia de abordar esta rivalidad desde la infancia, concluye Huertas. «Los celos y rivalidad intensa e insana entre hermanos produce gran malestar toda la vida y la falta de sensación de pertenencia al grupo familiar podría favorecer el desarrollo de una personalidad disfuncional, síntomas depresivos, abuso de sustancias o conductas autolesivas por lo que es importante que durante la crianza prestemos atención al desarrollo emocional de nuestros hijos individualmente».
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