Mujer y discapacidad: donde otros ven límites, ellas crean oportunidades
Seis mujeres, seis voces y seis vidas muy diferentes, pero con algo en común: vivir con discapacidad. Hablamos con ellas para conocer cómo se vive en la intersección de dos etiquetas cargadas de estereotipos y sesgos inconscientes: tener una discapacidad y ser mujer.
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En Las flores del mal, Charles Baudelaire señalaba que «la forma de una ciudad cambia más rápido, ¡ah!, que el corazón de un mortal». Aludiendo al poeta francés, Raquel Domínguez (Sevilla, 1973) recuerda que en España «la ley de la discapacidad es de 1982, pero una ley no puede hacer cambiar los corazones». Una de cada seis personas en el mundo tiene una discapacidad importante, según la OMS. Y Domínguez sabe que su inclusión «es un proceso cognitivo y social; es complejo quitar todos esos sesgos y lastres que se ciernen sobre las personas con discapacidad, y si bien la legislación ayuda, hay que acompañarla de un intenso proceso de sensibilización». Un reto al que ella contribuye, derribando barreras y estereotipos: a pesar de que tiene una enfermedad degenerativa que reduce la movilidad de sus brazos, practica más de cinco deportes y ha quedado primera en varias ocasiones.
La vida de María Petit (Barcelona, 1992) dio un giro de 180º cuando, tras un accidente a los 17 años, perdió la vista y el olfato: «Imagínate volver a casa sola cuando no ves absolutamente nada ni controlas nada a tu alrededor. El miedo a ser atacada o vulnerada se multiplica». Su miedo no es irracional: según la OMS, las mujeres con discapacidad tienen entre dos y cuatro veces más probabilidades de sufrir violencia. Sin embargo, estas dificultades no le han impedido convertirse en una profesional del mundo de la comunicación o realizar intrépidas expediciones como subir al Aneto, en los Pirineos.
De esa doble vulnerabilidad también habla Desirée Vila (Gondomar, 1998), quien perdió su pierna derecha a los 16 años, tras una negligencia médica: «Como mujer con discapacidad he experimentado situaciones en las que me han subestimado». A pesar de lograr el récord de España en 100 metros lisos, alega que «las expectativas sobre lo que podemos lograr son más bajas y eso es algo con lo que debemos luchar constantemente».
Cuatro décadas después de la aprobación de la LISMI (hoy Ley General de la Discapacidad) se han dado grandes pasos, pero todavía quedan muchas barreras que sortear
Por su parte, Lydia Sempere (Banyeres, 1997), primera mujer piloto profesional de automovilismo con sordera bilateral profunda, relata que ha vivido «situaciones en las que se ha puesto en duda mi capacidad no solo por ser mujer, sino también por mi sordera». Sin embargo, «más que sentirme vulnerable, esto me ha impulsado a luchar más fuerte para abrir camino a otras mujeres con discapacidad que sueñan con competir en igualdad de condiciones».
¿Cuánto hemos avanzado desde que se aprobó la Ley de Integración Social de los Minusválidos (LISMI), hoy Ley General de derechos de las personas con discapacidad? Como indica Caterina Moretti (Santiago de Chile, 1996), «minusválido dice que una persona es menos válida para algo y en realidad todos somos válidos para algo». Con 800.000 seguidores en redes sociales, esta locutora con síndrome de Down sostiene que «tenemos que hacer visibles todos los avances que se han hecho, como el derecho al voto, la educación y el trabajo, que sirva para que nosotras, por el hecho de tener discapacidad y ser mujeres, podamos tener los mismos derechos que cualquier otra persona».
Precisamente todas estas mujeres, embajadoras de la Fundación Adecco, coinciden en que la gran asignatura pendiente son los prejuicios en la sociedad. De esto sabe mucho Lidia García Cicuéndez (Madrid, 1984), con una discapacidad de tipo mental, una de las más estigmatizadas. «Cuando me sobrevino la discapacidad tenía 22 años y era más difícil encontrar empleo, en un mercado laboral muy poco habituado a la discapacidad por problemas de salud mental. Ahora, gracias a la Fundación Adecco he tenido la oportunidad de empezar laboralmente», cuenta.
En este sentido, Vila sostiene que «es clave fomentar políticas públicas efectivas y sensibilizar a las empresas». Y Moretti concluye: «No hay que tener miedo a nuestra diferencia, porque ser diferente es un valor». Solo combatiendo el miedo podremos cambiar los corazones para lograr la plena inclusión. Con estas experiencias vitales, estas seis mujeres con discapacidad muestran cada día su resiliencia, esfuerzo y capacidad de superación, desafiando mitos y abriendo caminos para un futuro más ecuánime e inclusivo para todas.
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