Internacional

¿Guerra o paz?

¿Puede el mundo escapar al conflicto entre una fuerza geopolítica emergente y una ya establecida? José María Beneyto analiza la tensión creciente entre Estados Unidos y China en su obra ‘¿Guerra o paz’ (Deusto, 2024).

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20
febrero
2025
Imagen de portada de ‘¿Guerra o paz’ (Deusto, 2024).

En este primer capítulo, desarrollamos la idea de que nos encontramos ante el mayor desafío al orden liberal-democrático creado por Estados Unidos y sus aliados que se haya conocido hasta ahora. En este sentido, sus dimensiones son distintas a las de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, debido a las características tan singulares del poder de China y al grado de interdependencia global actual.

¿Cuáles son los orígenes del «orden» en el proyecto wilsoniano y sus sucesivas refundaciones a lo largo de su existencia? Frente a la versión de una segunda Guerra Fría, sostenida por algunos expertos, que conduciría a una política de grandes potencias con reconocimiento de esferas de influencia para China y Rusia (en el Pacífico Occidental y en el Este de Europa, respectivamente), es preciso analizar la realidad del poder chino —económico y militar— y en qué consiste la reversión del orden internacional que durante ochenta años ha mantenido aceptables niveles de seguridad y prosperidad mundial.

Debemos detenernos, por tanto, en cuáles son los objetivos de la política de seguridad china y en qué medida suponen un reto a la estrategia de seguridad americana. De esta manera, la pregunta central que se comienza a plantear —y que será desarrollada en los sucesivos capítulos del libro— es si cabe una nueva refundación del orden, teniendo en cuenta las exigencias de Pekín y la propia realidad de la potencia global china. La cuestión que hay que ayudar a formular es, en consecuencia, cómo lograr comprometer a China con una adecuación del orden mundial, en vez de proceder a su sustitución.

Una fase más intensa del enfrentamiento entre Estados Unidos y China

En la segunda mitad de la década de 2020, Estados Unidos y China entrarán en una fase decisiva del enfrentamiento al que están abocados. No importan las estrategias que lleven a cabo cada una de las dos potencias o los acontecimientos que puedan tener lugar, lo que parece claro es que la tensión entre ambas no va a parar de crecer. Son unos años en los que vamos a vivir peligrosamente.

Parece estar en la lógica de las condiciones históricas y políticas que el aumento de la competencia sino norteamericana sea inevitable. Lo que no es inevitable es la guerra. Todavía es posible que los dos países desarrollen barreras de protección para impedir que el enfrentamiento creciente en el terreno económico, tecnológico y geopolítico degenere en un conflicto militar abierto.

En la segunda mitad de la década de 2020, Estados Unidos y China entrarán en una fase decisiva del enfrentamiento al que están abocados

El Partido Comunista Chino (PCCh) está convencido de que, a finales de la década de 2020, la economía china superará finalmente a la de Estados Unidos en términos de PIB a tipos de cambio de mercado. Este hecho tan deseado por los dirigentes chinos, que para los observadores occidentales puede tener un significado relativo, no lo tiene para el Comité Central del PCCh. Para China, el tamaño siempre tiene importancia y, habiendo puesto en el crecimiento económico la justificación de su conducta, para las autoridades chinas este dato es esencial.

Ser el número uno propulsará el sentido de autoconfianza, el orgullo y la seguridad de los líderes chinos, y con ello, una posición más inflexible en cualquier negociación con Estados Unidos.

Recuerdo una conversación de hace veinte años en Pekín con un alto funcionario del régimen. Le pregunté por la posibilidad de que China quisiera alguna vez, dados su impresionante crecimiento económico y su historia, ostentar la hegemonía mundial. Me contestó con una astuta sonrisa que «existía una sabiduría del número dos».

Esa «sabiduría» ha cambiado de perspectiva desde que Xi Jinping accedió al poder en 2012. Desde entonces, acuciado por la urgencia que le caracteriza, Xi se ha movido rápidamente para obtener varios fines: consolidar su autoridad política; purgar al PCCh de una corrupción rampante; deshacerse de sus enemigos en el seno del partido; domesticar a los conglomerados tecnológicos y financieros, que se habían hecho cada vez más autónomos; aplastar la disidencia interna y expandir con firmeza la influencia de China en el escenario mundial. Todo ello a través del fortalecimiento del papel central del PCCh.

Sus predecesores inmediatos — Hu Jintao, Jiang Zemin, Deng Xiaoping— creían que Pekín debía esperar pacientemente su momento, asegurando un crecimiento económico continuado y la paulatina influencia de China en el mundo a través de su integración en las estructuras del orden global existente. Xi, por el contrario, ha demostrado ser muy impaciente con el statu quo y tener prisa por desafiar el orden internacional, incluso sin excesivos reparos en asumir riesgos calculados.

¿Cuáles son las razones de esta urgencia en la conducta de Xi Jinping? Algunos analistas, los más críticos, la interpretan como consecuencia de las ansias de un ambicioso autócrata que busca rehacer el orden mundial en el sentido del PCCh. Otros piensan que se trata de responder con herramientas de la tradición leninista a las grietas de un sistema político desbordado por las exigencias de una nueva sociedad.


Este texto es un fragmento de ‘¿Guerra o paz’ (Deusto, 2024), de José María Beneyto. 

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