Internacional

EEUU y China, ¿del ping-pong a la nueva guerra fría?

Unos jugadores de ping-pong se convirtieron en los años 70 en los primeros visitantes oficiales estadounidenses en China en décadas y rompieron la tensión acumulada durante la Guerra Fría entre EE. UU. y el país asiático. Medio siglo después, lo que había logrado la «diplomacia del ping-pong» parece perdido. Las relaciones chino-estadounidenses vuelven a ser altamente tirantes. Y esto puede tener consecuencias serias.

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12
julio
2023

«Alguien me dijo que la paz mundial estaba en mis manos, pero yo solo fui a jugar al ping-pong». Cuando Forrest Gump –interpretado por Tom Hanks– pronuncia estas palabras, lo hace para recordar los partidos amistosos que el equipo nacional de tenis de mesa estadounidense jugó en Pekín en 1971 en un campeonato que cambiaría los equilibrios globales. Invitados por Mao Zedong, encumbrado entonces como líder absoluto de la República Popular de China, los miembros de la delegación se convirtieron en los primeros representantes de Estados Unidos en poner un pie en territorio chino en más de dos décadas. Perdieron, quizá como muestra de respeto ante el anfitrión, pero eso era lo de menos: el encuentro supuso el inicio del deshielo de las relaciones entre dos países que llevaban mucho tiempo sumidos en las tensas dinámicas de la Guerra Fría.

Prueba de ello es que un año después, el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, visitó a Mao en un encuentro histórico que pondría fin al aislamiento internacional de China y daría comienzo a la cooperación entre ambas potencias. Ahora, medio siglo más tarde de lo que se conoce como «la diplomacia del ping-pong», ya no son pequeñas pelotas de plástico lo que Washington y Pekín intercambian de un lado al otro del tablero, sino acusaciones.

«Las relaciones entre ambos países han caído a sus profundidades más oscuras desde el encuentro entre Nixon y Mao», sostienen los investigadores Scott Kennedy y Wang Jisi en un estudio del think tank estadounidense Center for Strategic and International Studies (CSIS). Aunque es difícil definir el inicio concreto de esta espiral de tensión, este se señala con frecuencia en la guerra comercial que el expresidente Donald Trump comenzó en 2018 al imponer numerosos aranceles a centenares de productos chinos. Las hostilidades entre las dos mayores economías del planeta, sin embargo, no solo no se mitigaron con el parón mundial que supuso la pandemia del coronavirus, sino que parecen haberse incrementado durante la Administración demócrata de Joe Biden. La visita del pasado verano de Nancy Pelosi –en ese momento presidenta de la Cámara de Representantes– a Taiwán abrió la caja de los truenos.

Las decisiones de la Administración Trump pusieron al límite la relación diplomática chino-estadounidense, pero las de Biden no han reducido tensiones

China, que reclama como suyo el territorio aunque este actúe como un Estado de facto, interpretó la decisión de la máxima exponente del poder legislativo estadounidense como una provocación. Estalló así una crisis diplomática que escaló hasta el ámbito militar: desde entonces, el ejército chino realiza con frecuencia maniobras (algunas a gran escala) alrededor de la isla y los temores sobre una posible invasión china a Taiwán se antojan cada vez más reales.

El acercamiento que Biden y el presidente chino, Xi Jinping, escenificaron luego en noviembre en la cumbre del G20 celebrada en Bali al reunirse inesperadamente acabó por convertirse en una mera coreografía vacía de significado. Ambos líderes se comprometieron a «mantener las líneas de comunicación abiertas» y a evitar que la competencia se convirtiera en un enfrentamiento abierto. «No hay peligro de una nueva guerra fría», dijo entonces el mandatario estadounidense. No obstante, las buenas intenciones que escondían esas promesas empezaron a resquebrajarse a inicios de 2023, cuando un globo aerostático chino penetró en el espacio aéreo norteamericano. El Pentágono pronto denunció que era un instrumento de espionaje, mientras que el Gobierno chino atribuyó lo sucedido a un «error de cálculo» que provocó que un globo meteorológico se desviase de su recorrido. Un cruce de acusaciones que volvió a disparar la tensión.

A este viaje en montaña rusa hay que sumarle las derivadas de la turbulenta atmósfera geopolítica que ha provocado la guerra en Ucrania. Un conflicto en el que tanto Estados Unidos como China juegan su papel. El primero apoyando económica y militarmente a Kiev –o Kyiv, según la grafía ucraniana– y sancionando, junto con sus aliados, a Rusia para intentar frenar su maquinaria bélica. El segundo lo ha hecho atrincherándose en una aparente posición de neutralidad que le ha envalentonado a postularse como mediador del conflicto y que ha generado recelos en Occidente. Sobre todo porque viene precedida de esa «amistad sin límites» que Xi y el presidente ruso, Vladímir Putin, declararon en febrero de 2022, días antes de que el Kremlin se lanzase a invadir el país vecino.

«Nos encaminamos hacia un enfrentamiento entre grandes potencias», señalaba el exsecretario de Estado estadounidense Henry Kissinger en una entrevista a la revista The Economist en mayo. A su juicio, esto se debe a que «ambas partes se han convencido a sí mismas de que el otro representa un peligro estratégico». Por un lado, defiende en su conversación, Pekín ha llegado a la conclusión de que Estados Unidos hará cualquier cosa para mantener a China a raya, mientras que Washington insiste en que China intenta arrebatarle el puesto de primera potencia mundial. Para Kissinger, uno de los mayores expertos en relaciones internacionales y artífice de la «diplomacia del ping-pong», evitar el conflicto entre ambas superpotencias es tan necesario como urgente: «Tienen menos de diez años», detalla en la entrevista, en la que ofrece una serie de consejos para evitar la Tercera Guerra Mundial. Todos ellos derivan en una misma conclusión: que China y Estados Unidos «aprendan a convivir» y para ello, sostiene, «primero hay que bajar la temperatura y luego, poco a poco, construir confianza y una relación de trabajo».

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