ENTREVISTAS

«Abandonar la senda del centro es el camino hacia la perdición»

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Noemí del Val
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19
febrero
2020

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Noemí del Val

A juzgar por los títulos que se acumulan hoy en los estantes de las librerías, llega un momento en la vida de toda figura política en el que hay que publicar unas memorias. Y más cuando tu trayectoria se extiende a lo largo de varias décadas. José Manuel García-Margallo (Madrid, 1944), ex ministro de Asuntos Exteriores con Mariano Rajoy y ahora diputado en el Parlamento Europeo, escribe sus recuerdos políticos en un volumen que ha titulado ‘Memorias heterodoxas’ (Península), en el que repasa en 19 capítulos toda su carrera, desde los comienzos hasta el futuro, ese momento del tiempo que nunca tiene quien lo escriba con exactitud.


¿Qué es para usted el extremo centro?

Cuando yo entré en política, siendo muy joven, el extremo centro era buscar una tercera España que no fuese ninguna de las dos que se enfrentaron en la Guerra Civil. Y, en mi evolución, ha sido siempre una posición marcada por los rasgos que definen a los partidos que están dentro del perímetro de lo que se llaman democracias liberales por oposición a democracias y liberales.

Dice en su libro que con el tiempo comprendió que no había una sola percepción del mundo, sino tantas como individuos. ¿Esto significa que tampoco hay una sola percepción de ese espacio político?

No, por supuesto que no. El extremo centro, en los partidos de centro, como el Partido Popular Europeo, mayoritario en Europa, tiene que abarcar sensibilidades y percepciones distintas. Eso sí, siempre que se respeten esos principios fundamentales que definen el perímetro de un partido de centro. Pero, por supuesto, hay percepciones diferentes.

Usted nunca aprobó la «derechización» del Partido Popular. De hecho advirtió que no había que dejarse contaminar por los discursos de los partidos que estaban compitiendo con él. ¿Considera un error la foto de Colón?

A mí no me gustó, no fue un acierto, y no soy dudoso de ser poco patriota. Si hay algo que me ha definido es mi pasión por España, y no lo he ocultado jamás. En el libro hay un pie de página sobre el 23 de febrero de 1981 en el que cuento que me dolió oírle decir al Teniente Coronel Tejero «Por fin se puede gritar ¡Viva España!». Yo siempre he dicho «¡Viva España!» y literalmente me emociono diciéndolo, pero nunca lo utilizo como algo frente a alguien. En esto, las religiones tienen siempre un fondo muy profundo. Ya lo dice el segundo de los mandamientos: no utilizarás el nombre de Dios en vano. No soy el titular de España ni la percepción que yo tengo de ella es la única, pero yo quiero un país inclusivo en la que quepan todos los que lo quieran, cualquiera que sea su visión. No voy a hablar de Mientras dure la guerra, de [Alejandro] Amenábar, pero era evidente que en la Guerra Civil se enfrentaron dos concepciones antagónicas de España. Cuando se me ha preguntado por el momento más emotivo de mi vida política, siempre he dicho que fue cuando Adolfo Suárez, que se había quitado la camisa azul hacía veinticuatro horas, saludaba a Dolores Ibárruri, la Pasionaria, en el hemiciclo del Congreso. Y estamos hablando de 1977.

«No ha habido gestión en Cataluña, solo ensoñación independentista»

¿Por qué algunos identifican al Partido Popular con Vox?

Yo creo que nosotros coincidimos con Vox en muchas cosas: en el amor a España, en la defensa de su unidad… Pero tenemos una concepción distinta de cómo hay que vertebrarla. Ellos creen que hay que tener un modelo centralista y yo creo en que España es plural y que el traje que mejor le cuadra es el régimen autonómico. Es evidente que tiene defectos y que hay que corregirlos, pero eso no quiere decir que haya que suprimir las autonomías. También nos separamos en lo que es la concepción de Europa. Nosotros queremos los Estados Unidos de Europa y somos claramente favorables a las instituciones internacionales, y ellos quieren recuperar soberanías. Santiago Abascal, en el libro que hace con Fernando Sánchez Dragó (España vertebrada) es extraordinariamente crítico con las Naciones Unidas. Para Vox, todo lo que sea compartir soberanías con otros estados miembros en organizaciones internacionales es algo que hay que aceptar, pero de mal grado. Yo no solo creo que haya que aceptarlo, sino que además hay que reforzarlo. Entonces, si nos identifican con Vox, nuestro camino va a ser corto. Lo que cuento en el libro es que solo desde una posición de centro se pueden ganar unas elecciones y solo desde posiciones de centro se pueden hacer las reformas que este país necesita. Por eso me congratuló mucho que Casado reafirmase que somos un partido liberal y reformista.

¿Pero de quién fue el error de la foto en Colón: de Casado o del partido?

No lo sé. Yo creo que fue un error del Partido Popular y de Pablo Casado, de los dos.

En las elecciones siguientes, en abril de 2019, el Partido Popular perdió 3,6 millones de votos y pasó de tener 137 escaños en 2016 a 66…

El Partido Socialista o Pedro Sánchez tiene verdadero interés en presentar al Partido Popular como un partido escorado a la derecha y como una especie de marca blanca del derechismo. La historia explica que cuando el centro derecha elige como su interlocutor a un partido demasiado escorado a la derecha, pierde las elecciones. Cuando Alianza Popular sustituye a Unión de Centro Democrático en 1982, Alianza Popular tiene cien escaños y no puede pasar de esos cien. Y eso está alentado desde el Partido Socialista, que siempre ha aspirado a un bipartidismo imperfecto. Eso cambió cuando en el Congreso de Sevilla Alianza Popular se convirtió en el Partido Popular e ingresó en las filas del Partido Popular Europeo, con los grandes partidos de centro. Por tanto, abandonar esa senda centrista es el camino más seguro hacia la perdición.

Margallo

El 10 de enero de este presente año, cuando se supo que Arancha González Laya sería ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación en el Gobierno de Pedro Sánchez, usted tuiteó, entre otras cosas, lo siguiente: «Me tiene a su disposición para defender los intereses de España». Reconocerá que, en estos tiempos de confrontación, es raro que alguien del partido de la oposición muestre su apoyo al gobierno.

No es nada raro. Servir a España, especialmente dentro de tus fronteras, me parece que es algo que tenemos que hacer. Obviamente, es algo que chirría con las decisiones que tome el gobierno, porque yo no voy a apoyar nunca a Maduro en contra de Guaidó, pero si hay un Ministerio de Asuntos Exteriores que represente a España, lo normal es acudir en su ayuda. Yo tuve la colaboración de mis colegas socialistas cuando estábamos «peleando» por entrar en el Consejo de Seguridad de la ONU. Siempre lo digo: se trata de poner los intereses de España por encima de los intereses del partido y los personales.

¿Cómo ve Europa, ahora que se ha aprobado el Brexit? El Parlamento Europeo ha aprobado -621 a favor, 49 en contra y 13 abstenciones- el acuerdo de salida del Reino Unido de la Unión Europea…

Creo que el gran error de Cameron fue convocar dos referéndums: uno sobre Escocia y otro sobre la Unión Europea para suturar las heridas del Partido Conservador, y le ha salido mal. Y ya veremos qué pasa en Escocia, porque el Parlamento escocés ya ha aprobado que quieren un segundo referéndum. Si Westminster concede la posibilidad o el permiso para que ese referéndum se produzca, Escocia se irá para seguir en la Unión Europea y el Reino Unido volverá a las fronteras que tenía en 1700, lo cual es una catástrofe.

¿Cree que con Cataluña ha sucedido algo parecido?

No tengo la menor duda. Cuento en el libro con mucha claridad que Artur Mas da el salto del autonomismo al independentismo para obviar las críticas que se estaban haciendo por su gestión, y en el momento en que se envuelve en la bandera eso es lo importante. Torra acaba de anunciar su fracaso político al convocar elecciones… Es que no ha habido gestión en Cataluña, solo la ensoñación independentista.

¿La cárcel es la solución?

La cárcel fue la consecuencia ineludible, porque en un Estado de Derecho lo que tienes que hacer es cumplir la Ley. En todos los estados compuestos hay dos principios: lealtad federal y de coerción federal. Si se infringe el primero, tiene que operar la coerción federal. Lo otro es que no haya un Estado de Derecho, y eso no puede ser. Por eso yo quise que se aplicase el artículo 155, para evitar la votación del 9 de noviembre del 2014, que es el origen de todas las desgracias que han venido después, incluida la judicialización del proceso y el envalentonamiento de los separatistas, que dicen que aquí no va a pasar nada grave.

«Yo siempre he dicho «¡Viva España!» y literalmente me emociono diciéndolo, pero nunca lo utilizo como algo frente a alguien»

La delegada del Gobierno para la Violencia de Género, Victoria Rosell, propuso aplicar –en tono irónico, según dijo ella misma más tarde– el 155 en Murcia para suprimir el pin parental. 

Me parece una majadería. El derecho de los padres a elegir para sus hijos el proyecto educativo que más coincida en términos filosóficos, morales y religión, está consagrado en el artículo 27.3 de la Constitución. Y no está consagrado por casualidad: es otra causa de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre en 1948, que habla no ya del derecho de los padres, sino de los deberes naturales de los padres en este tema. Eso tampoco es por casualidad. ¿Y qué es lo que pasa? Pues que los decretos en los que se aprueban los currículos escolares tienen que respetar la Constitución, y si no se respeta, para eso está la Alta Inspección, el Consejo Escolar y el recurso a los tribunales. Pero en Murcia no había ningún caso de desconocimiento de los padres. Por tanto, ¿qué es eso del pin parental y por qué estamos hablando de ello? Me parece una discusión completamente artificial en la que hemos caído de forma muy torpe, a pesar de que la gran torpeza fue de la ministra de Educación (Isabel Celaá) cuando dijo que los hijos no son propiedad de los padres. Obviamente no lo son –aunque en Derecho Romano sí lo eran–, pero es que nadie está hablando de eso, sino de la responsabilidad de los padres respecto a los hijos y de los deberes naturales. ¿Vamos a aplicar el 155 para eso? Me parece completamente absurdo. Si creen que un decreto no es constitucional, que miren en la jurisdicción contencioso administrativa.

Margallo

Decía Frank Underwood en House of Cards que el poder es como las propiedades: importa la localización. Cuanto más cerca se esté de la fuente, más valdrá la propiedad. ¿Soraya Sáenz de Santamaría entendía que si alguien del partido no estaba a su favor era porque creía que estaban en su contra? Según cuenta en el libro, decía que no había más vicepresidenta que ella.

Soraya estaba convencida de que ella era la sucesora natural de Rajoy, y que esa sucesión se iba a producir más pronto que tarde, porque éramos todos conscientes de que en el gobierno que entrábamos se iban a tener que abordar una serie de reformas tan impopulares que nuestra andadura iba a ser corta. Nosotros lo sabíamos. Como cuento en el libro, ese grupo encabezado por Soraya pensaba suceder a Rajoy en cuanto se perdieran las elecciones, y tendrían tiempo, porque eran jóvenes y ya llegarían tiempos mejores. La tesis de Miguel Arias-Cañete es que él no quería jugar a perder las elecciones y que había que hacer lo posible por ganarlas para que Rajoy tuviese una larguísima vida. Ese fue el problema.

Pero Arias-Cañete cayó y era amigo íntimo del presidente… ¿Podía uno fiarse de Mariano Rajoy?

Yo siempre me he fiado de Mariano Rajoy, lo que pasa es que en casi todos los temas había distintas escuelas de pensamiento. El sector en el que yo estaba era el sector –curiosamente– más reformista: Luis de Guindos y la del sector financiero, José Ignacio Wert y la de la educación, Alberto Ruiz Gallardón intenta hacer la reforma de la justicia, yo hago toda la reforma del sector exterior… Soraya, por temperamento, es mucho más conservadora. La reforma de la Administración, que era la CORA (Comisión para la Reforma de las Administraciones Públicas), era la menor de las reformas que se podían hacer, y su ministro Montoro –digo «su ministro» porque estaba en ese campo– se negó a una reforma del sistema fiscal en su totalidad y se negó a la reforma del sistema de financiación autonómica que vencía en 2014.

Sáenz de Santamaría no veía bien aquel grupo –llamado G8- formado por Miguel Arias Cañete, Ana Pastor, Jorge Fernández Díaz, José Manuel Soria, José Ignacio Wert , Rafael Catalá, Isabel García Tejerina y usted. De ese grupo –salvo Pastor, García Tejerina y Catalá– todos quedaron fuera del gabinete que formó Rajoy después de las elecciones de 2016.

No, no lo veía bien. A ella, todo lo que escapase a su control, no le gustaba nada. Y, en este caso, simplemente había un sector que ella no controlaba.

¿Qué es para usted la lealtad?

Decir siempre lo que piensas al señor que manda.

¿Aunque no le guste?

«El gran problema de los partidos es que la gente no se atreve a decir su opinión hasta saber cuál es la inclinación del que manda»

Aunque no le guste. Eso es lealtad. Y eso te lleva a que puedas perder el puesto de trabajo. El gran problema que tienen los partidos políticos es que la gente no se atreve a manifestar sus opiniones hasta saber cuál es la inclinación del que manda en ese tema, porque igual está en contra, lo cual es la fórmula más exacta para equivocar a una persona. El ejemplo más reciente –y siento citarlo, porque es alguien a quien aprecio– es Albert Rivera: llegó un momento en que en su segunda fase cayó en el «cesarismo». Adolfo Suárez también tuvo que ceder cuando entró en una segunda legislatura y prescindió de todos los llamados «barones», los personajes más importantes de su partido, entonces entró en decadencia… Lo peor que puedes es hacer es responder «yes, Minister!». En el ministerio teníamos unos consejos de dirección que eran absolutamente abiertos y tormentosos y todo el mundo se oponía o me llevaba la contraria, hasta que decía: «De acuerdo, ya os he oído a todos. Ahora se hace esto». Pero lo hacía oyendo a todo el mundo.

¿Sigue mirando las esquelas del ABC?

No. Yo ya estoy en otra vida. Estoy en el Parlamento Europeo y es obvio que no tengo ningún recorrido en la política interna. Mis ambiciones están colmadas y ahora lo que quiero es hacerlo lo mejor posible en Europa y seguir desde donde pueda, intentando que haya una alternativa de centro que sea capaz de evitar la deriva del actual gobierno y, eventualmente, convertirse en alternativa de gobierno. Eso lo haré dentro de un partido, colaborando en lo que pueda a que se forme un movimiento ciudadano parecido a lo que fue la Agrupación de Intelectuales al Servicio de la República, transversal y dispuesto a defender lo que es el perímetro de la Constitución y a denunciar cualquier acción de gobierno –del nuevo gobierno– que se salga de ese perímetro, que es donde estamos en este momento.

¿Le dejarán?

No hay más límites a la acción política de una persona que los límites que ella se quiera imponer. Otra cosa es que salga o no, pero hay que intentarlo.

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