ENTREVISTAS

«Ruedo películas sobre guerras con la esperanza de que no se repitan»

Hay una faceta de Angelina Jolie que la prensa masiva deja de lado: su militancia por los derechos humanos y su condición de embajadora de Acnur.

Fotografía

Gage Skidmore
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19
marzo
2018

Fotografía

Gage Skidmore

Hay una faceta de Angelina Jolie que la prensa masiva deja de lado, deslumbrada por su condición de estrella de Hollywood: su militancia por los derechos humanos y su condición de embajadora de Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados. La experiencia la empujó hace unos años a ponerse detrás la cámara y se ha labrado una carrera como directora, con películas de denuncia social. La última, ‘Se lo llevaron: recuerdo de una niña de Camboya’, narra la transformación de una niña de clase alta en esclava rural primero, y soldado después, durante la época de los Jemeres Rojos.


¿Qué te aporta dirigir?

Mucho. Cuando eres actriz, te tienes que conformar con tu personaje y no puedes participar en cómo va a quedar la historia final. Como directora, yo puedo participar en cada faceta de la realización cinematográfica, incluso decidiendo cuál es la música que vamos a usar. Obviamente, requiere de un esfuerzo mucho mayor. Es un compromiso que se va a llevar un año y medio de tu vida, mientras que, como actriz, como mucho una aporta dos o tres meses de trabajo. Por eso, como directora, tiene que ser una película que me apasione.

Tu última película es menos brutal que otra que también habla de Camboya durante el régimen sangriento de los Jemeres Rojos, ‘Los gritos del silencio’. ¿Por qué suavizaste el tono?

No sé si estoy muy de acuerdo, porque son historias muy diferentes. A mí me encanta Los gritos del silencio, pero el héroe de esa película no es el mío y el lenguaje que habla no es camboyano. Ni siquiera fue filmada allí. Yo quería contar una historia desde dentro, que tuviera que ver con el pueblo camboyano y que fuera contada por ellos. Mi intención no era que fuese menos brutal, porque el abuso de los niños es muy duro y bastante específico. Pero también me interesaba mostrar la belleza del amor, de la familia y de la gente camboyana. En mi corazón, espero que la audiencia, además de comprender por lo que pasó toda esta gente, también admire a Pa por lo buen padre que es. Que aprendan sobre la cultura, el mundo rural y la religión del lugar. El filme no trata solamente sobre los horrores, porque intenta ayudarnos a avanzar. Además, como está contada desde la mirada de una niña, hay muchas cosas a las que ella no les presta atención. Si hay un cadáver en la calle, ella va a tratar de evitarlo, no va a correr hacia él.

«Tenemos la obligación de actuar. Ya no podemos decir que no nos enteramos de lo que pasa»

En las películas que has dirigido, muestras atrocidades. ¿Qué te lleva a tocar estos temas?

Es una suma de cosas. Por un lado, he conocido en mi trabajo con las Naciones Unidas lo que esos países han experimentado y siempre quise entender más, profundizar en ciertos temas, como fue la guerra civil en Bosnia. En el caso particular de Camboya, conocía su historia bastante bien, pero sentía que el país nunca se había atrevido a hablar de este tema de la manera en que yo sentía que se tenía que hacer. No me parecía que hubiera habido una película que le hablara a los jóvenes camboyanos de la manera que lo quería hacer yo. Sabía que no se les contaba en las escuelas lo que pasó, al menos de esta manera. Había algo que faltaba en las conversaciones sobre este tema y, como mi hijo es camboyano, yo quería que Maddox aprendiera sobre esta historia, y por eso decidí que este era un viaje en el que me quería embarcar. Ya he explorado el tema de la guerra en mis películas previas. En el primer filme, traté de cómo la guerra afecta a la gente que se quiere y de qué manera esta los separa, y, en Invencible, hablé de cómo uno mantiene su voluntad, su fortaleza, y cómo hace para sobrevivir. Pero me atrajo la idea de contar un conflicto bélico desde la mirada de los más vulnerables, en este caso la niña, tratando de mostrar lo que ella siente y cómo le ha afectado la propaganda, y cómo es vivir en una situación así. Y que mis hijos pudieran aprender de su experiencia.

¿Una película así puede curar heridas?

No sé si se puede curarlas. Pero una siempre tiene la esperanza de que, si haces películas que hablan sobre la guerra, vas a ayudar a que no existan más. Yo creo que educar puede traer cambios. Es un momento muy difícil del mundo en el que estamos sufriendo muchas guerras que no se terminan, y hay demasiada desesperación. Hay muchos niños que experimentan el tipo de vida que lleva la protagonista de la película, y no estamos siendo capaces de unirnos para intervenir de la manera en que deberíamos hacerlo. Ya no podemos decir que las cosas ocurren porque no nos enteramos. No sé cuánto puede ayudar una película como esta, pero sí puede servir para recordarnos lo que está pasando en el mundo. El 70% de los camboyanos tiene menos de 30 años y son el futuro de ese país. Si ven esta película y no quieren que la historia se repita, tal vez puedan aprender de lo que pasó, porque son ellos los que van a llevar ese país hacia adelante.

¿De qué manera tu comprensión de lo que ocurre en otras partes del mundo forma tu postura frente a guerras en las que no has estado, como las de Siria y Gaza?

Yo creo que, en lo que respecta a la condición humana, mi mirada es exactamente igual que sobre otros conflictos. Toda la gente quiere lo mismo, saber que su familia está segura, vivir dignamente y tener sus derechos humanos básicos protegidos. Tendríamos que tener más en cuenta las similitudes, porque tendemos a ver los casos de cada país como si fueran muy diferentes entre sí, y no lo son. La crueldad, la falta de humanidad, la opresión y el odio están en cada uno de estos casos. Es algo que tenemos que derrotar, y valorar a la gente que lidia con esas cosas. El mundo está lleno de héroes en ese sentido. Cuando pensamos en la Segunda Guerra Mundial, el corazón se nos llena de agradecimiento por los héroes que defendieron la libertad. Pero hay muchos héroes que hoy en día están luchando en las guerras que tienen lugar en este momento. Tenemos que ayudar a que sus voces sean escuchadas, porque el mundo tiene que cambiar. Tal vez quien haya visto esta película, si se topa con una niña en una zona de guerra, pueda saber cómo hablar con ella y cómo brindarle el apoyo que necesita. Yo creo en la justicia, y me parece que, si no la hay, es muy difícil hablar de perdón. Yo suelo hablar con mis hijos y les digo que no quiero que tengan rencor, que no le deseen el mal a nadie ni odien a los demás. Pero no hay que olvidarse de que, por un lado, está la justicia y, por el otro, el comportamiento criminal. La crueldad existe y hay cosas contra las que uno tiene que luchar. Por lo tanto, para poder llegar a un lugar de paz y perdón, primero hay que hablar del crimen, y tienes que asegurarte de que no se repita. Me parece que Camboya es un buen ejemplo, porque Pol Pot murió en la jungla siendo abuelo y los tribunales aparecieron solo hace unos años. Cuando comencé a viajar allí, había mucha gente que decía que esas cosas no habían ocurrido. Incluso hace diez años, había gente que no quería hablar del tema. Es importante que tanta gente valiente se haya atrevido a hablar en los tribunales. Aunque la cantidad de condenados sea pequeña, aunque la justicia no haya sido masiva, quedó en claro que allí ocurrió un crimen. Y eso ha servido para establecer que hubo víctimas y que hubo victimarios. Esa es la razón de que pudiéramos hacer la película unos pocos años después del juicio, porque ahora ese país está respirando un poco mejor, ya que ha habido alguna forma de justicia.

Has hecho gran parte de tu trabajo humanitario en países donde opera la CIA. ¿Has observado alguna prueba concreta de sus acciones?

No sé si me he dado cuenta de algún hecho específico, pero cada vez que viajo a otro país, siento que la situación ha empeorado debido a nuestra política exterior, y estoy muy segura que la CIA algo tendrá que ver con eso. He visto cómo se percibe a los Estados Unidos ahora, de una manera diferente, en el extranjero.

¿Cómo ha cambiado esa percepción?

Años atrás, cuando viajaba por regiones muy aisladas del planeta, si yo decía que era norteamericana la gente me recibía con mucho entusiasmo y yo pensaba que vivía en el mejor lugar del mundo. Ahora, ser norteamericana no te pone en una situación ventajosa. La gente cuestiona la actitud de Estados Unidos y no puede creer que yo, siendo norteamericana, viaje hasta allí con la intención de ayudar, lo cual no refleja la naturaleza de los norteamericanos, que suelen ser gente muy generosa y que se preocupa por los demás. Eso ha sido demostrado por todo lo que han hecho otros compatriotas míos en el exterior y por la cantidad de dinero que se dona para obras de beneficencia en otras partes del planeta, pero eso no es lo que lo que nuestro Gobierno le ha mostrado al mundo en los últimos años.

¿Qué situaciones se te han quedado grabadas de la época en que viajabas por el mundo?

Todas fueron muy impactantes. Creo que las más interesantes fueron a la vez las más peligrosas, como cuando me metí en ciertas zonas de conflicto, desde Sierra Leona a Irak, pasando por Afganistán, lugares en donde te sientes superada por todo lo que está ocurriendo a tu alrededor y, a la vez, estás aprendiendo muchísimo de la gente que te encuentras en el camino. Ahora tengo que pensar en función de mis hijos, y me planteo en términos de grupo familiar adónde vamos a ir y qué es lo que vamos a hacer. Me encanta estar en Camboya y disfruté mucho de estar con ellos durante el rodaje de esta película. Nos pasamos cuatro meses allí, viviendo en el campo, por lo que fue algo muy especial. De todos modos, yo creo que la mejor aventura es la siguiente, porque siempre estoy esperando encontrar una próxima.

Tuviste la valentía de levantar tu voz respecto a tus operaciones de cáncer de mama, para ayudar a otras mujeres.

Probablemente, es una necesidad que me surgió por haber perdido a mi madre. Yo quiero que otras mujeres conozcan todo lo que puede llegar a ayudarlas, porque me siento muy conectada a ellas.

«La política de Estados Unidos ha empeorado la situación en muchas partes del mundo»

¿Y eso no tiene un coste para ti?

Supongo que sí. Pero también tiene su coste vivir tu vida en silencio o saber que las otras mujeres están sufriendo en silencio. Por eso, prefiero irme a dormir sabiendo que he hecho todo lo posible por las causas correctas.

¿Cómo lidias con el miedo a la enfermedad?

Me concentro en que las cosas podrían ser mucho peores de lo que son. Estoy feliz de no tener cáncer y de haberme hecho las cirugías preventivas que, si todo sale bien, van a evitar que yo desarrolle la enfermedad. Aun si la tengo, va a demorarse unos años, y también va a pasar un tiempo hasta que necesite quimioterapia, y el poder tener esa tranquilidad justifica el esfuerzo. De todos modos, a veces siento que mi cuerpo ha tenido que pagar un precio por todas las cosas que tuve que hacer. Además, este último año ha sido muy difícil emocionalmente, y he tenido otros problemas de salud en los últimos años, por lo que este es un tema que tengo que vigilar. Lo que trato de hacer es reírme tanto como puedo, porque, si estamos estresados, nuestros hijos lo perciben. Por eso, creo que ellos necesitan percibir que también disfrutamos. Así que trato de pasar bien cada día, amando y riéndome tanto como puedo.

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