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Manuel C. Ortiz de Landázuri

«Satisfacer apetitos inmediatos nunca va a solventar las carencias de fondo»

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22
mayo
2025

Un recorrido filosófico por el lugar que ha ocupado el deseo en la construcción de nuestro mundo. Ese es el viaje que propone Manuel C Ortiz de Landázuri, profesor de Historia de la Filosofía Antigua, Ética y Filosofía de la Naturaleza en la Universidad de Navarra, en su obra ‘La civilización del deseo’ (Siglo XXI Editores), donde reúne a las figuras de Platón, Nietzsche, Aristóteles, Freud, Epicuro o Adler.


¿Por qué plantear un recorrido histórico por el concepto del deseo, su evolución y su lógica interna?

El deseo no se ha estudiado de forma sistematizada a lo largo del tiempo. Muchos autores han hablado del deseo pero también se ha confundido o mezclado con otros conceptos como el placer, la voluntad, el corazón o los afectos. Además, otra razón de fondo es que hoy vivimos en una sociedad donde se nos estimula constantemente, se generan múltiples deseos pero estamos profundamente insatisfechos. Con el libro quería recuperar el ideal de filosofía práctica y ofrecer respuestas para este problema.

«Vivimos en una sociedad donde se generan múltiples deseos pero estamos profundamente insatisfechos»

A pesar del papel central que juega en nuestras vidas, ¿sabemos realmente qué es el deseo?

Existen pensadores que han alumbrado el concepto del deseo y varios de ellos están presentes en el libro. Sin embargo, la sociedad actual ha identificado el deseo con los apetitos inmediatos. Se ha traducido todo a esta lógica. Así, encontramos cómo las relaciones humanas se entienden como experiencias que se consumen o cómo las redes sociales buscan la presentación constante de estímulos frente a los que debemos reaccionar.

«El monarca más poderoso del siglo XVIII vivía de una forma más miserable que cualquier individuo de clase media occidental del siglo XXI», señala usted en el libro. Sin embargo, parece que nunca es suficiente. ¿Cuánto tiene que ver esta insatisfacción permanente con el vínculo entre deseo y carencia?

En la satisfacción podemos encontrar un polo objetivo y otro subjetivo. Es evidente que hay una serie de necesidades básicas que si no están cubiertas conllevan a cierta insatisfacción. Ahora bien, también hay una parte subjetiva que tiene que ver con el hecho de que yo puedo cultivar la carencia. El haber simplificado el deseo a la lógica de los apetitos hace que, muchas veces, la carencia esté más presente. La realidad nos dice que satisfacer apetitos inmediatos nunca va a solventar las carencias de fondo. Es necesario generar ciertos hábitos. Erich Fromm en El arte de amar señala que cultivar una disposición afectiva, aunque la vida dé vueltas y no siempre se esté satisfecho, al menos consolida una fórmula que permite ordenar los deseos y no estar en una permanente insatisfacción. Obviamente esto es difícil, requiere de cierta práctica, disciplina y una educación que no suele incidir en esta línea.

«Las relaciones humanas se entienden como experiencias que se consumen»

«El problema del deseo es en realidad el problema del autoconocimiento», es algo que nos dejó Platón como legado. ¿Hay que preguntarse por qué deseamos lo que deseamos?

Esto sería lo ideal pero requiere de una capacidad reflexiva que no todo el mundo es capaz de desarrollar. Con frecuencia, el problema del deseo es no pararse a pensar cuál es el objeto real del mismo. ¿Detrás de mi deseo qué es lo que realmente se esconde? Si reflexiono sobre ello quizás encuentre una carencia que no requiere de satisfacción inmediata sino una solución más compleja. Un ejemplo prototípico es preguntarse, «¿por qué quiero comprarme el último móvil de moda o un reloj super caro?». No se trata de no comprar cosas pero sí saber que, quizás, detrás de mi adquisición estoy buscando un estatus o simplemente una satisfacción inmediata para escapar de una realidad cotidiana insatisfactoria. Si entiendo por qué deseo las cosas me voy a conocer mejor y puede que descubra cómo alcanzar la alternativa adecuada para conseguir su satisfacción.

También son varios los autores que abogan por el fomento y la generación de hábitos. ¿Debemos practicar más la demora de la gratificación?

Es cierto que si buscamos que todo sea inmediato luego resulta más complicado saber esperar. No obstante, no creo que se trate de demorar la gratificación simplemente por hacerlo, sino que tiene que haber un motivo de fondo para ello. La clave es preguntarse si quiero vivir una vida volcada a la satisfacción constante o quiero tener cierto dominio. Los estoicos consideran que saber las razones de tus acciones te hace más libre, dueño de tu vida y te permite construir mejores relaciones humanas y tener mayor capacidad de concentración.

«No hay que negar el deseo sino darle la forma adecuada»

Epicúreos y estoicos encuentran un nexo en la idea de que «cuanto menos se desea, uno vive más tranquilo». ¿Es realmente posible negar o someter el deseo a la razón?

Los propios estoicos eran un poco escépticos de que alguien, más allá de Sócrates, pudiera lograrlo. Al final la idea más adaptativa va en la línea de pensamiento de Platón y pasa por integrar los deseos en la razón. «Cuando los deseos están en su lugar se vuelven más bellos», decía el filósofo griego. No hay que negar el deseo sino darle la forma adecuada, integrarlo en la razón. Una forma de conseguir integrar deseo y voluntad es a través del amor. Cuando yo amo verdaderamente a una persona quiero lo mejor para ella y, además, es lo que yo deseo.

«El sexo lo ha invadido todo y se habla de él sin ningún tipo de barrera o límite», dice también en el libro. ¿Qué reflexión podría hacerse en relación al deseo sexual?

El deseo sexual lo hemos entendido desde una perspectiva un poco simplista y se ha reducido al puro impulso. El deseo siempre se da desde un corazón y este no es solo el impulso apetitivo primario. Hay que tomar conciencia de que el deseo sexual engloba muchas esferas. Hay un apetito corporal pero también hay un deseo erótico que trasciende lo biológico y se vincula con la necesidad de establecer una comunión psíquica con otra persona. Además, hay un deseo de no soledad. Confundir los diferentes planos ha llevado a trivializar el sexo. Me gusta el diagnóstico de Byung-Chul Han que habla de una «sociedad pornográfica» que se muestra en todos los detalles pero que pierde el erotismo porque este significa desentrañar el misterio de la persona.

 

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