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Edmund Burke, el padre del conservadurismo liberal

El filósofo y político irlandés es considerado el precursor de esta corriente con la que defendía la tradición y la continuidad política.

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07
agosto
2025

El conservadurismo político occidental comenzó a forjarse en el siglo XVIII. Desde entonces, no ha hecho más que abrir nuevas vías de pensamiento que han configurado de uno u otro modo nuestras sociedades. Y si hay una figura que aún se mantiene como precursora de dicha corriente es la del filósofo y político irlandés Edmund Burke (1729-1797). En su obra y actividad política confluyeron las ideas del liberalismo con las del conservadurismo.

Nacido en el seno de una familia profundamente religiosa, se interesó desde joven por la política, la filosofía y la literatura, siendo incisivo lector de los más importantes autores grecolatinos. Cursó estudios literarios en su Dublín natal para, años después, marcharse a Londres con la decisión de estudiar Derecho. De su análisis del pensamiento clásico nacería la primera de sus obras, que le valió un notable reconocimiento en el entorno académico inglés. Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y lo bello (1756) llegó a ser positivamente valorada también por pensadores de otras nacionalidades, como Diderot y Kant, que le dedicaron encendidos elogios.

Un año después de la publicación de aquel ensayo que le proporcionó cierta notoriedad, sus inquietudes políticas lo llevaron a ingresar en la Cámara de los Comunes, donde militaría en las filas de los whigs (liberales) hasta 1794. Pronto se hizo merecedor de un gran reconocimiento público gracias a sus propuestas y oratoria.

A partir de 1774, la política inglesa quedó profundamente marcada por la cuestión de las colonias americanas. Burke, dentro su línea de pensamiento liberal, abogó por la independencia de las mismas y comenzó a publicar una serie de ensayos en los que denunciaba las medidas represivas tomadas por su gobierno para mantener el control sobre los territorios coloniales.

En 1789, la Revolución Francesa sacudiría los cimientos del viejo orden europeo y fue mayoritariamente defendida en Inglaterra. Burke, tras un tiempo de reflexión en el que no se pronunció al respecto, arremetió con furia contra el fervor que tan histórico evento despertó entre no pocos miembros de su propio partido. En 1790, publicó sus Reflexiones sobre la Revolución Francesa, que se convertirían en el corpus filosófico de su pensamiento. El propio rey inglés, Jorge III afirmó que se traba de «un libro que todo caballero debe leer».

Burke criticaba la Revolución Francesa por atacar las jerarquías y suprimir los derechos prescriptivos

A pesar de haberse mostrado favorable durante su carrera política previa a reformas políticas liberales como el libre comercio y la independencia de las colonias, desde entonces se reveló como un hombre profundamente religioso y defensor de la tradición. Sus reflexiones sobre el peligro que suponía un proceso revolucionario que conducía a una democracia no guiada por una aristocracia hereditaria le valieron el apoyo de no pocos intelectuales europeos. Frente al nuevo proceso político francés, Burke defendió la tradición, la continuidad política, las jerarquías y los derechos prescriptivos.

El pensamiento filosófico de Burke se trenzó con sus posiciones políticas convirtiéndole, a decir de muchos pensadores, en el primer liberal conservador. Comprendía en las artes y las ciencias el componente noble de la sociedad, y consideraba que esta debía siempre guiarse por las convenciones establecidas.

Su ideal de sociedad era la de aquella que permanece fiel a sus costumbres y tradiciones. Todo progreso social debería estar basado, obligatoriamente, en el orden establecido por las generaciones anteriores. Ningún cambio debía ser radical y todo aquel que se desentendiese del pasado desembocaría en desastre. La Revolución Francesa le sirvió como ejemplo de lo que él consideraba imposiciones artificiales que no responden a la evolución natural basada en el pasado.

Su encendida defensa del sistema electivo, la Constitución y la monarquía británicas logró que se mantuvieran incólumes a las sacudidas sociopolíticas que provocó el proceso revolucionario francés en gran parte de Europa.

El hecho religioso también componía el sustrato de su pensamiento. Siempre refirió a la inevitabilidad del pecado original cristiano. Así, en su opinión, ningún progreso social podrá eliminar la culpa que arrastra cada persona desde su nacimiento, y ningún ente social podrá evolucionar si no deposita la defensa de la religión en cada una de las personas que lo componen.

Más allá de las discusiones entre los historiadores que lo consideran más cercano al conservadurismo, Burke ha pasado a la historia como el padre de un nuevo corpus que aúna ambos pensamientos: el conservadurismo liberal que, con él, se convertiría en una de las principales corrientes de la política británica.

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