Internet of Things (IoT)
Cinco disrupciones futuras del IoT
Del hogar al hospital, del campo a la ciudad, el Internet de las Cosas está a punto de desencadenar transformaciones radicales que cambiarán nuestra forma de vivir, producir y decidir.
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La tecnología que permite que los objetos se comuniquen entre sí sin intervención humana ya está aquí, pero apenas hemos arañado la superficie de su potencial. El Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés) está lejos de ser una mera extensión del mundo doméstico. Si bien asociamos esta tecnología con asistentes virtuales o electrodomésticos conectados, su verdadero impacto en nuestra sociedad aún está por venir. Lo que se perfila en el horizonte es una transformación radical en sectores clave, desde la salud hasta la agricultura, pasando por la movilidad y la infraestructura urbana.
Estas cinco disrupciones no solo cambiarán industrias enteras: también obligarán a repensar cuestiones éticas, legales y sociales sobre el papel de la conectividad omnipresente en nuestras vidas.
Medicina personalizada y sensores corporales
En la próxima década, veremos un auge de dispositivos médicos conectados que irá más allá del reloj inteligente que mide pulsaciones. Se trata de sensores integrados en la ropa, implantes o incluso nanopartículas inyectables que monitorizarán en tiempo real indicadores de salud como glucosa, niveles hormonales o presencia de infecciones. Esta información podrá ser enviada automáticamente al médico o a sistemas de inteligencia artificial que anticipen enfermedades antes de que aparezcan los primeros síntomas.
La medicina podría volverse verdaderamente preventiva. Pero también surgirán dilemas sobre privacidad, consentimiento y gestión de datos. ¿Quién tendrá acceso a nuestra información biomédica? ¿Cómo se evitará la discriminación por datos genéticos o de salud?
Agricultura inteligente y sensores ambientales
El IoT está llamado a revolucionar la forma en que cultivamos nuestros alimentos. Sensores en el suelo que midan la humedad y los nutrientes, drones que analicen la salud de los cultivos desde el aire y sistemas automatizados de riego que reaccionen en tiempo real a las condiciones meteorológicas serán parte habitual del paisaje rural. Esta tecnología no solo incrementará la productividad, sino que reducirá el uso de pesticidas y agua, clave en un contexto de crisis climática.
La agricultura de precisión permitirá también prever plagas, optimizar cosechas y mejorar la seguridad alimentaria. El reto será garantizar que estos avances no profundicen las desigualdades entre pequeños productores y grandes explotaciones, y que los datos generados no sean controlados exclusivamente por corporaciones tecnológicas.
Ciudades responsivas y espacio urbano conectado
Las ciudades del futuro no serán solo «inteligentes»: serán responsivas. Gracias a sensores distribuidos por el mobiliario urbano, las farolas, los semáforos o los edificios, las urbes podrán adaptar sus comportamientos en tiempo real: redirigir tráfico ante un accidente, ajustar la iluminación pública según el flujo de personas o emitir alertas ante cambios en la calidad del aire.
Este tipo de infraestructura permitirá mejorar la eficiencia energética, reducir emisiones y optimizar el uso de recursos. Pero también plantea una vigilancia constante que podría derivar en la erosión de derechos civiles si no se regula adecuadamente. El equilibrio entre utilidad y control será uno de los grandes debates urbanos del siglo XXI.
El equilibrio entre utilidad y control será uno de los grandes debates urbanos del siglo XXI
Logística autónoma y cadena de suministro transparente
El transporte de mercancías y la logística global están a punto de experimentar una revolución con el IoT. Vehículos autónomos de reparto, almacenes gestionados por robots interconectados y sensores que monitorizan en todo momento la ubicación y las condiciones de cada producto permitirán una trazabilidad sin precedentes. Las cadenas de suministro serán más rápidas, seguras y adaptables a imprevistos como pandemias o conflictos internacionales.
Esta hiperconectividad podría reducir desperdicios, optimizar inventarios y responder mejor a la demanda. Pero también podría generar dependencia de sistemas opacos y vulnerables al cibercrimen. La seguridad digital se convertirá en una prioridad crítica en este nuevo ecosistema.
Hogares empáticos y experiencias personalizadas
La conectividad dentro del hogar no se limitará a encender luces con la voz. El futuro del IoT en el entorno doméstico apunta hacia espacios que aprenden nuestros hábitos, emociones y preferencias para anticiparse a nuestras necesidades. Termostatos que ajustan la temperatura según nuestro estado de ánimo, altavoces que recomiendan música para reducir el estrés o frigoríficos que sugieren menús saludables a partir del contenido disponible.
Esta hiperpersonalización podrá mejorar el bienestar y la eficiencia del hogar, pero también plantea interrogantes sobre la alienación tecnológica y la posible pérdida de agencia sobre nuestras decisiones. ¿Hasta qué punto queremos que los algoritmos dirijan nuestras rutinas cotidianas?
El Internet de las Cosas no es una promesa futura: es una realidad en expansión que está configurando un mundo donde lo físico y lo digital se entrelazan cada vez más. Las disrupciones que se avecinan redefinirán industrias, rutinas y entornos. Pero con ellas llegarán también nuevos dilemas éticos y sociales que exigirán regulación, transparencia y una visión inclusiva.
La clave estará en que la conectividad sirva al bien común y no derive en nuevas formas de exclusión, vigilancia o dependencia. La tecnología puede ser emancipadora, pero solo si se construye con responsabilidad.
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