Inclusión y neurodiversidad
Las teselas del bienestar
El ser humano es un mosaico formado por multitud de heterogéneas teselas. Cada una de ellas es necesaria para que el mosaico esté completo. Ninguna sobra. Pero la verdadera inclusión significa poder dar a cada persona los apoyos que necesita para aprender, crecer y desarrollar todo su potencial.
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«El que es diferente a mí no me empobrece, me enriquece». Así de tajante se mostró el escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, creador de uno de los personajes más fascinantes de la literatura, El Principito. «La cuestión es que olvidamos que todos somos diferentes. Si tuviéramos esto presente, la convivencia, el respeto o la inclusión serían algo estructural en las sociedades, en las personas», explica la psicoanalista Carmen Bermúdez. De ahí que un término como «neurodiversidad» haya cobrado en los últimos años tanta relevancia en los terrenos de la neurociencia, la pedagogía, la empresa y la discapacidad.
Abordar la neurodivergencia en la familia, entre los amigos o la pareja es un proceso que requiere comprensión, respeto, apoyo y adaptación
El concepto fue acuñado en 1998 por la socióloga australiana Judy Singer para referirse a la variedad de procesos mentales y cognitivos que condicionan los distintos ritmos y maneras de aprendizaje. Su hija fue diagnosticada con síndrome de Asperger, pero ella se negaba a considerarla como «alguien de menor valía que cualquier otra persona».
El término «neurodivergente» comenzó aplicándose a personas con autismo para ampliarse a otras circunstancias neurológicas, como la dislexia, el síndrome de Tourette, trastornos del ánimo, altas capacidades, tartamudez, trastorno obsesivo compulsivo o trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Según el programa Neurodiversidad en el Trabajo de la Universidad de Stanford, entre el 15 y el 20% de la población mundial se considera neurodiversa. Es decir, más de 1.200 millones de personas.
Un hecho biológico
Por lo general, se habla de personas neurodivergentes y neurotípicas. Es decir, «distintas» y «normales». Pero, «¿quién puede decir qué es lo normal en lo que al cerebro y su funcionamiento se refiere?», se pregunta Bermúdez. Es cierto. ¿Qué es y cómo funciona un cerebro normal? Hay tantas conexiones en un solo centímetro cúbico del tejido cerebral como estrellas en la Vía Láctea, como recoge el neurocientífico David Eagleman en su libro Incógnito (Anagrama).
Para el doctor Thomas Amstrong, lo que durante mucho tiempo se han considerado trastornos mentales «pueden representar formas alternativas de las diferencias humanas naturales»
No hay un modelo humano único a partir del cual cada una de las personas sea una variante. La especie humana incluye a todos los individuos que la conforman. Acaso la metáfora más certera sería decir que el ser humano es un inmenso y frondoso mosaico formado por multitud de heterogéneas teselas. Cada una de ellas es necesaria para que el mosaico esté completo. Ninguna sobra. Como asegura uno de los mayores expertos en el asunto, el doctor Thomas Armstrong (autor de libros como El poder de la neurodiversidad [Paidós]), lo que durante mucho tiempo se han considerado trastornos mentales «pueden representar formas alternativas de las diferencias humanas naturales».
El sistema educativo, el gran desafío
Dicho esto, la escuela puede convertirse en un territorio inhóspito para el alumnado neurodivergente, ya que sus especificidades suelen verse como falta de compromiso, inadaptación, rebeldía, escasa empatía o desobediencia.
«Existe mucho desconocimiento entre el profesorado. No es culpa nuestra, hace falta formación. El primer síntoma de un alumno neurodivergente es que “se porta mal”. Pero no se trata de que tenga mal comportamiento, sino de que encuentra problemas en el aula. Hay que escucharlos, que nos digan cómo se sienten, qué les ocurre exactamente. Después, ayudarlos, buscar juntos maneras de que se sientan uno más en clase, porque son uno más», nos comenta Isabel Solano, maestra de educación especial. «Hay poca innovación, escaso conocimiento y multitud de prejuicios. Eso apunta a dar por perdido a un alumno neurodivergente», concluye Solano.
Isabel Solano, maestra de educación especial: «Hay poca innovación, escaso conocimiento y multitud de prejuicios. Eso apunta a dar por perdido a un alumno neurodivergente»
La experiencia de miles de educadores a lo largo de los años pone de manifiesto que no cualquier centro o modelo educativo sirve para desarrollar al máximo las capacidades del alumnado neurodivergente. Por eso, son muchos los expertos que respaldan la existencia de centros educativos especiales. «Es fundamental detectar las necesidades de cada alumno, localizar las debilidades y fortalezas, tanto en el área psicológica como en la de logopedia y terapia educativa. Nosotros realizamos una evolución psicopedagógica que nos permite hacer una adaptación curricular individualizada, donde se especifican las necesidades educativas que el alumno presenta», explica Elisa Peinado, coordinadora pedagógica del colegio Celia y Pepe, el centro de educación especial de Fundación Querer, en Madrid.
La verdadera inclusión significa poder dar a cada uno los apoyos que necesita para aprender, crecer y desarrollar todo su potencial. La integración en centros ordinarios tiene sentido para unos casos, pero los centros de educación especializada también son la respuesta adecuada en muchos otros, donde niños y niñas mejoran su rendimiento educativo y desarrollo personal.
Neurodiversidad en la oficina
Pasada la etapa educativa, se presenta otro gran desafío para las personas neurodivergentes: encontrar empleo. Merma de la competitividad y rendimiento, bajas continuas o falta de sintonía con el resto de la plantilla son algunos de los prejuicios que recaen por parte de los empleadores sobre las personas divergentes. Sin embargo, si bien es cierto que en algunos casos conviene reforzar el apoyo con preparadores específicos, en líneas generales, la inclusión de la neurodiversidad en entornos laborales no debería entrañar excesivas dificultades.
Entre el 15 y el 20% de la población mundial se considera neurodiversa
De hecho, los expertos proporcionan algunas sencillas directrices que no solo facilitan el clima laboral a este colectivo, sino a la plantilla entera. Como reducir, en la medida de lo posible, los estímulos (neutralizar ruidos, regular la luz, cierta austeridad en los colores…), fomentar la cultura de la diversidad entre los trabajadores, impulsar programas de prevención de riesgos psicosociales o innovar en los procesos de selección para que observen las posibilidades laborales y destierren los prejuicios.
El bienestar emocional, pilar de toda persona
Sean cuales sean sus características, toda persona requiere un respaldo emocional para desarrollarse, no solo quienes presentan rasgos neurodivergentes. Bermúdez insiste en que «hay que observar especialmente a los niños porque su neurodivergencia, si no se incorpora en la realidad personal y familiar, puede generar frustración, tristeza y desánimo también de adultos».
Abordar la neurodivergencia en la familia, entre los amigos o la pareja es un proceso que requiere comprensión, respeto, apoyo y adaptación. «Es fundamental que se pueda hablar de todo desde cualquier perspectiva, ya sea en familia, en el trabajo, con amigos o con la pareja; es fundamental abordar el problema para encontrar soluciones», prosigue Bermúdez. «Una buena disposición es clave para crear un ambiente en el que estas personas se sientan seguras y no un estorbo o un error», concluye la psicoanalista. Algo que de lo que se beneficiarán enormemente las personas neurodivergentes, pero también el conjunto de la sociedad. Pues, tal como sucede con los mosaicos, es al abrazar (y no rechazar) las teselas con colores y formas diferentes cuando se logran verdaderas y bellas obras maestras.
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