Salud

¿Hay una epidemia de TDAH?

El diagnóstico del trastorno por déficit de atención e hiperactividad ha crecido considerablemente en los últimos años, pero los síntomas no siempre responden a una enfermedad, sino que podrían ser las consecuencias de la llamada «sociedad de la prisa».

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26
febrero
2024

Falta de atención, impulsividad y una actividad constante. Esos son tres de los grandes síntomas que engloba el trastorno por déficit de atención e hiperactividad –TDAH–, cuyo diagnóstico ha crecido considerablemente entre la población en los últimos años. Según la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (Sepsm), el aumento se debe a que existe una mayor cantidad de información e investigación disponibles, lo que permite clasificar mejor esta enfermedad, aunque tampoco se descarta una sobrevaloración del diagnóstico y, por consiguiente, la aparición de falsos positivos.

Se estima que en España un 6,8% de menores y adolescentes cumplen con los criterios clínicos o responden a un patrón conductual compatible con este diagnóstico, así como alrededor de un 3% de la población adulta. Aunque el TDAH se diagnostica principalmente en la infancia, puede persistir pese al paso de los años. De hecho, hasta un 70% de los niños y niñas que lo padecen continúan teniendo dificultades cuando son mayores.

Sin embargo, tras estos datos se esconden también algunas dudas. Los síntomas de inatención, hiperactividad e impulsividad aparecen con una frecuencia e intensidad superior a lo esperable para la edad y el desarrollo de la persona y pueden interferir en los ámbitos social, laboral o escolar. Esa es la definición científica. Pero, ¿entonces no seríamos buena parte de la población propensa a padecer esta enfermedad si atendemos, por ejemplo, al uso desenfrenado de las nuevas tecnologías en cualquier situación y en todo contexto?

Aunque el TDAH se diagnostica principalmente en la infancia, puede persistir pese al paso de los años

Al adoptar otra lectura de lo que está ocurriendo con el TDAH podemos referirnos al cambio constante y acelerado de una sociedad cuyos parámetros han variado considerablemente en poco tiempo. Actualmente, no es extraño que las actitudes nerviosas e inquietas de un niño o una niña se consideren un problema de conducta o de aprendizaje cuando hace unos años se tomaba, sencillamente, por cualidades intrínsecas de la infancia. ¿Quién querría, con 5 o 6 años, permanecer en una silla un tiempo largo? ¿Tan extraño resulta no parar de jugar, expresarse y mantener una actitud dinámica? Pero tampoco es infrecuente que ocurra algo paradójico: cuando sí existe TDAH, el desconocimiento de esa realidad deriva en estigmatización.

Desde la Fundación Cantabria Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad  (CADAH)—, el neurólogo pediatra Carlos E. Orellana Ayala explica que ante la realidad del TDAH existen dos problemas: tanto el sobrediagnóstico como el infradiagnóstico. «El conocimiento sobre TDAH que tienen una buena parte de los profesionales involucrados en la atención a escolares con este diagnóstico (médicos, psicólogos, psicopedagogos y maestros) no es lo suficientemente profundo como se requiere en un asunto tan delicado e impactante en la vida de quienes presentan TDAH como de las personas a su alrededor, especialmente sus familiares», apunta el especialista.

El análisis es complejo. La cuestión trasciende hacia otros ámbitos, pues las relaciones paternofiliales y maternofiliales tienen también su lugar en la ecuación. En una sociedad donde padres y madres por lo general no dedican demasiado tiempo de calidad a sus hijos e hijas, sus recursos a la hora de afrontar los problemas que puedan surgir son más reducidos, y esto parece interferir en  las habilidades de sus descendientes para afrontar la frustración y desarrollar el autocontrol. En muchos casos, ante la carencia de herramientas –y de paciencia– se facilita la técnica omnipresente: un teléfono móvil que distrae o relaja de forma puntual, pero no educa. Y que, además, puede afectar al desarrollo cognitivo.

«Muchos niños y niñas, principalmente menores de 5 años, son inquietos y les cuesta mantener la atención. Esto no significa necesariamente que padezcan TDAH», explican desde Sepsm. «No existe una prueba sencilla para determinar el TDAH. Para hacer un diagnóstico completo es necesaria una valoración de un especialista experimentado, generalmente un psiquiatra infantil o un pediatra especializado. El diagnóstico se hace reconociendo patrones de conducta, observando al niño o niña y obteniendo descripciones del comportamiento en casa y en la escuela», añaden.

Frente a una sociedad en la que los diagnósticos de TDAH han aumentado, solo nos queda una opción: aumentar el conocimiento sobre esta enfermedad para determinar cuándo verdaderamente responde a un problema psicológico y/o psiquiátrico, o cuándo el problema es de una sociedad que, como apunta el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, va demasiado deprisa para educar despacio.

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