Pensamiento

«Aristóteles ve al ser humano como parte de la naturaleza y como integrante de un orden que él mismo crea»

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11
octubre
2024

El reconocido profesor y doctor en Filosofía Alejandro G. Vigo (Buenos Aires, 1958), especialista en Filosofía Antigua, acaba de publicar como editor la ‘Guía Comares de Aristóteles’ (Editorial Comares, 2024), donde ha reunido a trece especialistas para una presentar visión global del pensamiento del filósofo estagirita al público general. Conversamos sobre Aristóteles y su palpitante legado en la ciencia, filosofía, política y ética de nuestro tiempo.


 ¿Qué aporta de novedoso la Guía Comares de Aristóteles al estudio y comprensión del pensamiento de Aristóteles respecto de manuales académicos canónicos?

La serie de las Guías Comares sigue un modelo que existe también en otras lenguas, pero que en la nuestra no había sido inaugurado todavía. Se trata de ofrecer una visión de conjunto de un autor filosófico importante que combine, a la vez, el carácter propio de un texto dirigido a un público universitario amplio y la calidad técnica de los trabajos ofrecidos, además de hacer justicia al estado de la investigación especializada. El hecho de que las Guías reúnan contribuciones de diferentes especialistas ayuda a lograr una cierta aproximación a la variedad de las perspectivas que nutren la investigación actual. En el caso de Aristóteles, eso es muy importante, porque la diversidad de aproximaciones y la cantidad de literatura especializada es impresionante.

De Aristóteles se sabe que conservaba copias de las diferentes constituciones de las polis griegas. También, que escribió alrededor de 200 obras. Sin embargo, el Corpus Aristotelicum apenas contiene 31, que son más apuntes de preparación de clases en el Liceo que obras definitivas. Pero ¿cuál fue el proceso histórico por el que se perdieron sus grandes obras y por el que, a su vez, han llegado hasta nuestros días?

Resulta impresionante constatar cómo un corpus de escritos que han sido fundamentales en la historia científica e intelectual de Occidente, y de parte de Oriente, se ha salvado de la desaparición por circunstancias completamente azarosas y hasta ridículas, casi de providencia. Las historias que tenemos sobre el destino de los escritos de Aristóteles, tras la disolución de la escuela peri­patética, son casi alucinantes. La etapa final del Liceo, que así se llamó la escuela fundada por Aristóteles, fue bastante decadente y el cierre de la escuela llegó relativamente rápido. Al parecer, en los tiempos finales no había ya nadie que estuviera dedicado a la investigación científica ni que entendiera los escritos del venerable fundador. Pa­re­ce que se dedicaban sobre todo a los banquetes y las celebraciones conmemorativas. El último escolarca de línea sucesoria, por así decirlo, llamado Licón, que encabezó la escuela por 44 años, no era alguien dedicado a la ciencia, ni mucho menos. En su testamento no pudo nombrar un su­cesor, sino que designó a un grupo de personas para que eligieran a alguien entre ellos. El último escolarca designado fue un tal Aristón, pero es un hecho que hacia el año 200 a. C. la escuela era un lugar abandonado.

«Resulta impresionante constatar que un ‘corpus’ de escritos que han sido fundamentales en la historia se ha salvado de la desaparición por circunstancias completamente azarosas y hasta ridículas»

¿Y qué azar, o providencia, rescató algunas obras aristotélicas del olvido?

Al parecer, los escritos de Aristóteles quedaron arrumbados en un sótano, y se salvaron porque, tras la ocu­pación de Atenas por los romanos en el 84 a. C., Sila los hizo trasladar a Roma, donde quedaron a cargo de Andrónico de Rodas, que habría sido el primero en compilarlos y editarlos en el orden en el que aparecen en el corpus. Sin embargo, se preservaron solo los textos que corresponden a materiales de trabajo con los cuales Aristóteles daba clases. En cambio, los textos que publicó en vida, que eran mayormente diálogos, como los de su maestro Platón, se han perdido, y sólo tenemos citas indirectas.

Pero no todos los textos rescatados se conservaron en Europa tras la caída del Imperio Romano de Occidente…

Unos cuantos de los escritos aristotélicos desaparecieron de la circulación, o casi, en Occi­dente, y solo reingresaron y fueron redescubiertos en el siglo XIII, en buena medida, gracias a que los eru­ditos árabes los habían conservado. Es decir, hubo dos «salvaciones» de la parte fundamental del corpus, pero no es poco lo que se ha perdido.

Retornando al periodo histórico de Aristóteles, ¿cómo fue su proceso de producción filosófica hasta donde lo conocemos? ¿Cómo fue su relación con otros pensadores de la época como, por ejemplo, con su maestro Platón?

Aristóteles era un macedonio que llegó a Atenas para estudiar en la Academia de Platón a los 17 años, aproximadamente. Un muchacho de provincias que «prometía», entre otras cosas, porque venía de una familia de médicos de la corte macedónica, pe­ro que, además, muy pronto mostró su notable talento. Permaneció en la Academia nada menos que 20 años, hasta sus 37, y solo se fue de ella a la muerte de Platón, y no por desa­venencias con su maestro, más allá de algunas discrepancias. Recalco esto, porque es importante entender que Aristóteles fue siempre un pensador platónico, un «platónico renovador» o «transformador», si se quiere, pero, al fin, un platónico, en un sentido amplio del término, o, si se prefiere, un «académico». En un sentido amplio, ser un académico significaba oponerse a visiones que, como las del atomismo, concebían el orden cósmico como un resultado del azar o de la necesidad ciega, y que contaban exclusivamente con causas materiales o mecánicas. La convicción básica de los pensadores académicos es que no es posible dar cuenta del orden que muestra la naturaleza sin hacer referencia a formas, es decir, a estructuras inteligibles, y a causas finales. Sobre cómo pensar la relación entre esas formas inteligibles y la realidad material, es decir, las cosas sensibles, había discrepancia en el interior de la Academia. Y, al parecer, Aristóteles tendió desde muy temprano a dar preferencia a un modelo de carácter hilemórfico, es decir, basado en la idea de una composición de forma y materia como estructura ontoló­gi­ca fundamental de las entidades sensibles, sujetas a cambio. Es el modelo explicativo que Aristóteles mantuvo a lo largo de toda su carrera como filósofo independiente. Otros im­por­tantes puntos de contacto conciernen a la teoría ética y la teoría política. En el caso de la ética, en particular, si uno compara los diálogos tardíos de Platón con las éticas de Aristó­te­les, hay importantes puntos de convergencia. En suma: para ver adecuadamente la rela­ción de Aristóteles con su maestro, hay que despojarse de ciertas visiones esquemáticas y ciertos eslóganes muy difundidos.

¿Cuánto le debe la ciencia moderna –la física, la biología, la óptica– al estudio de Aristóteles? ¿Y el arte? 

Me parece que no puede establecerse un hilo de continuidad entre la ciencia moderna, si nos referimos a la ciencia actual, y Aristóteles. Lo que hay es, más bien, un redescubrimiento de ciertos mo­ti­vos y puntos de contacto sobre la base del desarrollo que han tenido algunas ciencias, desde la Moderni­dad tardía hasta el presente. Esto es particularmente visible en el caso de la biología.

¿Y por qué es tan importante el legado de Aristóteles a la biología moderna?

Aristóteles tuvo una biología muy sofisti­ca­da, en lo que concierne al modelo explicativo que emplea, basado en la concepción hi­le­mórfica; en cambio, su mecánica era muy tosca y tenía una orientación general equivocada. La caída de la física aristotélica en el Renacimiento, precedida de una larga historia previa, tiene que ver, sobre todo, con el modelo astronómico y con la mecánica. A su vez, la Mo­der­nidad temprana, hasta Newton, fue la edad de oro de la mecánica clásica, pero en el campo de la biología ese mismo impacto de la mecánica fue perjudicial. Hubo que esperar a Kant para reconocer que no puede haber un Newton de la biología. Nuestra biología se vale de un modelo explicativo que tiene un claro parentesco con el aristotélico en la me­di­da en que da cuenta de la generación de los seres vivos en términos de transmisión de forma o, si se prefiere, de información, montada en un cierto soporte material, y no en términos de transmisión de impulso, como ocurre en el modelo mecánico clásico. Esta es, pienso, la razón fundamental por la cual la biología metafísica de Aristóteles puede ser vista, en alguna medida, como un lejano ancestro de nuestra biología. Hay que recordar, además, que en contra lo que se suele suponer Darwin fue un admirador de Aristóteles.

«La biología metafísica de Aristóteles puede ser vista, en alguna medida, como un lejano ancestro de nuestra biología»

¿Cómo era la visión del cosmos, del ser humano y de su naturaleza social, también del sistema político ideal, para Aristóteles?

Diría que Aristóteles ve al ser humano, a la vez, co­mo parte de la naturaleza y como integrante de un orden que él mismo crea, como es la sociedad hu­mana que, aunque está fundada en la sociabilidad natural del ser humano como un ser viviente que no vive solo, encuentra modos muy diversos de realización. La pregunta funda­men­tal que Aristóteles se hace es cuál es el modo de organización social que favorece en mayor medida la posibilidad de que el ser humano pueda alcanzar el pleno desarrollo de sus capacidades, como ser viviente y, además, dotado de lenguaje y, con ello, racional. Ese es el trasfondo último de la pregunta por el mejor régimen de gobierno.

¿Cómo es el gobierno ideal, el adecuado, para Aristóteles?

Aun­que él mismo procedía de un imperio que, en los tiempos en los que escribía, ya se había impuesto sobre las ciudades griegas, Aristóteles defiende la polis co­mo el mejor modo posible de organización social y política, y el régimen de res publica, los asuntos públicos, en alguna forma mixta. En este sentido, no piensa como un macedonio, sino como un ate­niense. La paradoja es, sin embargo, que el tipo de régimen que defiende ya no es el que rige realmente en ese momento y, lo que es peor aún, en Atenas misma Aristóteles fue visto siempre como alguien ligado a la casa real macedonia, de modo que, a la muerte de Alejandro Magno, tuvo que abandonar Atenas, porque se le quiso hacer un juicio de impie­dad. Según algunas fuentes, al abandonar la ciudad, Aristóteles declaró que no iba a permi­tir que Atenas cometiera un segundo crimen contra la filosofía, como ya había hecho con Sócrates.

Mirando ahora hacia las corrientes contemporáneas de la filosofía, ¿por qué razón, y en qué campos concretos, las ideas del estagirita siguen teniendo vigor?

Hay campos específicos en los cuales Aristóteles sigue siendo un interlocutor privilegiado de la filosofía actual. Aquí mencionaría, muy especialmente, los campos de la teoría de la acción, la teoría de la racionalidad práctica, la ética y la filosofía política. La metafísica aris­to­télica ha tenido una renovada presencia, sobre todo, en ciertas corrientes de la filoso­fía analítica. Y hay también una presencia importante de Aristóteles en el pensamiento hermenéutico, sobre todo, a través de Gadamer y Ricoeur.

«Podemos todavía encontrar en pensadores como Aristóteles puntos de partida de gran ayuda para aclararnos sobre algunos aspectos esenciales de nuestra propia situación»

Por último, ¿es posible que surjan genios como Aristóteles en nuestra época histórica, era de la información y con un sistema académico y de producción científico complejo?

Me parece que es muy difícil, por no decir imposible, que en la situación actual haya nadie capaz de lograr, de modo individual, una síntesis razonada y articulada que dé cuenta del estado en que nos encontramos. Ha habido una explosión del conocimiento científico en los últimos siglos. Tal vez, el último pensador que en la Modernidad logró dar una vi­sión filosófica de conjunto, haciéndose cargo del estado del conocimiento científico en las diversas áreas, fue Hegel. Pero, como se sabe, la síntesis hegeliana, aunque imponente, no logró pervivir por mucho tiempo, y desde entonces el avance del conocimiento ha sido impresionante, a la par que la colonización del mundo de la vida por la técnica parece ya no reconocer límites. En este sentido, la nuestra es una situación nunca antes vista. Pero in­clu­so así podemos todavía encontrar en pensadores como Aristóteles puntos de partida de gran ayuda para aclararnos sobre algunos aspectos esenciales de nuestra propia situación. Pienso que, sobre todo, en el campo de la teoría de la acción, la teoría de la racionalidad práctica y la ética, Aristóteles sigue siendo un interlocutor imprescindible.

 

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