Los orígenes del ‘spleen’
Este término captura «la agitación de la juventud moderna» y el estado mental de una época. Así, el ‘spleen’ habla del choque entre el mundo deseado y el mundo real.
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Si pensamos en Charles Baudelaire y en su obra, posiblemente pensaremos en unas cuantas palabras clave que se convierten en llaves para entender sus ideas. Una es spleen, un anglicismo (que traduce «bazo») que desde la obra poética del francés se ha convertido en un término de pensamiento. El spleen baudelairien es ya en sí mismo material para el análisis. El término aparece directamente en el título de una de sus obras (El spleen de París. Pequeños poemas en prosa) y una y otra vez en sus poemas. En ellos, el spleen se conecta con la melancolía, con el malestar, con «la agitación de la juventud moderna». Baudelaire no fue el primero en utilizar ese concepto, pero quizá sí es quien ha ayudado a que se conecte para la posteridad con una cierta sensación de angustia existencial y de rechazo o desesperación ante lo que ha tocado vivir.
Estas ideas deben entenderse en su contexto. De entrada, Baudelaire era muy crítico con su época. Sus obras aparecieron en la Francia del Segundo Imperio, momento en el que se estaba levantando el París que conocemos hoy. Eran, a nivel global, los tiempos de las exposiciones universales y los anuncios de grandes avances. El momento de lo que se empezó a llamar modernidad, en el que se primaba ante todo la industria y una cierta visión del progreso.
«Para Baudelaire, esta religión del progreso revela la mayor de las imposturas», explica el experto Robert Kopp. El progreso material se convertiría en una «prueba de decadencia», porque en esencia las personas seguirían siendo las mismas. El problema estaría en que lo que cambia es lo que las rodea, pero no sus problemas de serie. Por ello, no es que sea un escritor «antimoderno», señala Kopp, porque sería una palabra demasiado simple para capturar todos los matices de su posición crítica, sino que «denuncia la falsa modernidad».
El ‘spleen’ se conecta con la melancolía, con el rechazo a lo que nos ha tocado vivir
Igualmente, la producción de Baudelaire no se puede entender sin comprender las corrientes literarias de su época y la larga sombra del Romanticismo, así como su cuestionamiento del statu quo y el dominio de la razón. En cierto modo, esta visión del mundo —esa crítica a la idea de lo que supone la modernidad— está unida a los grandes temas que dominaron la agenda romántica. El spleen se conecta así con el llamado «mal del siglo», una frustración ante la realidad vivida tanto por las cuestiones económicas (la emergencia del capitalismo, las nuevas sociedades industriales y sus ritmos) como ante un cierto vacío existencial.
Aunque no fue una emoción única al contexto de Francia, sí fue el Romanticismo francés el que asentó la idea, la perfiló y la lanzó al mundo (de hecho, seguimos hablando muchas veces del concepto usando el término mal du siècle). Son los protagonistas de las novelas románticas cumbre de la literatura francesa las que capturan y diagnostican esa enfermedad. Son sus autores los que sufren de ennui y una cierta desilusión vital.
Porque el siglo XIX es también el siglo del ennui, de una sensación de aburrimiento. Este era complejo y tenía muchas ramificaciones: como explican los expertos, se trataba no tanto de «un estado metafísico» como de una consecuencia del momento que le había tocado vivir a esos jóvenes que se aburrían. De hecho, su influencia llega a novelas posteriores. Madame Bovary, de Gustave Flaubert, sería así una exploración de lo que supone el ennui.
Pero, volviendo a los orígenes del concepto y sus anclas, es en el choque entre realidad y deseos donde se encuentra el origen del problema. El mundo en el que vivían no estaba a la altura de lo que esperaban (la derrota de Napoleón, señalan los investigadores, rompió las expectativas que tenían), al tiempo que el mundo real en el que vivían —y como de verdad era— no les gustaba.
Podrían llamarlo melancolía, podrían llamarlo desencanto. «La utilización de la palabra ennui les permite a los románticos reapropiarse de un sentimiento que van a poder reinventar, frente a lo que ocurre con la melancolía, que es una palabra con historia», explica la experta en literatura Martine Lavaud.
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