Las ciudades cambian de color
Urbanismo y naturaleza se unen para responder a los valores de la sociedad actual, que demanda conciencia climática y un modelo de ciudad al servicio de los vecinos.
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Desde el nacimiento de la idea de urbe, se ha entendido la relación entre ciudades y naturaleza como una oposición excluyente, especialmente a partir de la industrialización y el apogeo de la crisis climática. A pesar de la existencia de parques y jardines, el desarrollo urbano se ha visto muchas veces como una amenaza para la naturaleza y para la salud humana: la contaminación y el tráfico han convertido los núcleos urbanos en lugares a menudo grises, llenos de ruido, humo y asfalto que acaba afectando tanto la salud física como mental.
Sin embargo, ante las acuciantes necesidades climáticas, nuevos modelos de urbanismo han empezado a tener en cuenta las necesidades del planeta y de los ciudadanos, convirtiendo a la ciudad en una aliada de los espacios naturales. El gris, poco a poco, está dejando paso al verde.
La conciencia social de que las zonas verdes son fundamentales para la ciudad es cada vez mayor desde hace décadas, y recientemente ha aumentado de forma exponencial, muy especialmente desde que, durante la pandemia de covid-19, experimentamos colectivamente la importancia de tener a nuestro alcance zonas de paseo y expansión naturales. Y no solo porque «hacen bonito». Según el experto en ciudades Mark Nieuwenhuijsen, los nuevos modelos de urbanismo (la «ciudad de 15 minutos», las zonas libres de coches, el aumento de los espacios verdes) invitan a las personas a caminar o a utilizar la bicicleta, tipos de movilidad que impactan directamente sobre la salud; al reducirse el tráfico motorizado, se reducen las emisiones y la contaminación atmosférica, además de mejorar la actividad física.
Este gran proyecto de regeneración urbana busca definir la última prolongación del eje de la Castellana mediante un corredor verde
Ciudades como Nueva York, París o Londres están dando pasos en esa dirección. También Madrid, que es el escenario de uno de los más destacados proyectos de regeneración urbana del panorama internacional, Madrid Nuevo Norte, que incluye una completa agenda de naturalización urbana para cubrir sus calles de verde. Entre las medidas que va a desarrollar, destaca la prolongación del eje de la Castellana al norte de la M-30 como un paseo natural y peatonal.
Las sucesivas ampliaciones históricas del eje más emblemático de la capital, formado por los paseos del Prado, Recoletos y La Castellana —a lo largo del cual se encuentran numerosos museos e instituciones como el Museo del Prado o el Ayuntamiento de Madrid—, representaron a lo largo de las épocas el modelo de ciudad y los valores de cada momento. Como no podía ser de otra manera, hoy el último tramo de la espina dorsal de la capital va camino de convertirse en un ejemplo de ciudad ajustada a los valores del siglo XXI gracias a las medidas de sostenibilidad y habitabilidad recogidas en Madrid Nuevo Norte. Un recorrido peatonal y ciclista que llegará hasta el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares e introducirá en la ciudad la riqueza de sus ecosistemas naturales.
En definitiva, el objetivo es crear una vida más cómoda para los vecinos presentes y futuros, creando espacios que sirvan de punto de encuentro, que cohesionen las comunidades que ya viven en la zona con las que se van a crear en el nuevo desarrollo y sean disfrutadas por igual por todas las personas. Ciudad y naturaleza, vida urbana y ocio saludable son posibles en esta nueva concepción de la nueva Castellana, con la que Madrid se sitúa a la vanguardia de las nuevas tendencias de urbanismo.
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