Biodiversidad

Los árboles que Filomena se llevó

Una primera estimación del consistorio madrileño tras el paso de Filomena calcula que, de los 1,8 millones de árboles que hay en conservación municipal, alrededor del 20% de los que se encuentran en las calles se habría visto afectado por la borrasca, al igual que el 68% de los situados en parques históricos, el 12% de los parques singulares y el 64% del arbolado de la Casa de Campo.

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Nicolas Vigier
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26
enero
2021

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Nicolas Vigier

Un proverbio indio dice que los árboles son las columnas del mundo y que, cuando se haya cortado el último, el cielo caerá sobre nosotros. Y no le falta razón: son mucho más que un elemento decorativo de pueblos y ciudades. «El mal llamado verde urbano nos presta un gran número de servicios medioambientales y contribuye a que las ciudades sean más confortables y saludables», recuerda José Luis Gallego, naturalista y comunicador ambiental. Por eso es importante prestar atención a lo ocurrido en las últimas semanas en muchos municipios de nuestro país. La borrasca Filomena pasó por el centro de la península, cubriendo el paisaje con un manto blanco, pero también arrasando a su paso ese verde urbano, especialmente en la ciudad de Madrid.

Son muchos los que ya la consideran la peor tragedia ambiental de los últimos años en la capital. Una primera estimación del consistorio madrileño tras el paso de Filomena calcula que, de los 1,8 millones de árboles que hay en conservación municipal, alrededor del 20% de los que se encuentran en las calles se habría visto afectado; al igual que el 68% de los situados en parques históricos, el 12% de los parques singulares y el 64% del arbolado de la Casa de Campo, el mayor pulmón de la ciudad. Esto es, más de 600.000 árboles habrían caído o perdido una cantidad importante de ramaje.

El secreto de estas abrumadoras cifras está en las ramas. Por ejemplo, tanto en la Dehesa de la Villa como en la Casa de Campo está muy presente el pino piñonero, un árbol con una copa amplia que no soporta mucho peso. «Con la nevada ha quedado patente que, por inercia, se han hecho cosas mal en el pasado, y ahora tenemos la oportunidad de rectificar. A lo mejor el pino piñonero no es la especie más apta para hacer frente a eventos extremos como Filomena y se deberían plantar otras que se adapten mejor», explica Miguel Ángel Soto, responsable de las campañas de bosques de Greenpeace España.

El consistorio madrileño estima que más de 600.000 árboles se han visto afectados por la borrasca

Algunos parques madrileños, como El Retiro, el Campo del Moro o, incluso, el jardín botánico, juegan un papel fundamental, a la par que complejo, en la biodiversidad de la ciudad: «Tienen una función botánica muy definida, acogen especies diversas y basan su diseño en la composición de colores y estilos paisajísticos; además, juegan mucho con la diversidad y, por desgracia, eso tiene también sus consecuencias negativas», admite Soto. En realidad, el número de árboles caídos es irrelevante para este biólogo experto en ordenación del territorio porque, dice, aunque sea pronto para hacer una valoración certera, ya tenemos pistas que nos dejan ver cómo afectará a la biodiversidad de la ciudad: «La avifauna se va a ver muy afectada y, además, aún queda por descubrir el impacto que tendrá en los murciélagos que buscan refugio en los troncos de los árboles o en otros tantos animales», asegura.

Los beneficios del arbolado urbano en cualquier ciudad son variados. Los árboles son un amortiguador natural de las temperaturas extremas –por ejemplo, da sombra en verano–, rompen la uniformidad paisajística de las calles, generan ambientes más agradables y capturan carbono. Pero también procuran alimento para las aves y otras especies que viven en y de ellos. Y todos esos servicios ecosistémicos se han perdido en gran parte de la ciudad de Madrid. Sin duda, los más afectados son aquellos barrios cuyo arbolado está configurado por especies como el aligustre, de copa muy amplia, ramas muy finas y, en general, bastante joven. Por el contrario, las zonas con un arbolado más adulto y con hoja caduca han sido capaces de capear el temporal.

Tras la borrasca, es tiempo de repensar Madrid

Pero, como reclama Gallego, «la pérdida de arbolado asociada al paso de la borrasca no debe resolverse única y exclusivamente con la reposición de los pies caídos –a árbol caído, árbol puesto–, sino que debe ser aprovechada para hacer un replanteamiento general de la vinculación de la ciudad con la naturaleza». Y hay cierta unanimidad entre los expertos, que reivindican utilizar esta situación como una oportunidad para rediseñar y repensar el verde urbano madrileño para conseguir que la ciudad sea más resiliente ante los eventos extremos vengan. «Hay especies de árboles que favorecen determinados tipos de aves, por ejemplo, y que son más resistentes y requieren menos agua, algo a tener en cuenta porque vamos hacia escenarios de cambio climático donde el ahorro de agua para riego puede ser un argumento muy interesante a la hora de seleccionar especies de arbolado», argumenta Soto.

José Luis Gallego: «La ciudad no cuelga de unos hilos sobre el territorio que ocupa, sino que forma parte de él, de su naturaleza»

Si algo está claro es que Filomena ha sido solo un fenómeno extremo más de los que la emergencia climática traerá con el tiempo. Ya no es el momento de tan solo mitigar los efectos que el calentamiento global tiene sobre el planeta, sino el de adaptarnos, como especie, a la nueva realidad que tendremos. De ahí la importancia, de entender que no hay diferencias entre el espacio urbano y el natural. «La ciudad no cuelga de unos hilos sobre el territorio que ocupa, sino que forma parte de él, y ese territorio era y debe seguir siendo también naturaleza», recuerda Gallego. Repensar la ciudad desde las calles en lugar de desde los despachos, como dice el naturalista, es la clave para adaptarnos al futuro.

Filomena pasó y llegaron días de temperaturas bajas. Como consecuencia de esa situación anticiclónica, ha vuelto la famosa boina de contaminación de Madrid, o «esa cantidad ingente de óxido de nitrógeno en la atmósfera que agrava cualquier enfermedad respiratoria y que podría reducirse, en parte, eliminando el tráfico privado del centro de la ciudad», explica Soto. 2021 parece presentar ante la capital española una oportunidad única para diseñar calles más amables con el peatón, que favorezcan al vecino y al visitante. Y, para conseguirlo, Gallego tiene la receta mágica: «Pacificar el tránsito, avanzar hacia una movilidad más limpia y segura, ensanchar las aceras, restar asfalto y luces de neón, sumar espacios de vida y áreas de calma, y dejar que la naturaleza vuelva a casa». Tras Filomena, más allá de replantar, Madrid podría liderar la transformación urbana, dejando que la naturaleza vuelva a ella.

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