Sociedad
«En una negociación política, es difícil actuar sin una dosis mínima de cinismo»
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COLABORA2024
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María Blanco es economista y profesora de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad CEU San Pablo. En el libro ‘La política del disimulo: cómo descubrir las artimañas del poder con Mazarino’ (Rosamerón, 2024) nos desvela algunas de las enseñanzas que nos legó el cardenal Mazarino, estratega político del siglo XVII y sucesor del cardenal Richelieu.
¿Por qué te sedujo la idea de traer a la actualidad la figura del cardenal Mazarino?
En realidad, fue un encargo de mi amigo Gregorio Luri. Gregorio me preguntó si sería capaz de traer al cardenal Mazarino a la actualidad, desentrañar las claves del poder entonces y traducirlas para la mente del ciudadano del siglo XXI.
¿Hay alguna analogía entre la monarquía francesa del siglo XVII y la forma actual de hacer política?
La forma política es diferente. Nuestra monarquía es muy distinta. No se concebía la idea de la democracia en una sociedad que era estamental, en la que las diferencias sociales eran insalvables y el conocimiento no estaba al alcance de todo el mundo. Sin embargo, el ser humano es el mismo. Reconocemos nuestras virtudes y miserias, nuestros anhelos y miedos. La naturaleza humana es el vínculo entre esos años y los nuestros.
¿De qué forma puede resultar útil el Breviario para políticos (escrito por el cardenal, y que se incluye en el libro) para las personas que aspiran a tener poder? ¿Crees que sería bueno que los políticos actuales aprendieran de Mazarino o, por el contrario, sería peligroso?
Creo que sería muy útil e instructivo. Mazarino, siendo el príncipe de los cínicos, tenía dos objetivos explícitos muy claros: la paz europea y la corona francesa. Y fue leal a esos dos cometidos. También podrían aprender que la telaraña del poder y sus entresijos ya estaban inventadas desde siempre. En muchas cosas, comparados con Mazarino, somos unos novatos. No querría que aprendieran a enriquecerse a costa del Estado o los defectos que muestra Mazarino. No obstante, muchos de ellos ya lo hacen, de manera más enrevesada porque la estructura del poder político es más sofisticada y se puede camuflar la corrupción.
«En muchas cosas, comparados con Mazarino, somos unos novatos»
Comparas a Mazarino, salvando las distancias, con políticos como Churchill o Kissinger. ¿Habría algún político actual que pudiese encarnar el espíritu del cardenal?
No creo. He estado buscando activamente qué político actual se acercaría. Por otro lado, él no era exactamente un político, sino un diplomático, el que asesoraba al monarca y a la regente. Tenía mucho poder, era ministro, pero no era un político tal y como lo entendemos hoy en día. No existían partidos políticos, aunque sí bandos en los diferentes conflictos (el papal frente al protestante, por ejemplo). También hay que tener en cuenta que su identidad era confusa: italiano que sirve al Papa y después a la corona francesa, un extranjero. Eso hace de él un personaje muy particular. Por eso me parecía más parecido a Churchill o a Kissinger, por su relevancia internacional, su carisma y su peso específico.
¿Por qué crees que la figura del cardenal Mazarino no es más conocida en la actualidad, como ocurre, por ejemplo, con su predecesor el cardenal Richelieu?
Aunque la fama se la llevó Richelieu porque fue un personaje de carácter fuerte y que ejerció el poder de manera estricta junto a un rey débil, como Luis XIII, la gestión de Mazarino fue más importante. En sus primeros años en Francia, se tuvo que hacer con el carácter de Richelieu, lo cual no era fácil. Al morir este y Luis XIII con muy poco tiempo de diferencia, tuvo que ganarse la confianza de la reina, que no se fiaba de él. Y fue el instructor y consejero de Luis XIV. En la regencia logró que se firmara la Paz de los Pirineos y evitó que los príncipes y nobles tomaran el poder. Fue el inspirador de la monarquía absolutista de Luis XIV, un rey mucho más poderoso y fuerte que su padre. Los libros de historia no han sido justos. La mala fama de Mazarino entre los franceses se debe a que se enriqueció, cosa que todos hacían, y principalmente a que era extranjero.
Mazarino insiste: «Conócete a ti mismo, conócete a los demás». Está claro que a la hora de manipular a los demás conocer la naturaleza humana resulta fundamental. ¿Cómo logró él este conocimiento?
Esa frase, que resume su manera de afrontar la vida, no solo la política, la aprendió desde muy pequeño. Debió sentirse siempre fuera de lugar. Vivió entre personas mucho más ricas y de una clase social superior a la suya que, con toda probabilidad, no se lo pusieron fácil. Tuvo que desarrollar todas sus habilidades psicológicas y su brillante inteligencia para aprender a vivir y hacerse imprescindible, desde sus años de estudiante en el exclusivo colegio de los jesuitas de Roma, pasando por el servicio al Vaticano. La manipulación es una práctica común a todos aquellos que tenemos que persuadir a otras personas, de una manera u otra. Se puede utilizar para educar a tus hijos, para convencer a tu jefe o para lograr que gane tu propuesta política frente a otras. No es mala en sí misma. Depende de las intenciones y del grado, por supuesto. La corte francesa debía de ser un nido de tiburones y Mazarino seguramente la empleó a fondo.
«La manipulación es una práctica común a todos aquellos que tenemos que persuadir a otras personas, de una manera u otra»
Comentas en el libro que, en muchos aspectos, Mazarino no era coherente con los consejos que daba. ¿Es posible para un ser humano aguantar la tensión constante y la soledad de llevar a la práctica con éxito una vida de disimulo constante?
No, por supuesto. Pero hay en los consejos de Mazarino un rechazo por la ostentación y una insistente alabanza de la mesura que no puso en práctica, y eso despertó muchas envidias y le creó muchos enemigos.
También dices que era adicto al poder. ¿Por qué el poder engancha tanto a quien lo consigue?
Imagino que depende de cada caso. Hay personas que están convencidas de que tienen una misión y para lograrla necesitan ese poder. Para otras personas es una manera de compensar un complejo de inferioridad latente. En la mayoría de las ocasiones, una vez entras en el engranaje tu entorno termina por convencerte de que eres imprescindible. Y eso es un alimento increíble para el ego. Hace falta mucha fortaleza de carácter y unos valores firmes para mantenerse humilde cuando se ocupan puestos de gran responsabilidad. En el caso de Mazarino habría un poco de todo, pero, sobre todo, el propósito vital de servir a la paz y a la corona francesa.
«Una vez entras en el engranaje [del poder] tu entorno termina por convencerte de que eres imprescindible»
¿Es el cinismo la única vía para triunfar en la política y en las relaciones internacionales? ¿La sinceridad o tener valores consistentes suponen, por el contrario, un impedimento?
Sin duda. Cierto grado de cinismo es un protector de uno mismo, pero también se protege la convivencia, la vida en común. De lo contrario corremos el riesgo de caer en el «sincericidio». Las personas no siempre queremos escuchar la verdad, y no siempre estamos preparadas para ello. Hay que ser absolutamente sinceros con uno mismo. Y hay que decir la verdad lo máximo posible. Pero, en una negociación política, es difícil actuar sin una dosis mínima de cinismo.
En su breviario también dedica muchas páginas a explicar cómo levantar rumores o tratar de aplacarlos. ¿Tenían –y tienen– un poder tan destructor los rumores?
Creo que sí. Dicen que una de las características distintivas de los seres humanos es nuestra capacidad de cotillear, que es la base de la rumorología. En aquel entonces, la reputación era muy importante por ser una sociedad muy clasista, en la que el origen era importante. Hoy en día, el bullying en los colegios, pero también cuando somos mayores, el acoso, con la aparición de las redes sociales y los teléfonos «inteligentes», nos señala como una sociedad que también depende de la reputación, aunque con criterios diferentes a los de entonces.
Todos conocemos la palabra «maquiavélico», que podría sin duda aplicarse a Mazarino. Pero mientras que Maquiavelo era más teórico, sorprende lo práctico de los consejos de Mazarino. ¿Cuáles son sus puntos en común y sus diferencias?
Mazarino, una persona muy instruida, conocía la obra de Maquiavelo, y le parecía un moralista que no se jugaba nada, no estaba en el ruedo de la política. En cambio, él sí.
Para aquellos que no aspiran a tener poder, ¿hay algún aprendizaje, aplicable en sus vidas, que puedan sacar del Breviario para políticos?
Yo no aspiro al poder y he aprendido mucho, y bueno, del breviario de Mazarino. Él muestra características de la naturaleza humana que no pasan de moda y que, a veces, pasamos por alto. En una sociedad tan exhibicionista como la nuestra, los consejos de Mazarino son un buen recordatorio de la importancia de la prudencia y de la privacidad.
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