Sociedad
La soledad no se va de vacaciones
La soledad no deseada es un mal que sufren cada día más personas. La llegada del verano intensifica este malestar en numerosas personas mayores, pero también en jóvenes y adolescentes.
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El verano es tiempo de descanso, de viajes y vida social, de compartir con familiares y amigos. Pero para muchas personas es un tiempo de sufrimiento emocional, debido a que les obliga a enfrentar un largo período de soledad no deseada. Una soledad que nace tanto de la percepción subjetiva del individuo respecto al desajuste entre la cantidad y calidad de relaciones sociales que tiene con las que desearía tener, como del hecho objetivo del aislamiento social provocado por diversos factores.
En una sociedad hiperconectada como esta que habitamos, debería sorprendernos el hecho de que la soledad se esté convirtiendo en una especie de epidemia mundial. Las nuevas tecnologías facilitan la multiplicación de los vínculos que las personas establecemos unas con otras. Pero no podemos negar que la gran mayoría de dichos vínculos no pasan de lo superficial. Para agravar la situación, muchos de los vínculos verdaderamente emocionales que manteníamos hasta hace un tiempo, se han ido diluyendo en esa «facilidad» para la comunicación que posibilita la tecnología. Hemos sustituido el encuentro físico con otras personas por una comunicación virtual en que la mera información o intercambio de datos sustituye a las emociones que antes sostenían dichas relaciones. De alguna manera, todo esto provoca que cada día más personas sufran una soledad no deseada.
Pero sería injusto culpar únicamente a las nuevas tecnologías de este mal que afecta a un gran porcentaje de la población. Hay otras causas que acentúan la falta de compañía: el estatus socioeconómico, el desempleo, la salud física, la mental y todo tipo de actitudes discriminatorias… Causas, todas ellas, que se acentúan con la llegada del verano.
Más de un 25% de las personas entre 16 y 29 años se sienten solas o aisladas
Según el Barómetro de la soledad no deseada en España, presentado este mismo año, el 20% de la población sufre este mal. Y, si bien una de las franjas de edad en que más se sufre es en el de las personas mayores de 75 años, es aún más frecuente entre las personas de entre 16 y 29 años. Más de un 25% de las personas jóvenes se sienten solas o aisladas.
Cuando llegan los meses de verano, son muchas las personas mayores que comprueban cómo sus familiares, que han permanecido en su entorno cercano el resto del año, se van de vacaciones dejando un vacío irreparable en su día a día. La familia es un pilar básico para su bienestar físico y psicológico. En nuestro país, además, las altas temperaturas impiden que estas personas puedan disfrutar de los paseos que, en otras épocas del año, les permiten intercambiar conversaciones con otras personas mayores y mantener una comunicación imprescindible para su estado anímico. El aislamiento social se intensifica si, además, estas personas mayores viven solas.
Pero los períodos vacacionales del verano también afectan a los más jóvenes. Como hemos visto, casi una de cada tres personas jóvenes, sufre de soledad no deseada. El paréntesis de actividad que supone el verano solo agrava el malestar.
Son muchos los jóvenes y adolescentes que, al finalizar el curso escolar, ven reducidos sus espacios para el encuentro social, al marchar sus amigos y compañeros de clase a lugares de vacaciones, y pasan más tiempo sin compañía, en casa, por la dificultad que aún sigue existiendo para la conciliación familiar en los largos períodos estivales. Con tanto tiempo de ocio disponible, pero apenas nadie con quien compartirlo, estos jóvenes y adolescentes corren el peligro de caer en un abuso de internet y las redes sociales, que solo logrará ahondar la sensación de vacío emocional que ya sufren, acrecentando su inseguridad y afectando a su autoestima.
En verano, muchos jóvenes y adolescentes ven desaparecer sus habituales espacios de encuentro social y se exponen a largos y peligrosos períodos de soledad no deseada
Además, las personas jóvenes, al dedicar más tiempo a relacionarse únicamente en espacios virtuales, incrementan el riesgo de sufrir violencia, engancharse al juego o a contenidos inapropiados para su edad, e incluso a intensificar una percepción negativa de la propia imagen. El malestar emocional que esto implica puede llevar a serios problemas de salud mental que, en muchos casos, derivan en ansiedad, depresión y otras patologías. Pero la soledad no deseada, además, entraña riesgos para la salud física al favorecer la aparición de hipertensión y problemas vasculares.
Combatir la soledad no deseada se convierte en imprescindible, y los entornos familiares son los que más pueden hacer por ello. Lamentablemente, las fallas que existen respecto a la conciliación familiar dificultan la obtención de resultados positivos. Es imprescindible que las instituciones se impliquen desarrollando servicios de atención orientados a la reducción de la soledad, fomentando la participación activa y las relaciones sociales a través de programas de ocio saludable e incluso desarrollando programas de acompañamiento mutuo.
Este verano, la campaña «Días (grises) de verano», de Cuidopía y Alba Lez, respaldada por FAD Juventud, quiere poner el foco en la responsabilidad compartida por la sociedad para cuidar el bienestar emocional de los muchos jóvenes y adolescentes para quienes el verano se convierte en un largo período de soledad no deseada.
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