Sociedad

La soledad, ¿muerte en vida?

En nuestro país, más de dos millones de personas se sienten solas. Es parte de lo que la Organización Mundial de la Salud ya ha denominado como «epidemia silenciosa», un problema acuciante para una sociedad cada vez más envejecida.

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29
noviembre
2022

El coronavirus trajo consigo otra pandemia que aún sigue muy presente en nuestra sociedad: la de la soledad. Así lo considera la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), que denomina a este sentimiento plomizo y melancólico como «la pandemia silenciosa». 

En España, más de dos millones de personas se sienten solas, pero si hay un colectivo que se encuentra especialmente damnificado por esta emoción es el de los más mayores. Antes de que la covid-19 irrumpiera en nuestras vidas como si de un huracán se tratara, un estudio señalaba que el 40% de los adultos de más de 65 años presentaba soledad emocional. Un dato que la pandemia ha incrementado todavía más, según un análisis de la Cruz Roja. Pero ¿por qué se deja de lado a los más mayores?

¿Un problema inevitable?

Una de las explicaciones la ofrece el Centro de Control y Prevención de Enfermedades estadounidense: los ancianos están expuestos a un mayor riesgo de soledad y aislamiento social porque es más probable que tengan que enfrentarse a cuestiones como vivir solos, perder personas a cercanas, tener enfermedades crónicas y perder parte de la audición.

El 40% de los adultos de más de 65 años presentaba soledad emocional

Así lo señala también la Revista de la Sociedad Española de Enfermería Geriátrica y Gerontológica (o Gerokomos), donde se hace hincapié en cómo «en la vejez se viven algunas experiencias especialmente duras que suponen una ruptura con la vida anterior […], vivencias que pueden tener graves consecuencias emocionales». Al respecto, la publicación apunta a varios motivos, la mayoría de ellos relacionados con los lazos familiares, como el «síndrome del nido vacío» o las maltrechas relaciones parentales. «La escasez de relación con los hijos percibida por los ancianos, tanto en cantidad como sobre todo en intensidad y calidad de afecto, representa un importante motivo de frustración en esta etapa». A ello se suma la muerte del cónyuge, «el principal desencadenante del sentimiento de soledad en las edades avanzadas».

Otro de los factores emocionales esenciales a la hora de analizar esta situación es la salida del mercado laboral, que genera una gran cantidad de tiempo libre que muchos no saben cómo llenar y que, además, trae consigo una palpable disminución del poder adquisitivo, algo relacionado también a otro de los elementos clave: la «falta de actividades placenteras».

Por último, la publicación apunta a los prejuicios existentes, como «el hecho de no tener experiencias ni necesidades sexuales, ser inútil, trasnochado y dependiente», si bien apunta que «la experiencia, la capacidad de relativizar las cosas o saber juzgar con objetividad podría permitir a las personas mayores mantener un rol social importante».

Cómo prevenir la soledad

Según explica el estudio elaborado por el Observatorio de Personas Mayores (perteneciente al Imserso), la soledad de las personas mayores se previene o se supera cuando se realizan actividades incompatibles con los pensamientos que la generan, especialmente si estas favorecen el cultivo de unas relaciones sociales y familiares satisfactorias. Según Gerokomo, la soledad debe abordarse desde seis frentes.

El primero lo constituyen «los recursos personales»: ellos mismo deben buscar salir de esa pesadumbre, ya que «las personas que sufren soledad suelen ser más pasivas: se resignan con mayor frecuencia que las que se sienten acompañadas».

El segundo frente propuesto es el de los «recursos familiares», puesto que «la familia juega un papel fundamental y se la puede considerar el principal soporte social del anciano, considerando las relaciones y el amparo en los seres queridos como un recurso clave en la lucha contra la soledad». Por otro lado, la publicación también sugiere la capacidad positiva del apadrinamiento de mayores hecho por varias asociaciones. Se trata de un factor relacionado con el tercer flanco, el de los «recursos sociales», donde se incluye el hecho de «tener un núcleo de amistades» y recurrir a actividades como voluntariados. La misma similitud se incluye en el cuarto recurso planteado, el de «las relaciones con la vecindad»: es lo más cómodo para interactuar.

El quinto recurso es el del «trabajador social», que «puede detectar un cambio de estado que precise la intervención de un profesional de la salud, pero que sobre todo cuenta con una visión global de la persona y considera la situación real en la que se encuentra en un momento dado».

Por último, el sexto punto sugiere la creación de una iniciativa innovadora, recomendando cierto acceso a un sistema educativo. Así, tal como señalan desde Gerokomo, «algunas iniciativas valoran la experiencia de las personas mayores, que pueden contar los oficios antiguos a los niños en las escuelas, pero este tipo de intercambio no está todavía bastante difundido o valorado».

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