Los dilemas (masculinos) en el cine de Thomas Vinterberg

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Laura Calonge

@Lauracalc

Que los hombres y la antigua masculinidad están en crisis no es ningún secreto. Más bien al contrario, es un tema de actualidad que tiene cabida segura en obras literarias y cinematográficas. Y eso es precisamente lo que recoge Thomas Vinterberg (1969) en su filmografía: hombres haciendo cosas que, supuestamente, son «de machos» pero que no necesariamente les sacan de su crisis, sino que en algunos casos acaban conduciéndoles a un callejón sin salida.

Es justo reconocer al director danés el mérito de tratar un tema tan complejo como el de esa masculinidad frágil del siglo XXI, en películas como Otra ronda o La Caza, que abordan cuestiones de género con una perspectiva social. Estas películas corales, donde se muestran hombres de distintas edades sosteniendo la mayor parte de las escenas, podría recordar el enfoque de Louisa May Alcott (1832-1888) al retratar la vida de mujeres de distintas generaciones en Mujercitas. Hombres haciendo cosas de hombres, mujeres haciendo cosas de mujeres, según lo que la sociedad espera de ellos y ellas… Y en el centro, el dilema.

Es justo reconocer al director danés el mérito de tratar un tema tan complejo como el de esa masculinidad frágil del siglo XXI

Los protagonistas de la laureada Otra ronda (2020) –un grupo de colegas de mediana edad– resuelven hacer algo que tradicionalmente podía considerarse «cosa de hombres»: tomar alcohol en espacios públicos. Bajo la excusa de un postulado del psiquiatra noruego Finn Skårderud que afirma que en el cuerpo humano hay un déficit de alcohol del 0,05%, deciden permitirse beber a lo largo del día, incluso en horas de trabajo, para sacudirse la abulia en la que están instalados. Recuperar al «chico malo» y desechar a ese hombre doméstico y domesticado es el objetivo que subyace en el trasfondo de este filme, donde el director hace un alegato de esa masculinidad que enfrenta la mitad de la vida a través de sus protagonistas.

Algunas de las películas más conocidas de Vinterberg siguen un patrón clásico en cuanto al gran tema del viaje del héroe, tal y como fue definido por Joseph Campbell, donde el héroe protagonista «regresa de esta misteriosa aventura con el poder de otorgar bendiciones a sus semejantes». Ciertamente, ser hombre en el siglo XXI es casi una heroicidad, si nos atenemos a los personajes del universo fílmico del director: hombres cotidianos, en apariencia normales, pero que esconden en su interior un gran conflicto interno que les aleja del amor, el respeto social o el respeto por sí mismos. Ese es el lugar donde estaban y del que son expulsados durante la trama, para luego reconquistar el puesto que perdieron por haberlo descuidado o no estar a la altura de lo que se esperaba de ellos.

Un retrato social y, si apuramos, del universo masculino, que no por estar ambientado en la cotidianeidad hace que su cine sea sencillo. Volviendo al ejemplo de Louisa May Alcott y sus Mujercitas, el libro estaba ambientado en una aparente cotidianeidad, pero presentaba profundos conflictos internos en el personaje de Jo, que decidía renunciar a lo que la sociedad esperaba de una mujer para dedicarse a su pasión: escribir. En las cuadrillas de hombres que aparecen en los filmes de Vinterberg, todos comparten una cotidianeidad en la que algunos se sienten incómodos y se plantean si deben seguir o es mejor abandonarse. Abandonarse, en el sentido más extremo del término: hasta desaparecer. En Kursk (2018), que recrea el naufragio del submarino nuclear de la armada rusa K-141 sucedido en el año 2000, también aborda este abandono: el de una tripulación que lucha por sobrevivir mientras la suerte está echada debido a la negligencia gubernamental.

Tres temas salpican de manera principal o secundaria varias de sus obras: el suicidio, el abuso sexual infantil y las relaciones familiares

Es importante conocer los orígenes cinematográficos de Thomas Vinterberg para entender que no estamos ante una filmografía fácil ni cómoda. Fue cofundador, junto a Lars von Trier (1956) del movimiento Dogma 95, que proponía eliminar cualquier sofisticación tecnológica ni efectos especiales, además de abordar temas con un fuerte componente de crítica social. De esta corriente surgieron obras maestras de bajo presupuesto como La celebración (Vinterberg) y Los idiotas (Von Trier), ambas presentadas en el Festival de Cannes de 1998 con éxito. Sin embargo, las diez reglas o voto de castidad que fijaron para este tipo de cine experimental se rompieron muy pronto y esta corriente no se prolongó en el tiempo. Queda como testimonio el estilo característico de las primeras películas Dogma, rodadas «cámara en mano».

Tres temas salpican de manera principal o secundaria varias de sus obras: el suicidio, el abuso sexual infantil y las relaciones familiares. En Celebración y en Otra ronda aparece el tema del suicidio gravitando en la trama que, sin ser el tema principal, afecta a las decisiones de otros personajes. Cabe señalar que la tragedia también azotó personalmente al director: su hija Ida falleció a los 19 años en un accidente de tráfico en 2019, poco antes de iniciarse el rodaje de Otra ronda, donde tenía un papel que nunca llegó a interpretar.

Según declaraciones del propio director, su obra siempre gravita alrededor de sus dos grandes preocupaciones: el individuo contra la comunidad y la finitud de la vida. A partir de ahí, surgen muchos de los grandes dilemas de la humanidad, que tan bien encarnan sus personajes.