Pensamiento
Grecia y el origen de la democracia
La democracia occidental tuvo su origen en la Antigua Grecia, más concretamente en Atenas, ciudad-Estado cuya pujanza socioeconómica y cultural le permitió establecer las bases del sistema de gobierno mayoritario.
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Democracia, esa palabra que, a día de hoy, políticos de todo signo luchan por apropiarse para mejor defender sus idearios, se compone de los términos del griego clásico demos (pueblo) y krátos (gobierno), a los que se añade el sufijo –ia (cualidad). La democracia supone, por tanto, el «gobierno del pueblo».
Esto ha hecho que, durante siglos, se haya considerado la democracia griega como el origen de las que actualmente rigen en occidente. Aunque, siendo estrictos, deberíamos hablar de democracia ateniense, más que griega, ya que fue en dicha ciudad-estado (o polis) donde nació.
La Grecia antigua a la que nos referimos estaba compuesta por diversas polis debido a lo complicado de las comunicaciones, que mantenían prácticamente aislado cada núcleo de población, independientemente de que los habitantes de todos ellos mantuviesen identidades culturales similares. De entre estas, Atenas fue la que más creció, entre los siglos IX y VIII a.C., económica y socialmente. En aquella Atenas vivieron, además, los principales filósofos y pensadores de la época, aquellos que erigieron los cimientos de nuestra cultura.
Pero la democracia ateniense tuvo una evolución lenta en la que se fueron incorporando medidas en virtud de los gobernantes de cada ciclo histórico.
El primer paso hacia la democracia lo dio Solón, estadista ateniense que inició, en 594 a.C., una importante reforma legal
El primer paso hacia la democracia lo dio Solón, estadista ateniense que inició, en 594 a.C., una importante reforma legal. Los grandes mercaderes llevaban años imponiendo estrictas condiciones económicas a los campesinos. Unas condiciones nacidas del primer código legal de la ciudad, redactado en 621 a.C. por Dracón. Las leyes de aquel código resultaban desoladoramente restrictivas para los campesinos. No en vano, el término draconiano ha llegado hasta nuestros días gracias a Dracón. De ahí la importancia de la reforma de Solón que, entre otras cosas, suprimió la esclavitud contraída por deuda y la de todos los ciudadanos atenienses, a la par que suavizó las cantidades económicas que los campesinos pobres se veían obligados a pagar.
Solón otorgó derechos políticos a todos los ciudadanos atenienses en virtud de su riqueza, que fue el baremo para dividir en cuatro grupos a la sociedad. Pero incluso el grupo de más bajas rentas tenía derecho al voto. No obstante, los gobiernos oligárquicos que se sucedieron tras la muerte de Solón se emplearon a fondo en contrarrestar las reformas que este impuso.
Tendría que llegar el año 508 a.C. para que un nuevo gobernante, Clístenes, retomase el testigo de Solón mejorando sus premisas. Él fue quien cambió la distribución de los ciudadanos según su riqueza por otra que refería a su tribu. Así, cada una de las diez tribus en que quedó dividida la sociedad ateniense contaba con miembros de los diferentes sectores socioeconómicos.
Pero el cambio más importante que introdujo Clístenes fue el de establecer la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Y, como en las democracias modernas, aquella contaba con tres órganos de gobierno.
La democracia ateniense ya contaba con tres órganos de gobierno diferenciados que atendían el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial
La Ekklesía o Asamblea era el órgano soberano del gobierno. Un poder legislativo donde los miembros no eran elegidos, sino en el que participaban libremente todos los varones mayores de 20 años. Todos los varones. Ni mujeres, ni esclavos (sí, continuaba existiendo la esclavitud), ni residentes extranjeros eran admitidos en la Asamblea donde los votos se realizaban a mano alzada. Una democracia directa y no representativa, por tanto.
La Boule o consejo de los Quinientos era el órgano encargado no solo de llevar a la práctica las decisiones de la Ekklesía, sino también de proponer a esta los temas a tratar. Estaba formado por 500 hombres, a razón de 50 por cada una de las diez tribus en las que se había dividido la sociedad. Cada uno de estos 500 hombres era seleccionado por sorteo en sus respectivas tribus, y tenía la obligación de ejercer su cargo durante un año.
La Dikasteria la conformaban los tribunales populares. Un poder judicial que contaba, como la Boule, con 500 hombres, mayores de 30 años en este caso y también seleccionados por sorteo. La peculiaridad principal de aquel germen del actual poder judicial radica en que cualquier ciudadano mayor de 20 años podía llevar un caso ante el tribunal y ejercer como acusación o como defensa, hasta alcanzar una sentencia que debía ser aprobada por el gobierno de la mayoría.
Sin duda, la democracia ateniense, que aún denominamos griega, fue pilar de las actuales. Pero, lejos de ser perfecta, como muchas voces afirman, no debemos olvidar que mantenía vigente la esclavitud. Filósofos como Platón o Aristóteles llegaron a criticar sus fallas. Platón consideraba que la elección de puestos por sorteo implicaba dejar cargos gubernamentales en manos de personas poco capacitadas. Aristóteles que se trataba de otra oligarquía encubierta por tener como prioridad máxima el beneficio de unos pocos. En un momento en que la democracia liberal está amenazada por las pulsiones populistas de uno y otro signo, puede resultar conveniente el origen de la democracia, un sistema imperfecto, «el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado», según la célebre frase de Churchill.
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