Internacional
La crisis de la cooperación al desarrollo: ¿una nueva oportunidad?
Ya hace más de una década que se viene planteando la crisis del sistema de cooperación al desarrollo. Incluso, hoy está en debate la idea misma de desarrollo y los objetivos concretos que deben promoverse.
Artículo
Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).
COLABORA2024
Artículo
Ya hace más de una década que se viene planteando la crisis del sistema de cooperación al desarrollo que surgió en Bretton Woods. Expresiones como Beyond Aid o End of Aid han puesto de relieve la pertinencia de revisar en profundidad sus principios, normas y marcos de funcionamiento. El propio concepto de desarrollo y sus políticas se han cuestionado y, con ello, las agendas, actores e instituciones. Por otra parte, se ha dado una proliferación de nuevos actores y prácticas que cuestionan los marcos normativos y que conforman estructuras alternativas. Esta consolidación de un multilateralismo complejo y contestatario señala la crisis del sistema de gobernanza global establecido.
Inicialmente, el desarrollo fue equiparado con el crecimiento económico, aunque luego evolucionó de forma radical hacia la noción de desarrollo humano. Sin embargo, la Agenda 2030 va más allá al consolidar el concepto de desarrollo sostenible, que es el resultado de la simbiosis entre la agenda de la sostenibilidad ambiental y la agenda de desarrollo. Este cambio de paradigma pone de manifiesto las limitaciones del modelo de desarrollo que la cooperación fue promoviendo a lo largo de las décadas, el cual era incapaz de combatir la desigualdad, la crisis ambiental en diferentes planos o el agotamiento de los modelos políticos y de los marcos de gobernanza.
Por tanto, hoy está en debate la idea misma de desarrollo y los objetivos concretos que deben promoverse. Pese a las notorias discrepancias en el debate, se constata la hegemonía del tema ambiental en la agenda sobre desarrollo sostenible. Además, la superación y sustitución de la idea de desarrollo resitúa los objetivos de la cooperación al desarrollo, reivindicándose conceptos alternativos como decrecimiento, buen vivir o justicia global. Esto supone una remodelación del marco de análisis, pero también del marco de acción.
Las carencias en la gobernanza global muestran una realidad geopolítica cada vez más compleja e interrelacionada
En segundo lugar, se han redefinido las dinámicas entre actores, además de la aparición de otros nuevos. Hace ya años que entraron en escena nuevos actores del denominado Sur Global, que han ido reclamando y adquiriendo presencia como actores clave en el sistema, cuestionando la hegemonía y contribuyendo a transformar el sistema de cooperación tradicional. Proponen nuevos marcos normativos y nuevas modalidades de acción. Y también es relevante la pujanza actual de actores provenientes del sector privado, lo que supone un sistema de cooperación altamente fragmentado.
Por último, las carencias en la gobernanza global muestran una realidad geopolítica cada vez más compleja e interrelacionada, lo que supone mayores riesgos y desigualdades. Las normas y estructuras están siendo cuestionadas y la globalización requiere de una regulación mayor ante el auge de intereses privados. Se requiere de equilibrio en un sistema conformado por gobiernos, pero también empresas y grandes oenegés. El contexto global, marcado por múltiples crisis (económicas, geoestratégicas, ecosociales o climáticas), reclama acelerar distintas transiciones, como la ecológica, la digital o la sociopolítica. La idea de transición, que se ha consolidado como marco interpretativo, implica asumir, por una parte, oportunidades de transformación, pero también riesgos de involución y exclusión. Este contexto de transición está desafiando y afectando especialmente a la cooperación al desarrollo tradicional.
La pujanza de los intereses nacionales está marcando la acción de algunos de los actores. China es un claro ejemplo de ello, llevando a cabo una diplomacia económica más que cooperación internacional al uso. De hecho, en la actualidad, la inversión y los préstamos superan ya a las donaciones en los flujos entre países y actores. Más allá de la estrategia del gigante asiático, la Unión Europea se suma a esta corriente a través de su Global Gateway y, además, los actores emergentes están apostando cada vez más por las inversiones como instrumento esencial para promover el desarrollo sostenible. Estos nuevos procedimientos dejan atrás el binomio donante-receptor, las relaciones de dependencia y parecen dar pie a la creación de instituciones propias.
Considerando todo lo anterior, las próximas citas internacionales deberán determinar el rumbo del nuevo sistema de promoción del desarrollo sostenible. El sistema se debate entre posiciones que optan por superar la misma idea de cooperación al desarrollo, marcada en esencia por su connotación colonial, promoviendo en contrapartida una radical transformación del marco global, o aquellas que promueven un tránsito de la cooperación tradicional hacia una nueva forma de interacción que combine intereses nacionales y desafíos globales. En posiciones intermedias se situarían aquellas centradas en la idea de compromiso global, asumiendo que la cooperación puede resultar una facilitadora de avances, de implementación de la Agenda 2030 y una promotora de espacios de concertación y coordinación de actores. Por tanto, este año será decisivo para determinar si hay margen para renovar y transformar la cooperación al desarrollo o si se impone su superación y sustitución.
Marisa Ramos es colaboradora del GATE Center.
COMENTARIOS