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José Ignacio Torreblanca

«Con Israel se ha roto toda la unidad europea que se construyó en torno a Ucrania»

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02
junio
2025

Ha pasado un año y medio desde que Hamás lanzara su ofensiva terrorista contra Israel. Desde entonces, Netanyahu no ha conseguido liberar a todos los rehenes ni acabar con Hamás, que sigue al mando en la Franja de Gaza. Mientras, el ataque desproporcionado de las fuerzas israelíes contra los gazatíes ha traspasado los límites del derecho internacional y los derechos humanos. Hablamos con José Ignacio Torreblanca, jefe de la oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Internacionales y consejero de la revista Ethic, para intentar arrojar luz sobre esta escalada del conflicto y su posible final.


Netanyahu alega que el objetivo de la operación Carros de Gedeón es derrotar a Hamás y liberar a los rehenes israelíes, lo cual pasa, parece, por la ocupación de Gaza. Pero esto no justifica las líneas rojas que ha traspasado en materia de derecho internacional y derechos humanos. ¿Cuál es su verdadero objetivo? 

No lo justifica. Pero, además, el problema es que son no objetivos realistas ni que puedan culminarse con éxito, algo que se le ha dicho reiteradamente, incluso dentro de la comunidad estratégica de Israel. Desde el principio, era evidente que no se podía emprender –ni Israel tenía la capacidad para hacerlo– una operación militar que acabara con Hamás y que, hasta en el caso que consiguiera reducirlo a una fuerza marginal, tendría que ocupar Gaza y administrar unos dos millones de personas. El ejército israelí no tiene capacidad para administrar ese territorio. Siempre se ha acusado a Netanyahu de que nunca ha tenido un plan para el día después y de que no puede entender el conflicto con los palestinos como lo entiende con el caso del Líbano, los hutíes u otros estados, porque es una realidad distinta.

Entonces, ¿es inviable que Israel acabe con Hamás?

Acabar completamente con Hamás es un objetivo inviable. Para ello, después de ocupar ese territorio, requeriría la complicidad, primero, de la Autoridad Nacional Palestina [organización administrativa creada para gobernar Gaza y Cisjordania], que es la que podría lógica y legalmente ocupar y administrar ese territorio, y, segundo, del resto de la comunidad árabe e internacional, que tendría que apoyar un plan de ocupación y reconstrucción. Netanyahu nunca ha tenido eso en la cabeza ni lo ha planteado en las reuniones con Estados Unidos o Qatar. La tragedia de todo esto es doble: las violaciones masivas del derecho internacional humanitario y el sufrimiento impuesto a la población palestina en Gaza sin una estrategia política ni militar que sea viable y se pueda llevar a término. Para Netanyahu, el conflicto en sí mismo se ha convertido en la normalidad de su gestión. El Israel en guerra perpetua no sirve a objetivos políticos y estratégicos fuera, en el exterior, sino dentro.

«Para Netanyahu, el conflicto en sí mismo se ha convertido en la normalidad de su gestión»

Esta postura empieza incluso a tensar su relación con Donald Trump. Cuando este volvió a la Casa Blanca, parecía que el apoyo de Estados Unidos a Israel sería incondicional, pero últimamente estamos viendo cómo el presidente estadounidense promueve sus intereses en Oriente Próximo sin contar con lo que pueda opinar el líder israelí. ¿Cómo afecta esto a Israel y los planes de Netanyahu en Gaza?

Netanyahu, como Putin –es decir, como los estados que viven en confrontación militar y geopolítica, y con una cultura y unas necesidades de seguridad acuciantes– no se puede permitir cometer errores en sus apreciaciones sobre lo que pueden hacer otros países. Tanto Netanyahu como Putin conocen muy bien el carácter de Trump, lo inconstante e impredecible que puede ser y lo fácil que es manejarle. Porque Trump no es una persona que estudie las cuestiones a fondo o se comprometa a largo plazo, solo quiere ganancias rápidas y simbólicas. Es cierto que en esta última gira se ha hablado de un cierto deterioro o distanciamiento entre Estados Unidos e Israel, pero eso no daña a Israel. Le pasa como con Putin: Trump querría un buen acuerdo, pero no está dispuesto a aplicar a la parte responsable del conflicto unas condiciones para llevar a la mesa de negociación. Simplemente, se desengancha del proceso, como ha hecho en Ucrania. El problema es que, sobre el terreno, las dos fuerzas no son equiparables y si dejas las cosas como están, Rusia sigue machacando a Ucrania e Israel a los palestinos. Si no hay medidas de presión, le pones algún límite, le cortas los envíos de armas [Israel] seguirá lanzándose, sabiendo que se le va a respaldar. [En el caso de Gaza,] Trump ha negociado con Hamás un rehén americano, que es su victoria simbólica, y con eso Hamás consigue que Estados Unidos no se involucre más.

«Trump no estudia las cuestiones a fondo ni se compromete a largo plazo, solo quiere ganancias rápidas y simbólicas»

En cuanto a la Unión Europea se refiere, ¿son suficientes los pasos que está dando? 

El problema de la Unión Europea es su desunión. Costó mucho que tuviera durante décadas una posición común, con muchos matices, pero mucho mérito, porque venía de posiciones muy distintas. Acordamos la Declaración de Venecia (1980), en la que la Unión Europea se posicionaba a favor de una solución basada en dos estados, y ahora eso ha saltado por los aires con Gaza. [Hasta el punto de] ver algo inédito en la política exterior europea: una votación en Naciones Unidas donde Europa se partió en tres (a favor, en contra y abstención). Eso es un fracaso diplomático interno de primer nivel y también hacia el exterior, porque muestra una absoluta irrelevancia, división y encima se le acusa de doble rasero por estar muy unida en Ucrania, pero no en Gaza. Ahora, a fuerza de lo penoso de la situación, del drama y de la tragedia parece que la Unión Europea amenaza con tomar algún tipo de medidas, pero no va a aplicar un embargo de armas a Israel y dudo mucho que vaya a poner sanciones comerciales, porque somos muy dependientes, sobre todo en tecnología. Con Israel se ha roto toda esa unidad que se construyó en torno a Ucrania y lo conseguido respecto a Rusia, que se quedó muy sorprendida de la capacidad de unidad de los europeos y el nivel de sanciones que se le impusieron –la congelación de los activos del banco central ruso en el exterior o la expulsión del sistema de mensajería financiera–.

¿Qué consecuencias tendría para Europa una ruptura de relaciones con Israel?

Como tal, no creo que vaya a ocurrir, ni siquiera España. Una cosa es retirar al embajador o llamarle a consultas, pero no sé si se van a romper esas relaciones diplomáticas. Si se hace, será algo simbólico, un brindis al sol, como ha sido el reconocimiento del Estado Palestino: no va a tener consecuencias sobre el terreno, porque la realidad es que, aunque a nosotros nos gustaría ser relevantes, hemos dejado de serlo. En un conflicto eres relevante cuando eres un gran facilitador o un gran obstáculo, o eres parte del problema o de la solución. Este conflicto puede seguir sin que nosotros seamos ni una cosa ni otra. Para negociar y conseguir un acuerdo no somos importantes, como tampoco para volcar el conflicto militarmente de un lado o de otro. Esto es algo con lo que Netanyahu está jugando muy bien, que ha leído la indiferencia de fondo de la Unión Europa.

«Si Europa rompe relaciones con Israel, será algo simbólico, un brindis al sol»

¿Y los países árabes?

Los países del Golfo están deseando hacer negocios con Trump y el conflicto de Gaza y los palestinos, desde hace décadas, les parece un engorro. Ya con el primer mandato de Trump hicieron el reconocimiento de Israel [con Marruecos] y no le pusieron ninguna condición para restaurar los acuerdos de paz. Como siempre, se acaban dedicando a hacer sus negocios y a proteger sus intereses sin ninguna condicionalidad. Hay también cierta hipocresía: pareciera que Israel es capaz de seguir en este conflicto solo porque Estados Unidos le apoya y porque la Unión Europea está dividida, pero la realidad es que se requieren algunos países más que han decidido no hacer esto de esto su causa y no sufrir un coste por oponerse a Estados Unidos. Se pone mucho el foco en Occidente, pero tampoco vemos que el resto del mundo árabe esté dispuesto a romper relaciones ni con Europa ni con Estados Unidos.

Mencionabas antes los obstáculos y facilitadores en un conflicto. ¿Qué sujetos en el tablero internacional serían obstáculos y cuáles facilitadores en este conflicto?

Fundamentalmente, Estados Unidos; es el que podría desenchufar a Israel y ponérselo muy difícil, como ha hecho con Ucrania. Al final, Israel es un país muy pequeño que no puede sostener un conflicto por sí solo si no tiene esas cadenas de suministro y esa conexión con el sistema de producción industrial estadounidense. Los ucranianos son más independientes, pues ya fabrican el 95% de los drones que utilizan. Por otro lado, los facilitadores serían los países árabes que –sin ser relevantes militarmente– podrían garantizar un escenario post Hamás de estabilización y de inversiones. Por ejemplo, si los saudíes estuvieran dispuestos a invertir miles de millones en la reconstrucción de Gaza y no en inteligencia artificial o en armas estadounidenses. Los recursos están, pero no son prioritarios.

¿La guerra de Gaza afecta a las relaciones entre Occidente y el Sur Global?

Mucho. Lo hemos visto en multitud de encuestas que han salido o en los pronunciamientos diplomáticos que estamos viendo. He estado en Brasilia dos veces en el último año y las dos me han leído la cartilla como europeo, con preguntas como por qué un niño muerto ucraniano vale tanto y un niño muerto gazatí no vale nada. Ellos son muy vocales en esto, lo ven claramente y no pierden una oportunidad –ni brasileños ni sudafricanos ni indios– para afear a los europeos. Las relaciones ya se están viendo afectadas, porque ven que no estamos comprometidos y aunque España se salve, porque ahora su posición es distinta, no es lo mismo con socios más destacados, como [pueda ser] Alemania.

«[Los israelíes] están dispuestos a pagar el precio que sea, pero no a cambiar»

¿Cómo hemos llegado a esta situación, en la que nada parece frenar los planes de Israel de ocupar Gaza?

La sociedad israelí ha tenido un shock fortísimo con los atentados del 7 de octubre. Estaban acostumbrados al terrorismo –conviven con él, es una parte de su realidad–, pero el 7 de octubre activó en la psique israelí el botón existencial que les conecta con su historia trágica. El ensañamiento de los milicianos de Hamás con las familias tiene para ellos un hilo conductor muy rápido, sencillo y lógico que conecta con la historia de los pogromos y las masacres, que para ellos justifican la existencia del Estado de Israel y refuerzan su idea de que no pueden convivir con los palestinos mientras estén gobernados por Hamás. Por eso, lo que diga la comunidad internacional no cambia nada y se resignan a ser odiados. Están dispuestos a pagar el precio que sea, pero no a cambiar. Y ahí, cuando alguien no está dispuesto a cambiar su comportamiento, las sanciones no funcionan. Esto le ha dado a Netanyahu una capacidad de actuación ilimitada; la sociedad israelí ha visto con buenos ojos esa operación de castigo, porque se han sentido humillados y amenazados a una escala brutal.

Pero, últimamente, hemos visto más oposición a Netanyahu en el Knesset, el parlamento israelí.

Pero al final no desemboca en una coalición electoral. Israel tiene un sistema electoral ultra proporcional y Netanyahu ha sido un maestro en armar coaliciones. La izquierda israelí en los últimos años es muy débil, hace tiempo que no gobierna y no es capaz de presentar una alternativa o formar una coalición que derribe a Netanyahu. La oposición ahora es porque [el Knesset] ha visto que si lo que importa son los rehenes, se han liberado más con las negociaciones que durante la guerra.

Por un lado, a los israelíes se les ha activado el botón existencial, pero, por otro, empiezan a ver que la política que Netanyahu no consigue liberar a los rehenes y que no va a cesar en su empeño hasta destruir a Hamás, algo que, según apuntabas, parece imposible. Entonces, ¿cómo o cuándo acabará este conflicto?

Eso es lo desesperante. Cuando empezaron las negociaciones se consiguió el retorno de rehenes, pero después de un año y medio no ha logrado doblegar a Hamás –que sigue al mando de la Franja–. Ahora, se dedica a desplazar a cientos de miles de personas de un lado a otro para arrasar todo el territorio, de forma que luego no puede devolverlos a esa zona arrasada. Eso es lo que no tiene sentido: Hamás sigue luchando y las víctimas siguen siendo desproporcionadas, injustificadas y fuera de todo límite. No sabemos hasta dónde va a llegar Netanyahu cuando se le acabe el camino. Alargar esta guerra de signo identitario y nacionalista es lo más cómodo para él. Además, no puede gestionar la paz de ninguna manera y si acaba con Hamás se girará hacia [otros actores], como ha hecho con el Líbano o Siria.

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