Sociedad

«La cooperación es algo crucial para el futuro de la vida humana, hoy más que nunca»

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14
junio
2023

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‘La invención del bien y del mal’ (Paidós), nominado al German Non-Fiction Prize 2023, analiza cómo la cooperación es fruto de la necesidad de supervivencia del ser humano, así como la manera en que la moralidad va entreverando esa cooperación hasta convertirse en una suerte de argamasa que la sustenta. Pero ¿qué ocurre cuando el mal amenaza esa cooperación vital? Hablamos con su autor, Hanno Sauer, profesor de Ética en la Universidad de Utrecht.


Señala que la moral surge ante la necesidad de cooperación entre humanos. ¿Nos necesitamos hoy con la misma intensidad de hace cinco millones de años?

El nicho que hemos construido es un nicho cooperativo, basta fijarse un poco en el entorno en el convivimos: en él cooperamos, dependemos y aprendemos los unos de los otros. Encontrar soluciones cooperativas ante problemas sociales, naturales o ante todo tipo de conflictos y desafíos es algo que como especie se nos da muy bien como especie. Dicho esto, creo que, en cierto sentido, hoy dependemos más de la cooperación de lo que dependíamos en el pasado, especialmente porque la supervivencia de nuestra especie depende de ello; en nuestra sociedad, todo lo que hacemos, sabemos y somos capaces de hacer como individuos depende de una cadena de colaboración muy larga de la que no siempre somos conscientes. Cualquier cosa que consumimos, ya sea una taza o un ordenador, el propio idioma, el marco político que nos regula… todo depende de la cooperación, y nosotros dependemos de ella para progresar. La cooperación, hoy más que nunca, es crucial para el futuro de la vida humana.

A su juicio, la moral ha sido indispensable en la consecución de ciertos avances sociales, como la inclusión de las personas con discapacidad o el fin de la esclavitud. ¿Qué papel desempeña la moral en problemas como el cambio climático, los refugiados o las guerras?

Uno de los pilares que explican la historia de las transformaciones morales de la humanidad es lo que técnicamente se conoce como la escala de la cooperación. Desde que nos formamos como especie, el nivel de cooperación se ha ido haciendo cada vez más complejo. Comenzamos con pequeñas estructuras familiares para ir desarrollando grupos cooperativos cada vez más grandes: ciudades, países, imperios… a día de hoy vivimos en una sociedad global interconectada, lo que nos ofrece ciertas ventajas, como una enorme riqueza y un determinado nivel de progreso, pero esto también conlleva una enorme complejidad social que, a su vez, desencadena nuevos marcos políticos e interconexiones entre las instituciones. Las sociedades se han enfrentado, más o menos, al mismo tipo de problemas: guerras de poder, gestión de los recursos, conflictos internos… pero nuestra sociedad global ha alcanzado unos índices de destrucción del medio ambiente y ha agotado de tal manera los recursos que, de no enfrentarnos a ellos de manera cooperativa, tal vez sean irreversibles por primera vez en nuestra historia.

¿Es usted optimista al respecto?

Nos jugamos la supervivencia de la especie, por supuesto que tengo fe en que conseguiremos lidiar con estos problemas.

«Creo que se exagera cuando se anuncia la pérdida de valores»

La moral, ¿hasta dónde llega? Porque vemos cómo Europa actúa moralmente en numerosos frentes, pero en otros no tanto, como ocurre cuando los distintos países venden armas a otros que están en conflicto, cuando venden medicamentos y tecnología a terceros a un precio que los endeuda aún más…

Cuento la historia de la evolución de la moralidad y de la humanidad de una manera en la que intento ensalzar los beneficios y las ventajas de la organización social basada en la cooperación, pero eso no significa que no haya problemas y contradicciones. Cada nueva forma de organización política origina sus propios y nuevos conflictos, como vemos que ocurre con las nuevas tecnologías, que arrojan nuevos desafíos a los que hay que plantar cara. Hoy en día nuestra sociedad es inmensa, por lo que los problemas son inevitables, con desigualdades económicas y sociales, un medio ambiente más vulnerable, la inmigración… Pero no hay que olvidar que, a pesar de todo ello, la nuestra es la sociedad más próspera de cuantas ha conocido el ser humano, a pesar de la posibilidad del colapso, de cierto retroceso moral y de la inestabilidad política.

¿Cómo saber qué valores morales son los adecuados, toda vez que llevamos muchos años escuchando que ha habido una pérdida de los mismos? ¿Puede hablar del fin de la moralidad, tal y como Fukuyama anunció el fin de la historia?

Advertir de que se han perdido los valores es una narrativa muy común, sobre todo en los discursos conservadores de la política y la sociedad. Es cierto que la transición a una sociedad moderna conllevó una pérdida de valores, pero también surgieron otros, como por ejemplo la solidaridad. Creo que se exagera cuando se anuncia la pérdida de valores. Habría que ver qué valores dicen que se han perdido y si estos eran válidos para nuestro tiempo. Hay valores que dejan de ser funcionales en algunas sociedades. Hace años, los valores estaban ligados a la religión, pero al perder peso algunos de esos valores también lo han perdido. ¿Es eso malo? No irremediablemente, simplemente es un cambio. Ahora tenemos otros con los que regirnos, valores ligados a una sociedad más plural, más científica y más diversa. Ahora bien, en cuanto a la cuestión del fin de la moralidad en paralelo al fin de la historia no estoy tan de acuerdo, porque el «fin de la historia» es un concepto nada sencillo. Para empezar, al poco de escribir ese libro, acontecieron los atentados del 11-S, luego la historia todavía tiene cosas importantes que decirnos. Creo que es válido si se aplica a la idea de que, a día de hoy, no hay alternativa posible al capitalismo. Hoy por hoy. De momento, no hemos encontrado alternativas de organización para la sociedad moderna. Pero ¿alguien querría volver a sistemas antiguos, feudales o totalitarios? Creo que nadie querría volver a las formas de vida premodernas.

Uno de los cambios en esa graduación de valores es que se prima la seguridad frente a la libertad, por ejemplo, por no hablar de lo devaluado que quedó el valor moral de la privacidad.

Es cierto, pero no es algo nuevo, lo que pasa es que ha ocurrido a gran escala. Cuando vivíamos en una aldea, en pueblos o en ciudades muy pequeñas, también había un control de las personas: todo el mundo sabía dónde trabajabas, con quién vivías, a quién odiabas… No entregábamos nuestros datos a una multinacional, pero de alguna manera eran expropiados por la comunidad. Las sociedades modernas se han liberado de esa presión, ahora hay mucha más libertad en ese sentido. Es cierto que intercambiamos información y se la entregamos a empresas que nos venden productos, pero no creo que se trate de que haya menos privacidad, sino que ha cambiado la manera de gestionarla; hemos ganado y perdido con este cambio. La gente de las sociedades modernas tiene más oportunidades y libertades que antes. Ahora pagamos más impuestos, pero también tenemos recursos públicos, ayudas, colegios y hospitales públicos. Nuestras sociedades occidentales son menos injustas que antes. Cada sociedad ha de encontrar soluciones diferentes para decidir qué prioriza, si la libertad o la seguridad, y eso depende del contexto, tal como vimos con la pandemia. El equilibrio entre ambos se renegocia y cambia.

«Ahora pagamos más impuestos, pero también tenemos recursos públicos, colegios y hospitales públicos. Nuestras sociedades son menos injustas que antes»

Usted habla del asesinato ritual legal, poniendo como ejemplo a Sócrates, que fue condenado a beber cicuta por haber apoyado a los Treinta Tiranos, que acabaron con la democracia en Atenas. Este caso ejemplifica cómo se sacrifican algunas vidas para asentar determinados regímenes o políticas. ¿El de Bin Laden o el de Sadam Huseín pueden ser considerados como tales?

En una sociedad que crece, la gestión cobra un papel importantísimo. A medida que construíamos estructuras más grandes había mucha gente que se oponía radicalmente al cambio, y se los echaba o se los mataba. Ahora los individuos están más domesticados, son más respetuosos con aquello que no les gusta y el Estado no necesita recurrir a medidas extremas, basta con el castigo. Los comportamientos disidentes o no cooperativos tienen su coste, y eso ya es bastante disuasorio. Toda sociedad tiene alguna manera de sancionar comportamientos antisociales o nocivos, aunque la tendencia global es que sean cada vez menos duras en los castigos y motiven la cooperación. En parte porque, a medida que la sociedad es más diversa, hay muchos comportamientos que dejan de considerarse delitos (beber alcohol, ser homosexual o abortar). En cuanto a los ejemplos que nombras, preferiría no entrara a valorarlos porque son complejos.

¿De qué manera pueden menoscabar la democracia y la moral del sistema las noticias falsas?

Toda sociedad depende de que se comparta información y conocimiento y, cuando lo hace, habrá gente que se beneficiará compartiendo información falsa; no es algo nuevo: a lo largo de la historia siempre ha habido difamaciones, rumores o mentiras deliberadas que favorecían a algunos poderosos y menoscababan a otros. Lo que vemos a día de hoy es una nueva versión de esto a través de las nuevas tecnologías, como las imágenes generadas por inteligencia artificial, que también se pueden utilizar de manera perversa. La IA, por ejemplo, no es capaz de generar las manos de manera creíble y suele colocar seis o cuatro dedos. Gracias a ello, algunos delincuentes compran por Amazon prótesis de silicona para cometer robos. Al revisar las imágenes, aparecen con esas manos extrañas, por lo que las pruebas no siempre son admitidas. Por tanto, siempre hay quien se aprovecha maliciosamente de todo, pero hay que contemplar en su conjunto las cosas, los beneficios y los perjuicios, y ver qué pesa más.

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