Pensamiento

Futuro y vocación según Ortega y Gasset

Una de las premisas fundamentales del filósofo madrileño era que toda nuestra vida estaba orientada al futuro, una realidad que solo se puede llegar a dominar a través de la vocación.

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09
mayo
2024

Considerado uno de los filósofos fundamentales de la España del siglo XX, José Ortega y Gasset habló sobre todo y para todos. Además de poner sobre la mesa conceptos que aún hoy siguen dando de que hablar, como la idea del hombre-masa o la definición del yo en relación a sus circunstancias, Ortega publicó varias reflexiones que han pasado a formar parte de ese repertorio universal que son las «frases célebres». Una de ellas habla sobre la idea de la existencia como perpetuo proyecto: decía Ortega y Gasset que «la vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser».

En la idea del presente como una realidad que choca inevitablemente con el futuro, Ortega veía la vida como una permanente sed de lo que viene: se definió en varios escritos como arquero, nauta y cazador, tres metáforas que siempre refieren la búsqueda de un objetivo que está más allá en el tiempo.

El futuro, del latín futurus, «lo que va a ser», es inevitablemente inalcanzable: en el momento en que lleguemos a él, ya estaremos en el presente. Posee además la cualidad (o la condena) de la incertidumbre, puesto que no podemos saber si lo que la vida nos depara es lo que queremos o lo que necesitamos para convertirnos en ese yo al que aspiramos. Podemos tener la ilusión de que controlamos el futuro, pero solamente controlamos el presente: la circunstancia que ahora mismo conforma al «yo» puede modificarse de un momento a otro, y por tanto cambiar por completo todo nuestro porvenir. Así, el futuro, además de meta, marca todos los pasos de nuestro presente, ya que su forma depende de lo que pase en el ahora.

Ortega y Gasset: «La vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser»

Por otro lado, eso que, según Ortega, constituye no «una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser», no es otra cosa que el deseo, presa inalcanzable por su propia naturaleza volátil. En el momento en que el deseo se logra, pasará a ser otra cosa, no necesariamente mala, pero desde luego no igual al deseo. La idea del deseo como algo que desaparece en cuanto se tiene entre las manos se ha desarrollado desde la Antigüedad, y causa una perpetua frustración (o esperanza) vital, ya que implica que no hay descansos, solo camino. En palabras del filósofo, «no es lograr, porque lo logrado se convierte automáticamente en punto de arranque para un nuevo deseo».

Pero, ¿existe un tipo concreto de deseo que nos mueva hacia el futuro? ¿Se trata del deseo erótico, de la ambición, o de eso que habitualmente llamamos «realizarse»? ¿Cuál es el futuro que todos buscamos, cuál es ese «lo que va a ser» que perseguimos? La felicidad es el futuro último, entendida por Ortega como dedicarnos a aquello que nos llena y que se asimila a nuestra energía vital. La felicidad y la plenitud más total únicamente pueden ir de la mano de una vocación de hacer cosas que se correspondan con lo que encaja en nuestra cosmovisión. Pasar la vida haciendo tiempo, buscando meros entretenimientos, es vivir en paralelo: «vivir es sobrevivir imaginativamente», afirmó el filósofo madrileño, que defendía la creación y la ocupación de uno mismo con un objetivo como base misma de la vida bien aprovechada.

Según los filósofos Rubén Sánchez Muñoz y Cintia Robles Luján, para Ortega «vida es lo que hacemos y lo que nos pasa. […] Tanto las cosas que planeamos, como las que no, nos afectan. En este mundo que le es dado, la persona debe elegir qué quiere hacer con su vida, tiene que elegir qué quiere llegar a ser. Vida es, por ello, quehacer».

La existencia del quehacer no es, sin embargo, garantía de que esa vocación vaya a acabar en buen puerto: ahí está la trampa de la autorrealización, el recoveco que acaban aprovechando los libros de autoayuda y el coaching como arma frente a los desvíos del futuro. El choque frontal entre la realidad y el deseo era para Ortega algo central en su concepción de cómo llevar una buena vida, ya que el no poder seguir nuestra vocación implica a veces la diferencia entre una perpetua frustración y la sensación de pertenencia, de que estamos donde tenemos que estar y somos quienes tenemos que ser.

Para la realización de este deseo último, para que nuestro futuro se corresponda con nuestro ser, existen una serie de factores externos incontrolables, pero también otros que nos corresponden a nosotros mismos y al abismo de nuestras decisiones. «Soy en el más radical ser de mí mismo “vocación”, es decir, soy el llamado a ser esto o lo otro. ¿A qué me llama esa llamada, a qué me invoca y convoca? A una cierta trayectoria vital, por tanto, a un cierto comportamiento en el mundo, a una cierta figura y línea de existencia», explicó Ortega. La conclusión es sencilla de decir, pero difícil de aplicar: futuro y vocación son, ante todo, responsabilidad y fidelidad hacia nosotros mismos.

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