Educación
«Enseñar a usar las pantallas no es lo mismo que usar las pantallas para enseñar»
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COLABORA2024
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Se podría decir que Michel Desmurget no se queda en medias tintas. Su primer libro se titulaba ‘La fábrica de cretinos digitales’ y prometía dejar claros los peligros que suponía la exposición de los niños a las pantallas. Península publica ahora ‘Más libros y menos pantallas’, el libro en el que este neurocientífico aborda todo lo que estamos perdiendo como sociedad y lo que se le está negando a la infancia con la pérdida de la lectura. La infancia está dejando de leer, advierte, y eso tendrá muchas consecuencias. Ha llegado el momento de apagar las pantallas.
Hablamos de la lectura con cifras apocalípticas, pero los últimos números de la Federación de Gremio de Editores dicen que la lectura ha crecido desde la pandemia y que el 64% de los españoles lee por placer, con los adolescentes liderando. ¿Son cifras que te sorprenden o crees –como explicas en tu libro que pasa con las cifras francesas similares– que las cosas no son tan bonitas como las pintan?
Me parece raro. Me gustaría ver los detalles del estudio, a qué llaman leer. Depende qué se cuente, de a qué llamemos leer. En Francia, en estos estudios, un niño que abre un libro de cocina para ver la receta del huevo cocido es un lector. Pero no lo es realmente. De ahí que las cifras me sorprendan mucho, porque van contra todos los grandes estudios nacionales e internacionales. Todo es menos creíble cuando se ven los últimos estudios PISA. Los resultados de España son como los de los países de la OCDE. Si se tuviese un 64 o un 65% de lectores asiduos, no tendríamos un 75% de lectores con un nivel poco más que básico en España.
Quizás mi primera pregunta tendría que haber sido qué es exactamente un lector. Que puede parecer algo simple, pero tras leer tu libro sé que no lo es.
Gadamer decía que un lector es alguien que entiende. Un lector es alguien que entiende y que es capaz de descodificar. A veces reducimos la lectura a simplemente eso. Se dice que los niños aprenden a leer al principio de primaria. En realidad, aprenden a descodificar y un lector no es eso. Si yo quiero jugar al tenis, me darán una raqueta; pero yo no diré que soy Nadal por que la tenga en la mano. Y no es la raqueta la que te convierte en tenista. Lo mismo pasa con la lectura. Se tiende a pensar que, porque somos capaces de hablar, de intercambiar así en lo oral, se es capaz de leer. La respuesta es que no, porque la lectura es casi una segunda lengua. Lo escrito es casi como aprender una lengua nueva. Por tanto, diría que un lector es aquella persona que comprende.
«Los niños leen cada vez menos y la competencia lectora es proporcional al tiempo que se pasa leyendo»
¿Y es en la comprensión donde están los problemas? Porque en el libro hablas de que se está produciendo un cambio histórico; que, si tomamos las cifras de hace medio siglo y las de este momento, podemos ver que la compresión lectora, incluso habiendo más personas capaces de leer, ha caído.
Sí, hay un retroceso del número de lectores. Los estudios independientes y académicos bien hechos muestran que el número de lectores ha caído en 50 años de forma importante. Esta caída es proporcional al aumento del tiempo de pantallas, porque los días no son ampliables. Se sabe que actualmente los adolescentes pasan 7 horas por día delante de las pantallas y los niños de 8 a 10 años unas 5. Ese tiempo hay que sacarlo de algún lugar. Se saca del sueño, de las interacciones con la familia y enormemente de la lectura. Los niños leen cada vez menos y la competencia lectora es proporcional al tiempo que se pasa leyendo. Cuanto más lean, más se convertirán en lectores eficaces. Es como el violín. De un chaval que va a clases de violín los miércoles al mediodía y que no practica en casa no esperamos que se convierta en violinista profesional. Hará ruido toda su vida. Uno que no lee más allá de lo que se le pide en el colegio no se convertirá en lector. En el número de palabras leídas por minuto –se le hace leer a los niños y se verifica que lo comprenden–, la rapidez de un estudiante justo antes de la universidad era de cerca de 240 palabras por minuto en los años 60 y es hoy de 190. Se ha perdido el 20%. Para un texto breve que se leía en 4 minutos, ahora se necesitan 5. También se ha producido una disminución de la complejidad del vocabulario y de la gramática en los libros, los libros infantiles, las canciones o los discursos políticos. Existe una degradación de la complejidad lingüística en todos los dominios. Está ligada a que nuestros niños leen cada vez menos.
Hablas mucho de las pantallas, pero ¿crees que se ha producido también un cambio en la percepción de los libros? Hace un siglo se veía al libro como algo de valor, que mejoraría la vida. Las sociedades obreras todas tenían una biblioteca, por ejemplo. ¿Hemos perdido eso?
Antes, el libro tenía gran valor, se pensaba que era el modo de educarse, especialmente entre las clases desfavorecidas. El libro ha perdido un poco eso. No sé en España, pero en Francia si se quiere insultar a un niño se le llama intello [una manera coloquial de decir intelectual]. Antes era algo positivo. Existen un montón de estereotipos unidos a la lectura y al niño lector. Sí, estoy bastante de acuerdo contigo en este punto de vista. Esta visión del libro positiva es algo que se está perdiendo. Existe un estudio muy interesante que hicieron en una universidad estadounidense importante y en una noruega un poco menos elitista y se dieron cuenta de que los profesores en los últimos 10 años dan menos material para leer, porque los estudiantes comprenden menos. La mitad de los profesores dicen que reemplazan la lectura con audios. Un libro y un vídeo o audio no son la misma cosa en términos de aprendizaje.
«Vivimos en un mundo simplificado, esto se ve en todas partes»
También se conecta con la complejidad de las cosas. Hablabas de discursos políticos, hay estudios sobre las canciones populares. ¿Vivimos en un mundo más simple?
Sí, vivimos en un mundo simplificado, esto se ve en todas partes. La política ha perdido el largo plazo. La complejidad, la capacidad de pensar el mundo y reflexionar, depende mucho de nuestros conocimientos sobre el mundo. Se piensa que no tenemos necesidad de conocimientos porque están en Google, pero es una tontería absoluta porque los conocimientos que nos sirven para pensar deben estar en nuestra mente. Si no, no podemos pensar críticamente, evaluar el mundo. Para ello, están los conocimientos y está la lengua, pero la lengua de los libros. En los libros hay más palabras, más gramática y más complejidad [que en la lengua oral] y esta complejidad y este lenguaje son los del pensamiento. Cuando se deteriora la lengua en el niño, también ocurre lo mismo con los conocimientos generales. Si comparamos a los niños que ven mucho la tele con los que leen mucho, los que leen tienen unos conocimientos generales superiores, pero no solo de cosas que podríamos creer elitistas. Leer nos aporta conocimientos muy concretos sobre la vida y el entorno. Si los perdemos, perdemos nuestra capacidad para pensar de forma crítica. Un estudio de la Universidad de Stanford se preguntaba si los niños comprendían lo que se decía en internet y la respuesta es que les costaba. Tenían las palabras, pero les faltaban los conocimientos del mundo. La conclusión del estudio es que esto es un peligro para la democracia. Se es permeable a las fake news y a informaciones que no se sostienen.
Hablamos de niños, que serán adultos. ¿Cómo nos impactará como sociedad en el futuro y cómo lo hace ahora esta pérdida de capacidad lectora? ¿Hay una conexión con la polarización en la que hoy vivimos? ¿E irá a peor porque la gente no entiende lo que está leyendo? Siendo periodista, a veces al leer los comentarios se siente la frustración de que «no han leído» lo escrito.
Un periodista estadounidense les preguntó a sus colegas «¿cuántos comentarios debo leer antes de desesperarme con el mundo?». Era uno. A menudo la gente no comprende el periódico o lee en diagonal. El mundo es complejo, pero para poder pensar lo que ocurre en él son necesarios los conocimientos. Cuanto más se empobrece el lenguaje de los niños, más se empobrecen los conocimientos. Nuestros niños pierden la capacidad de reflexionar sobre el mundo, lo que muestra bien este estudio de Stanford. Existe una polarización, también un aumento de la intolerancia. Da la impresión de que las nuevas generaciones son más tolerantes, [porque] aceptan mejor todo lo relacionado con la libertad sexual. Pero lo que muestran los estudios es que se está desplomando la tolerancia y la capacidad de comprender los puntos de vista discordantes. Las investigaciones muestran desde los 80 una caída de la empatía, de la capacidad de ponerse en lugar del otro. Creo que el hundimiento de la lectura, pero también de la educación, es un problema real. Pero, bueno, había políticos en Francia que decían que, de todos modos, se necesitaban de un 5 a un 10% de individuos inteligentes. Para lo demás, no eran oficios que necesitasen gente inteligente; para hacer hamburguesas o ayudar a los ancianos en los hospitales. Esta idea existió durante bastante tiempo y era un poco la de Un mundo feliz. Cuando se analiza la economía, se ve que es algo completamente idiota. Quizás existe una esperanza, una toma de conciencia, porque los estudios muestran que el desarrollo económico de un país no depende de la inteligencia del 5% más listo, sino del nivel de educación medio. Los estudios PISA –no solo de España sino los principales países de la OCDE– muestran que se han descolgado a nivel intelectual en comparación con los países líderes: China, Japón, Singapur o Taiwán. Se han descolgado tanto que necesariamente habrá un gran salto económico. No pueden volverse una especie de país del tercer mundo intelectual. No sé si es un poco exagerado como fórmula, pero no tengo la impresión de que estemos lejos. Hay un coste para cada niño, pero hay un coste para todos colectivamente.
«El desarrollo económico de un país no depende de la inteligencia del 5% más listo, sino del nivel de educación medio»
Se habla de los últimos 40-50 años, ¿existe también una conexión entre el neoliberalismo económico de estas décadas y esta pérdida cultural? Porque si no hay un sistema público educativo tampoco habrá esos niños lectores.
Sí, creo que a partir del momento en el que se ve la educación en términos de usos concretos que puede tener, que se piensa la educación en términos de cuántos fontaneros, médicos y panaderos necesitamos… Antes se pensaba una educación humanista que no iba de crear fontaneros, panaderos y médicos, sino de crear ciudadanos. Es importante. Y sí, estamos perdiendo eso. Ahora hablamos de saber hacer. Creo que era Nuncio Ordine quien hablaba en una de sus obras de la utilidad inútil de la literatura y es una expresión magnífica. No tiene un efecto concreto, pero nos vuelve más inteligentes y aptos para pensar sobre todo lo que nos rodea.
Volviendo a las pantallas, ¿no hay ningún beneficio en ellas?
Depende de que a se llame pantalla. Hay evidentemente un uso positivo. Nadie puede decir que no hay beneficios. Yo las utilizo en mi trabajo. La cuestión no es saber qué podrían hacer los niños en ese ideal un poco fantasioso de que utilizan sus pantallas para buscar información. Leen Guerra y paz y buscan la batalla de Waterloo. No tendrías ningún problema [con eso]. Salvo que la realidad no es esa. Todos los estudios nos muestran que cuando se ponen pantallas en manos de los niños, no las utilizan para lo que se querría que las utilizasen. Las usan para lo que es peor en desarrollo: ver vídeos o series, videojuegos, redes sociales. La cuestión no es lo que podrían hacer, sino lo que hacen. Existe un estudio catalán sobre lo que se llama One laptop, one child. Les habían dado tabletas a niños desfavorecidos diciendo que les ayudarían en el colegio. Eran tabletas supuestamente llenas de programas educativos. Lo que se vio es que habían hecho bajar las notas en todas las asignaturas, porque los niños no las habían usado para trabajar o buscar información, sino para ver series y vídeos. Evidentemente, se podrían usar bien, pero el hecho es que son muy adictivas.
Cuando Suecia anunció que –más o menos– dejaba las pantallas, un experto me comentaba que hacer un apagón total de tecnología dejaba fuera a los niños de familias más desfavorecidas.
No sé quién era tu experto. Me parece que no fue muy sincero contigo. Hay dos cosas. Suecia ha dado marcha atrás con las pantallas. Es muy interesante porque tenían a expertos en educación como el tuyo que les dijeron lo mismo y tenían al cuerpo médico que decía que había que parar porque las pantallas tenían un efecto perjudicial. La ministra de Educación de entonces desautorizó a sus expertos en educación para seguir al cuerpo médico. El otro punto es que creo que tu experto no ha sido justo, porque nadie dice que es necesario quitar todas las pantallas. Si es para usarlas para informática, para buscar información, nadie te dirá que no están bien. La cuestión sería a qué edad. Enseñar a usar las pantallas no es lo mismo que usar las pantallas para enseñar. De hecho, lo que supone un problema no es enseñar informática a los niños, es que no se logra contratar profesores y hay que poner algo delante de los alumnos. Como no hay profesores, las pantallas son mejores que nada. Todos los estudios demuestran que un profesor competente siempre es mejor que todas las pantallas que le podamos dar a los niños.
«La lectura nos vuelve más inteligentes y tiene efectos sobre los conocimientos, la creatividad, la imaginación y nuestra capacidad de escritura»
¿Es necesario entonces volver al libro?
Sí, es lo que ha hecho Suecia, volver al libro de papel. Hay varias razones para hacerlo. De entrada, la lectura. No conozco ninguna otra actividad que tenga un impacto tan profundo y universal tan importante en la vida de un niño como la lectura. Si queremos cambiar su vida en todos los aspectos, no hay nada mejor. Es lo que aporta más con menos inversión. Nos decían al principio que [lo digital] era más ecológico. Los estudios recientes dicen que no es verdad. Las tabletas hay que fabricarlas y cargarlas. Si se leen más de 50 libros al año, puede que haya un beneficio, pero gente que lee 50 libros al año no son masas. Y el libro de papel se lo dejo a mi vecino. El argumento ecológico no se sostiene. Hay un argumento de comprensión. Cuando el texto es muy simple, leer en un e-reader o en papel es lo mismo, pero cuando el texto se complica, se entiende mejor en papel, porque nos concentramos mejor. Cuando coges un libro tiene un espesor. El cerebro trata la información espacial del libro y es más fácil recordar y desplazarse [por ella]. En un e-reader es un caos. No hay unidad y no sabes dónde estás. El tiempo, gracias a la forma del libro, se vuelve algo concreto. Hay una marca de tiempo, que es el número de páginas o la relación entre los personajes. Se va a comprender mejor un libro en papel que un libro electrónico.
¿Y se puede recuperar lo perdido? ¿Se puede hacer un cambio y recuperar lo que esos niños no han aprendido?
Sí, es necesario volver a poner la lectura en el corazón del sistema y limitar el tiempo de pantallas. Lo que es tranquilizador es que se está produciendo una toma de consciencia sobre este tema. Los medios, la gente, empiezan a interesarse por ello, porque se dan cuenta de que hay un problema. Lo que es inquietante es que los estudios muestran que ahora los profesores no son lectores y tienen déficits de lenguaje. En Francia hay investigaciones que señalan que hay muchos profesores que no leen y que tienen muchos problemas a la hora de transmitir el gusto por la lectura. Es necesario que la gente comprenda que la lectura, cuando se dice que es importante, es porque nos vuelve más inteligentes y tiene efectos sobre los conocimientos, la creatividad, la imaginación y nuestra capacidad de escritura. Los libros son el único lugar en el que te vas a meter en la cabeza de los personajes. Cuando veo a Madame Bovary en la pantalla no me parece buena gente, pero cuando la leo puedo comprender por qué hace lo que hace. Los libros aumentan nuestra inteligencia social y comprendemos mejor a los demás con este mecanismo.
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