Energía
¿Son las renovables realmente la fuente de energía más barata?
Existen diversos mitos alrededor de cuánto cuestan las energías renovables en comparación con las fuentes de energía tradicionales. Desmentir algunos de ellos y mirar las circunstancias desde datos concretos es fundamental para el control de expectativas y el tránsito hacia la sostenibilidad.
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Como en todo nuevo sector naciente, existen muchos mitos acerca de las capacidades reales de las energías renovables. Algunos las alaban como la solución a todos los problemas, mientras para otros son el origen de diversos males. Los extremos, sin embargo, no han sido nunca fiables, y es necesario analizar críticamente y contrastar la información que encontramos para poder hacer afirmaciones tajantes como que una fuente es mejor o más barata que la otra.
Lo primero que hay que afirmar cuando hablamos de energías renovables es que no hay un solo tipo de energía renovable, sino muchas, y que el centro de nuestra atención debe estar en el adjetivo de esta composición de palabras: renovable. Si bien existen consensos mercantiles y académicos sobre este vocablo, garantizar la renovación completa de este tipo de energía y reducir sus impactos ambientales a cero son uno de los grandes retos del siglo XXI.
Existen muchos mitos acerca de las energías renovables. Desmentir algunos de ellos y aportar datos concretos es fundamental para nivelar nuestras expectativas y comprender que, si bien hay grandes preguntas sobre la crisis climática, no existen grandes respuestas.
Primero, barato a nivel económico no es barato a nivel holístico. Cuando calculamos el coste de las cosas no solemos ir mucho más allá de lo económico, pero la palabra «barato» ya no es lo que era: si una cosa cuesta una pequeña inversión económica pero tiene costos catastróficos y sociales a nivel global ya no puede considerarse barata. Sin embargo, hay sectores como la construcción de infraestructura para las energías renovables que, a pesar de requerir una gran inversión inicial y mucha innovación científica, van a resultar más baratos tanto económicamente como ambientalmente en el largo plazo.
Por ejemplo, el precio de la electricidad generada con energía solar ha bajado casi un 90% en 10 años, un 60% en el caso de la eólica, debido a la mejora de la eficiencia, la reducción de los costes y la mayor escala de producción. Por lo tanto, nos encontramos en un momento de ajuste en el que las innovaciones renovables se están adaptando a los precios del mercado, y la forma tradicional de organización energética se está transformando hacia un nuevo paradigma de producción y consumo.
El precio de la electricidad generada con energía solar ha bajado casi un 90% en 10 años
Segundo, caro hoy puede significar barato mañana. En el campo de la inversión, la investigación y el desarrollo esta es una máxima muy clara, pero no todos los sectores económicos coinciden. La crisis climática ha evidenciado la necesidad de repensar la forma en que hacemos las cosas, y ha forzado a muchas empresas energéticas a abrirse a las nuevas innovaciones de este mercado. Así, mientras antes veíamos a muchas empresas aferrarse a sus modelos tradicionales, ahora son inducidas a renovarse o morir.
Pero puede que haya gato encerrado en esta tesitura: si innovar, investigar y adaptarse a los nuevos tiempos es una cuestión cara, solamente serán las empresas que puedan permitirse esta inversión las que tomarán iniciativa en esta dirección; un hecho que refrendará a las emergentes a triunfar y evitará una apertura del mercado a menores productores u alternativas productivas. Por tanto, la transición energética debe ser regulada para que no sea cara para quienes no puedan pagar y su resultado pueda ser a un coste justo para todos.
Tercero, barato también significa sostenible, bueno, seguro. Otro aspecto que también tiene que ver con el precio de las energías renovables es el aspecto de la seguridad, sostenibilidad y bondades de su ciclo de vida. Si bien existen debates sobre el impacto de las renovables que están ocupando gran parte de la actualidad política y periodística, si algo es indudable es que los costes socioambientales de producción de las renovables son mucho menores que en el caso de las fuentes de energía tradicionales.
Las renovables presentan ratios mucho menores de riesgo de accidentes con explosiones o incendios, y no producen tantos contaminantes como otras fuentes de producción mucho menos respetuosas con el medio ambiente. Además, las grandes perspectivas de futuro y la constante innovación en sus áreas de estudio permiten un perfeccionamiento y adaptación que las fuentes tradicionales no habían ni soñado.
No todo es maravilloso en el mundo de las renovables, y es cierto que las grandes inversiones tecnológicas y de capital pueden hacer que solamente unos pocos puedan transitar hacia un sistema sostenible, renovable, eficiente y justo. Es responsabilidad de cómo se gobierne y de qué prioridades se establezcan para decidir quién va a pagar la fiesta. Mientras tanto, si algo podemos afirmar, es que, en el largo plazo y tomando como escenario a todo el planeta, sin duda las renovables son y serán las fuentes de energía más baratas para el mundo.
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