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«Se habla bastante más del cambio climático, pero no marca agenda, ni discurso, ni voto»

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Con la rigurosidad que muestra en su popular perfil de Twitter (tiene más de 21.000 seguidores), el doctor en Ingeniería Química y revisor experto del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, Eloy Sanz, aclara en primer lugar, antes de comenzar la entrevista, que no participa en la redacción de estos informes y anima a que cualquier persona apasionada por este tema, si además se dedica a ellos de alguna forma, puede sumarse al grupo de revisores. «Acción» y «aprendizaje» son dos conceptos que definen a este profesor de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) que en el instituto, cuenta, ya forraba sus carpetas con símbolos ecologistas.

El 20 de marzo, el IPCC publicó su último informe de evaluación sobre el punto en el que nos encontramos y las medidas a tomar. Tras años de estudios, advertencias y recomendaciones, los datos siguen augurando predicciones poco alentadoras. ¿A qué se debe esto? 

Estos últimos informes del IPCC del último ciclo nos van repitiendo la información que ya recogían los anteriores, solo que la seguridad de que el cambio climático está ocurriendo y, sobre todo, está causado por el ser humano (no por fuentes naturales) es cada vez mayor. Por primera vez en la historia, el IPCC utiliza la palabra «inequívoco». 

Es decir, no tiene ninguna duda de que el cambio climático está causado por el ser humano. Nuestra influencia es en torno al 100% o incluso algo superior. Es decir, sin el ser humano la temperatura sería igual que antes de la era industrial o incluso un poquito menor. 

¿Acaso no hemos avanzado lo suficiente?

Muy poquito. Si miramos únicamente a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), lo que tenemos son unas 30.000 millones de toneladas emitidas en el año 2000, y en 2020, 40.000 millones. Lejos de disminuir, hemos aumentado aproximadamente un 30% las emisiones en ese periodo. Con lo cual, efectivamente, vamos mal. 

«Por primera vez en la historia el IPCC utiliza la palabra ‘inequívoco’»

Por ponerle el punto positivo, también es verdad que en la última década, sobre todo las emisiones que cada año vamos poniendo en la atmósfera de este tipo de gases, se están estabilizando, dejan de aumentar. 

Pese a estos datos, los expertos del IPCC aún confían en una «ventana de oportunidad» abierta para atenuar las graves consecuencias de seguir como hasta ahora. ¿Dónde ve usted la mayor esperanza? 

Es verdad que el IPCC siempre habla de «una ventana de oportunidad que se está cerrando». Lo podría comparar con dejar de fumar: por muchos años que hayas fumado, si lo dejas siempre te va a venir bien. ¿Eso quiere decir que no vas a tener consecuencias por todo lo que has hecho en tu historia? Ni mucho menos. 

Vamos viendo aumentos de temperatura que ya son inevitables, como la subida de 1,1 grados que ya tenemos aquí. Se habla de que para 2100 (suponiendo que parase el aumento de temperatura), podríamos estar hablando de al menos 3,2 grados. Los 1,5 grados del Acuerdo de París ya están prácticamente perdidos. ¿Quiere decir algo? No, porque estas son metas casi psicológicas. Después de 1,5 grados el objetivo es 1,51, y luego 1,52. Lo que se suele decir es que cada décima de grado cuenta. 

Por cada medio grado de aumento de temperatura, sí está demostrado que los efectos en el ecosistema, en la salud, o a nivel económico, son significativamente diferentes. 

En España y Europa, especialmente con el inicio de la guerra en Ucrania, se han multiplicado los proyectos renovables. ¿Cómo ayuda la transición energética en el camino de la descarbonización de la UE? 

Muchísimo. Porque lo que estamos viendo con estas medidas que se han tomado a raíz de la guerra en Ucrania es que realmente Europa ha apretado el acelerador en muchos frentes: en instalación de energías renovables, disminución del consumo de combustibles fósiles, en aislamiento de viviendas, en electrificación y bombas de calor, etc.

«Sin el ser humano, la temperatura sería igual que antes de la era industrial o incluso un poquito menor»

¿Se están tomando las acciones al ritmo adecuado?

No. Siempre van muy lentas. Demasiado lentas respecto a lo que deberían ir. Podríamos concretar que se están haciendo las cosas en la buena dirección pero no todo lo rápido que se debiera.

Estrechamente ligado a la revolución renovable, encontramos la electrificación de sectores como el del transporte o el industrial. ¿Qué potencial tiene este proceso? 

Si miramos a los usos de la energía (industrias, calefacciones o transporte), suponen aproximadamente tres cuartas partes de los GEI que estamos emitiendo en todos los procesos que necesitan energía, y esta viene mayoritariamente de combustibles fósiles. Tenemos muchas estrategias para reducir estas emisiones. En el IPCC se cuantifica que las dos estrategias con mayor potencial y menor coste son la implementación de solar fotovoltaica y eólica. 

Pero es que luego, si miramos solo a la electrificación (desde el lado de la demanda), en este caso podemos reducir hasta un 60% o un 70% adicional las emisiones que se están considerando en el rango base.

¿Qué retos hay por delante?

La implementación de renovables tiene unas resistencias tecnológicas: si queremos tener un modelo energético fundamentalmente renovable no basta solo con instalar solar o eólica. Necesitamos potenciar el almacenamiento y unas redes de distribución más nodales. Y eso es mucho dinero con inversiones ya no tan rentables. De hecho, hemos llegado al punto de que estamos empezando a ver vertidos renovables. El exceso de generación renovable era algo esperable, pero no podemos dejar que pasen tres, cuatro o cinco años más sin empezar a poner soluciones por la parte del almacenamiento y de unas redes más robustas y ramificadas. También tenemos algunos retos sociales. Como todo proceso que llega a estar en el mainstream, empieza a enfrentar cierta oposición y tiene detractores. Algunos que dicen barbaridades y otros que dicen cosas muy sensatas.

«No basta solo con instalar solar o eólica. Necesitamos potenciar el almacenamiento y unas redes de distribución más nodales»

De entre los mensajes que ha lanzado en algunas de sus entrevistas está el protagonismo que le da al autoconsumo solar. ¿Cómo valora la implantación de esta práctica en España?

En España el autoconsumo estuvo bastante limitado en años pasados, pero desde hace tres o cuatro años está disparado. En 2021 duplicamos la cantidad que teníamos instalada y en 2022 nos pasó exactamente lo mismo. Esto es una buenísima noticia. Estamos viendo un aumento espectacular, pero no olvidemos que es un crecimiento potencial que no se puede mantener durante muchos años. En la hoja de ruta del autoconsumo, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico planteaba hasta 9.000 MW para 2030. Con los que se instalen este año rondaremos los 8.000 MW. El objetivo que había planteado el Gobierno para 2030 lo conseguimos en el 2025 con casi total seguridad. 

Pero nos siguen haciendo falta ayudas regulatorias para potenciar más las comunidades energéticas; ampliar el radio de acción de esa comunidad energética por encima de los dos kilómetros; dar ciertas facilidades para que la gente pueda instalar autoconsumo en tejados, por ejemplo, en segundas residencias. 

¿Qué puede hacer la ciudadanía para ayudar a impulsar la transición energética y ecológica?

Esta pregunta, que parece sencilla, ha dado lugar a muchísimos debates. Aquí entran en juego quienes defienden que debemos potenciar acciones individuales, y quienes defienden que las acciones individuales son totalmente inútiles y tenemos que buscar acciones colectivas. Yo en realidad creo que las dos son interesantes: ser conscientes de nuestra importancia relativamente pequeña (pero ahí está) a nivel individual, y de nuestra gran capacidad de actuación a nivel colectivo.

«Las dos estrategias con mayor potencial y menor coste para reducir emisiones son la solar fotovoltaica y la eólica»

Como bien sabe, estamos en año electoral. ¿Percibe un mayor protagonismo del cambio climático en el discurso de los partidos en las distintas campañas municipales, autonómicas y generales? 

Creo que se habla bastante más, pero no marca agenda, ni discurso, ni voto. Lo que se percibe es que no hay ese interés clave de la ciudadanía por cuestiones climáticas o energéticas, al menos, no tanto como para decidir su voto o para exigir a sus representantes ciertas cosas. Lo único que sí veo más a nivel de calle (y va por rachas) son los efectos directos: cuando tengamos olas de calor este verano, que ojalá que no, en ese momento la gente va a estar muy preocupada por el cambio climático. Pero luego se nos olvida. 

¿Cómo acercaría estos problemas reales a nivel social?

A la ciudadanía hay que darle, primero, información de lo que está pasando. Sí, oyen «cambio climático» cada vez más, pero las tertulias de la tarde van de este tema una vez al año, cuando sale el informe del IPCC. Y a partir de ahí es hablarle a la gente de las cosas que le preocupan. Hay temas candentes: el precio de la energía aquí a todo el mundo le importa. Lo de la crisis energética creo que ha sido, desde la guerra en Ucrania, el punto en el que todos los espectros ideológicos coinciden. Tenemos una energía cara y contaminante. Si tienes un partido de izquierdas y a tu ciudadanía le vendes que vas a poner una energía más limpia; o si tienes un partido más liberal, de derechas, y le vendes que tus casas o empresas están pagando una energía muy cara y con las renovables es más barata, en ambos casos, te lo van a comprar.

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