Cultura

El amor, un pensamiento muy vivo

María Zambrano afrontó el amor desde la filosofía. Para la pensadora, es un pensamiento vivo, como aborda desde la poética.

Fotografía de la imagen

Wikimedia Commons
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12
mayo
2023

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María Zambrano es una autora que no gozó de verdadero renombre en su juventud y que, a pesar de ser su valor y memoria recuperadas en su vejez y tras su muerte, quizás no halla sido del todo reconocida como merece. En ella hallamos el concepto de razón poética, una forma de entender la razón muy propia de la primera mitad del siglo XX.

Su concepción de la razón como tal definida es perceptible en su propia obra y forma de escribir. Al leerla comprobamos que se expresa por vía de una filosofía poética, como si sus palabras irradiasen y se desdoblasen en significados ambiguos y sus textos fuesen símbolos que encierran una significación más rica y ambivalente que la de las palabras normalmente empleadas. Su obra se asemeja, en ese sentido, a la de otros autores algo más mayores que ella como Oswald Spengler o Virginia Woolf. En todos ellos nos topamos con una forma de razón poética, aunque poética en distintos grados de intensidad.

En este tipo de escritura trata de alcanzarse la expresión de un significado que va más allá de la unilateralidad del tradicional discurso racional. Como el jazz o el expresionismo abstracto en pintura, la razón poética de Zambrano es hija de su tiempo y trata de expresar algo por medio de una representación aparentemente difusa. Se trata de dilucidar un conocimiento que ha de ser hallado en una amalgama de sensaciones, impresiones e intuiciones. Sin ser pura poesía, su filosofía ha de ser escudriñada y contemplada de modo indirecto por vía de una representación semi-poética.

Sin ser pura poesía, su filosofía ha de ser escudriñada y contemplada de modo indirecto por vía de una representación semi-poética

En este sentido, su obra es precursora o antecesora del cine de David Lynch. Según este director de cine, su obra ha de ser entendida como lo es la música. Sabemos comprender una canción, pero no explicar su significado. Pues algo semejante ocurre con la razón poética de Zambrano. Hay que entender que su filosofía surge en un momento en que la razón y el progreso humanos parecen haber fracasado; en que la filosofía irracionalista de Nietzsche triunfa a nivel mundial; en que la guerra y la razón instrumental han desencadenado formas de destrucción inauditas hasta la fecha. Zambrano fue discípula de Ortega y Gasset, quien, a su vez –como casi todo filósofo de su época–, fue discípulo y deudor de Nietzsche y sus posiciones dionisiacas.

Como Lynch, de nuevo, Zambrano trata de sintetizar el concepto de razón con su supuesto antagonista natural, la poesía. Y, al igual que la meditación trascendental –de la que Lynch, es también célebre defensor–, aspira a hibridar ambos hemisferios cerebrales, haciéndolos operar al unísono. La idea sería lograr que la lógica, la matemática, el pensamiento lineal, conceptual, etc, (propio del hemisferio izquierdo) se conjugasen con la imaginación, el pensamiento holístico, la intuición, lo no verbal (propio del hemisferio derecho). La razón poética sería un modo de abarcar más, de llegar a descubrir los depósitos de conocimiento a los que una razón científica o académica jamás tendrían acceso.

Naturalmente, la razón poética no es una herramienta nueva. Filósofos presocráticos como Parménides o Heráclito, junto con otros sabios griegos, ya aspiraban a conocer la realidad por medio de la poesía, la lírica u otras inspiraciones literarias. Habla Zambrano del amor como un pensamiento muy vivo. Una idea que choca y cuadra con lo antedicho, con el hecho de que haga del amor un pensamiento, de nuevo, sintetizando supuestos contrarios: el amor como sentimiento y el pensamiento como ratio o logos. El amor sería, al menos en el imaginario colectivo moderno, un sentimiento que contradice los postulados del entendimiento, de la razón.

De hecho, en Freud, por ejemplo, el amor no tendría nada que ver con el conocimiento, sino todo lo contrario (algo de lo que habla en su obra Psicoanálisis del arte para comprender las patologías psicológicas que a su juicio padecería Leonardo da Vinci). En María Zambrano, sin embargo, el amor sería un pensamiento particularmente vivo, es decir, que habría una continuidad entre contrarios, que mutarían el uno en el otro si los recorriésemos de principio a fin. En este sentido, su filosofía parece también asemejarse a ciertos planteamientos orientales, a teorías dialécticas como la del yin y el yang. A su vez, sus ideas podrían también contar con resonancias del irracionalismo junguiano, autor que, como otros de los ya mencionados, habitó un mismo zeitgeist con la filósofa malagueña; un mismo paradigma de conocimiento filosófico que servía de vehículo a gran parte del pensamiento de esa primera mitad del siglo XX.

En María Zambrano lo tradicionalmente irracional contiene una sabiduría exacta, y es en el corazón y en el amor dónde ha de ser hallado el verdadero entendimiento; idea que estima como previa a una modernidad que todo lo instrumentaliza y degrada en un marco discursivo unilineal particularmente estrecho de miras. En ella, el conocimiento es algo mucho más rico, que ha de ser obtenido por caminos no trillados, desviados del itinerario que señala el moderno concepto de razón.

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