Claves para construir una ciudad más habitable

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Raquel C. Pico

@raquelpico

Járkov es todavía una ciudad en guerra, pero su Ayuntamiento ya está pensando qué hará con sus calles cuando la normalidad vuelva. El arquitecto Norman Foster es uno de los nombres más reconocibles de un equipo multidisciplinar que trabaja junto con el consistorio para diseñar la nueva urbe. Y cómo será la Járkov del mañana resulta especialmente interesante por un motivo: sus líneas maestras están conectadas con muchos de los retos de las ciudades del futuro y la necesidad de hacerlas más habitables. Recuperar el río, llenar las calles de bicicletas eléctricas o humanizar los espacios son algunas de las claves de las que hablan ahora en los medios sus diseñadores.

Mejorar el futuro de las ciudades resulta fundamental para asegurar el porvenir del propio planeta: según datos de la ONU, el 54% de la población mundial ya vive en áreas urbanas. En 2050, será el 66%. Las urbes deben ser capaces de asumir este aumento de población sin por ello lastrar más los recursos.

Uno de los grandes retos estará en la movilidad: ya en 2019, McKinsey adelantaba que gestionar los desplazamientos sería una de las grandes obsesiones urbanas. A más población, más coches y más tiempo en trayectos. Los sistemas inteligentes de control de tráfico de las smart cities serán esenciales, pero también la remodelación de los sistemas de transporte público –fundamentales para reducir las emisiones– y el trabajo en la llamada «última milla», donde entra todo ese impulso de las bicicletas y de la peatonalización, algo que es importante no solo para los flujos de tráfico, sino también para la salud de la ciudadanía o para la circulación de productos y servicios en la era del e-commerce.

El 54% de la población mundial vive en áreas urbanas, pero en 2050, la cifra llegará hasta el 66%

Igualmente, estas complicaciones se solucionarían con una reinvención más profunda de la ciudad. Es ahí donde emerge el modelo de la «ciudad de los 15 minutos», que plantea urbes en las que sus habitantes puedan encontrar todo aquello que necesitan sin tener que ir a la otra punta. La idea no es exactamente nueva: ya se pueden encontrar ecos de estos conceptos en las ciudades ideales del siglo XIX y también en cómo operaban las localidades de tamaño mediano, como la mayoría de las capitales de provincia.

La movilidad es crucial, pero también lo es la naturaleza. Los retos del cambio climático han obligado a replantearse su papel urbano. En un futuro en el que las temperaturas escalarán y el clima se volverá más extremo, la naturaleza se perfila como una vía para crear los cada vez más necesarios refugios climáticos. Además, la pandemia ha mostrado hasta qué punto se necesita: mientras estaban confinados, los españoles soñaban con árboles y jardines.

La pandemia fue un test de estrés para las ciudades y demostró la importancia de la resiliencia urbana. Como apunta un análisis de Deloitte, mientras que el resto del mundo estaba sumido en el caos, la vida en Singapur era bastante normal porque contaba ya con una infraestructura urbana orientada a la salud y la higiene, creada tras el brote de gripe A de 2009. Singapur es también un ejemplo de cómo atajar la soledad, ese fenómeno que tanto preocupa en las metrópolis del futuro. Como señala Eric Klinenberg en Palacios del pueblo (Capitán Swing), se ha diseñado tanto la ciudad como sus espacios potenciando la multigeneracionalidad y la interacción entre la gente.