Un momento...
Nueva York no es la única ciudad que nunca duerme. Al igual que otras grandes capitales, Madrid también se ha ganado ese título por ser una ciudad donde siempre hay algo que hacer. Su concentración de actividades culturales, comerciales y de entretenimiento la convierten en un lugar en el que, aprovechando su oferta, es imposible aburrirse. Pero el reto de las grandes metrópolis de hoy va más allá de la actividad continua: consiste en encontrar un modelo sostenible capaz de incluir a todas las personas, en un mundo en el que, según la ONU, aproximadamente el 55% de la población vive en ciudades. Se espera que esta proporción vaya en aumento hasta aproximadamente el 68 % en 2050.
Una de las respuestas a este reto pasa por algo tan simple —y tan complejo— como tener todo cerca. Vivir en un barrio en el que se pueda trabajar, hacer la compra, ir al médico o al colegio sin salir del entorno inmediato. Este enfoque recupera la esencia de la ciudad mediterránea tradicional, donde la vida transcurre en la calle, el comercio y los servicios se entrelazan con las viviendas y el día a día se desarrolla a pie. Es un modelo que favorece la convivencia, la proximidad y el dinamismo social, en el que la diversidad de usos mantiene los barrios activos y conectados.
La mezcla de funciones urbanas evita la segregación, promueve ciudades más compactas y accesibles, reduce desplazamientos y fomenta el contacto social, devolviendo la escala humana incluso a zonas concebidas inicialmente como áreas exclusivas de trabajo.
En esa línea, Madrid avanza hacia un urbanismo que combine vitalidad y sostenibilidad, con barrios en los que sea posible hacer todo cerca de casa. El proyecto Madrid Nuevo Norte responde a esta perspectiva para transformar el entorno urbano y hacerlo más habitable, conectado y diverso, equilibrando la energía de una gran capital con los retos que marcan la agenda urbana actual, tanto a nivel local como global.

Madrid Nuevo Norte representa uno de los proyectos de regeneración urbana más relevantes de Europa. Abarca 5,6 kilómetros de largo por uno de ancho: se extiende desde Plaza de Castilla hasta la M-40 y conecta la ciudad con el Monte de El Pardo. Este gran proyecto convertirá terrenos en desuso en un nuevo barrio con 10.500 viviendas, un distrito de negocios, instalaciones públicas como colegios, centros de salud y espacios culturales, grandes zonas verdes y pasarelas para moverse a pie o en bici. Uno de sus pilares será el transporte público: se planea la renovación integral de la estación de Chamartín–Clara Campoamor, la construcción de una nueva línea de Metro y trabajos de refuerzo de la intermodalidad para reducir la dependencia del coche privado.
Una iniciativa de tal magnitud solo puede ser viable a través de una buena colaboración y coordinación entre instituciones y empresas, y con una estrategia urbana coherente con las necesidades de la gente y con la agenda global y local.
Uno de los aspectos fundamentales para garantizar el éxito del proyecto será asegurar el acceso a la vivienda y prevenir que se agraven las desigualdades existentes. El plan contempla un total de 10.500 nuevas unidades, de las cuales el Ayuntamiento de Madrid gestionará el 38% –unas 4.000–, destinándolas, tanto en régimen protegido como libre, a sus políticas para facilitar que más personas puedan acceder a un hogar. De este modo, una de las claves del proyecto es contribuir a algo tan importante y urgente como el acceso a la vivienda.
Madrid Nuevo Norte también incorporará un centro de negocios diseñado para que la capital pueda competir con las grandes ciudades del mundo a la hora de atraer empresas, inversiones y talento. A diferencia de otros modelos, este distrito se integrará en el tejido urbano para alejarse del modelo de «ciudades dormitorio» y de los barrios de oficinas que se quedan vacíos al caer la tarde.
En paralelo, el comercio de proximidad también tendrá una importancia clave en el área. Dinamizará la economía local y generará empleo y al mismo tiempo reforzará la cohesión vecinal y activará la vida de barrio. El 90% de las manzanas, tanto residenciales como de oficinas, incorporará locales en planta baja, la mayoría con un máximo de 2.500 metros cuadrados para favorecer el pequeño y mediano comercio. Tiendas, cafeterías y servicios esenciales a escasos metros de viviendas y lugares de trabajo impulsarán un uso cotidiano y vivo del espacio público.

¿Cómo integrar la naturaleza en un espacio urbano con tanta actividad ciudadana y económica? La clave está en que las zonas verdes no sean un añadido, sino parte estructural de los barrios. El plan contempla 400.000 metros cuadrados de parques y jardines con especies adaptadas al clima y a las condiciones hídricas locales para crear un ecosistema capaz de refrescar el ambiente y fomentar la biodiversidad.
Entre las actuaciones más relevantes está la creación de un eje verde de tres kilómetros que prolongará el histórico recorrido Prado–Recoletos–Castellana y unirá la ciudad con el Monte de El Pardo. Este corredor, transitable a pie o en bicicleta, conectará con la red actual de parques urbanos y regionales. Otro espacio destacado será un gran parque central de 13 hectáreas, concebido como un pulmón verde para quienes viven y trabajan en la zona. El parque contará con el Jardín del Viento, una estructura en espiral cubierta de vegetación que generará su propio microclima. Todo ello mejorará el paisaje y la calidad del aire, al tiempo que ofrecerá espacios para el deporte, el descanso y la vida de barrio.
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