Ciudades

Grandes ciudades que saben luchar contra la contaminación

Construir megalópolis verdes es un paso sustancial a la hora de afrontar el cambio climático. Repasamos las medidas que han tomado algunas de las grandes urbes para encaminarse hacia un futuro sostenible.

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15
diciembre
2020

Contra la emergencia climática, la humanidad está mirando hacia las grandes ciudades. En diez años, según las estimaciones de Naciones Unidas, habrá 43 megaciudades con más de 10 millones de habitantes, la mayor parte ubicadas en territorios en vías de desarrollo. Y, en 2050, dos tercios de la población mundial vivirá en una ciudad. El reto del crecimiento poblacional y el desarrollo urbano se hace más grande por momentos, evidenciando que hacen falta urbes verdes si queremos garantizar la seguridad de las sociedades de un futuro que ya no es tan lejano.

La ciencia lleva años –incluso antes de la firma del Acuerdo de París– urgiendo a las ciudades una reducción drástica de sus emisiones y una planificación urbanística verde más justa e inclusiva que ponga a los ciudadanos en el centro, apostando por más carriles bici, una mayor eficiencia energética de edificios, la eliminación de la pobreza energética o el fomento del transporte público. Cada urbe es única y necesita una planificación adaptada a sus límites y posibilidades. El informe Cities A List 2020, realizado por la organización sin ánimo de lucro CDP, ha aprobado este año con sobresaliente alto en objetivos medioambientales a un total de 88 ciudades en el mundo, el doble que en 2015. A pocas semanas de terminar el año, realizamos un pequeño repaso internacional por aquellas que están implementando medidas eficaces en materia de sostenibilidad.

Lisboa y Lahti, las ciudades que más han cambiado

La capital portuguesa ha conseguido hacerse con el premio European Green Capitals 2020, otorgado por la Comisión Europea, por «hacer grandes esfuerzos a la hora de cimentar la estrategia sostenible de la ciudad y buscar el bienestar de sus ciudadanos, demostrando que la protección del medio ambiente y el crecimiento económico pueden ir de la mano sin problema», en palabras de la propia Comisión. Lisboa ha sido reconocida por su sistema de bicicletas inaugurado en 2017, que incluye dos tercios de la flota completamente eléctrica para fomentar el uso en las zonas con más desnivel de la ciudad, y por instalar hasta 516 puntos de carga de coches eléctricos a lo largo y ancho del plano urbano. Además, el ayuntamiento ha añadido sus zonas verdes al corredor de Vale de Alcantara, que conecta lugares como el parque Monsanto y el río Tajo con carriles-bici y zonas peatonales que acercan la naturaleza a la ciudadanía, un aspecto esencial en las ciudades verdes ideales.

Lisboa demuestra que protección del medio ambiente y crecimiento económico van de la mano

La Comisión Europea también ha entregado ya la nueva edición de este premio y, esta vez, la ganadora ha sido la ciudad de Lahti (Finlandia). Con una población de 119.968 habitantes y muy industrializada, ha conseguido afrontar retos como la eutrofización del lago Vesjärvi y la dependencia de vehículos privados. Para ello ha invertido más de 100 millones de euros en trabajos de colaboración con investigadores universitarios, residentes, compañías locales e instituciones para mejorar la condición del lago y construir nuevos carriles-bici, además de áreas peatonales más extensas. La ciudad recibió matrícula de honor en la calidad del aire, gestión de residuos, crecimiento verde y ecoinnovación.

París, la ciudad de los 15 minutos

Hay seis aspectos que hacen feliz a un habitante de la ciudad, tal y como indica Carlos Moreno, profesor en la Universidad de París, que son «habitar con dignidad, buenas condiciones de empleo, capacidad para ahorrar, bienestar, educación y ocio». La pandemia no ha hecho más que ahondar en estos aspectos, ya que está obligando a repensar el planeamiento urbanístico desde un enfoque más social que priorice los espacios verdes y la posibilidad de moverse de la forma más sostenible –y, en este contexto, la más segura– que existe: caminar. La capital francesa, de la mano de la alcaldesa Hidalgo, ha introducido la ciudad de los 15 minutos, un modelo urbano en el que tanto los puestos de trabajo como las escuelas, los hospitales, las zonas de ocio y otras actividades se encuentren a una distancia de 15 minutos a pie desde casa. Además de reducir las emisiones, esta planificación fomenta el acceso equitativo tanto a puestos de trabajo como a servicios, al ubicar a todos los ciudadanos a la misma distancia, reduciendo ciertas brechas sociales –como la del automóvil o la económica– que, paradójicamente, alejaban cada vez más a la población con escasos recursos económicos de las oportunidades de la ciudad.

parís ciudades contaminación

París también está convirtiéndose en todo un ejemplo de sostenibilidad al marcar objetivos muy específicos para migrar hacia una ciudad más peatonal, quitando espacio a los vehículos para dárselo a los peatones. Entre los planes se incluye recurrir a espacios públicos para usos múltiples. Por ejemplo, los patios de los colegios podrían utilizarse en horas no lectivas para eventos deportivos o actividades de ocio. Además de seguir trabajando en la distribución urbanística en supermanzanas –células urbanas conectadas entre sí– para aumentar los espacios verdes y reducir así la contaminación o invertir 350 millones de euros durante el próximo quinquenio. La meta es, en palabras de la propia alcaldesa, que en cuatro años «el 100% de las calles de París sean ciclistas o tengan corredores para bicicletas». Cabe recordar que la capital gala añadió a sus 700 kilómetros de carriles bici otros 50 más temporales para responder al coronavirus y ahora los ha hecho permanentes, convirtiendo la rue de Rivole –análoga a la Gran Vía madrileña– en un eje abierto para las bicicletas y un límite de vehículos autorizados.

Copenhague y Estocolmo, en los primeros puestos

La capital danesa apunta maneras para convertirse en la ciudad más sostenible de Europa, según el European Green City Index. Partiendo de la base de que los edificios de Dinamarca están calificados como unos de los más eficientes del mundo –con un consumo de tan solo 554 megajulios por metro cuadrado–, Copenhague quiere que el 10% de sus reducciones en dióxido de carbono provenga de proyectos de renovación energética, proyectando la reforma de todos los edificios públicos para conseguir las etiquetas más altas de eficiencia. De hecho, su ayuntamiento ha lanzado dos proyectos de barrios neutros en emisiones, como el distrito Amager Faelled, al sur de la ciudad, que tendrá un total de 300.000 metros cuadrados compuestos por edificios de bajo consumo energético que se alimenten de redes de energía renovable y transporte verde.

En cuanto a Estocolmo, más de la mitad de la electricidad que se consume en la ciudad es verde. El objetivo de la capital sueca, como parte del Stockholm Climate Act, a largo plazo es alcanzar la neutralidad en 2050 para lo que, además de estar invirtiendo en promover el uso de coches híbridos y de biofuel, ha comenzado a trabajar en el puerto de la ciudad con el objetivo de que en 2030 sea completamente independiente de combustibles fósiles.

Río de Janeiro, el centro del debate mundial sobre urbanismo y sostenibilidad

A finales de 2019, Río de Janeiro fue nombrada capital mundial de la arquitectura de la Unesco.  «Río es una fusión admirable entre naturaleza y cultura», destacó por entonces el subdirector general para Cultura de la Unesco, Ernesto Ottone. «Es un ejemplo logrado de revitalización del centro histórico urbano, de un espacio público abierto a todos», aseguró. El reconocimiento no llega de forma arbitraria: frente a los problemas de pérdida de espacios naturales, contaminación y zonas de viviendas deficientes, la tercera ciudad más grande de Latinoamérica ha tomado en los últimos años numerosas medidas en sostenibilidad y eficiencia energética.

El programa Green Favela busca la rehabilitación justa y verde en las zonas más empobrecidas de Río

Río está en el camino hacia la neutralidad de emisiones en 2050, pero comenzó su viaje hace más de una década cuando, con el objetivo final de crear una megalópolis verde e inteligente, instaló un centro operativo con más de 30 instituciones locales para observar todo lo que ocurre en la ciudad y reducir el tiempo de respuesta a emergencias en un 30%. Adicionalmente, se instalaron GPS en más de 8.800 autobuses y vehículos municipales para hacer seguimiento del tráfico y los atascos y se lanzaron dos líneas de autobuses rápidos –TransOeste (56 km) y TransCarioca (39 km)–, que equivalen a 126 coches y han resultado en una caída del 38% de emisiones en esas zonas. También, como parte del plan de reducción de emisiones, Río busca convertirse en la capital de la bicicleta. Para conseguirlo, ha desarrollado más de 300 km de carriles-bici a lo largo y ancho de la ciudad, construyendo la segunda mayor infraestructura ciclista en América Latina.

Uno de los aspectos más interesantes del recién estrenado camino hacia la sostenibilidad de la capital carioca es la implicación de los propios habitantes en las zonas más empobrecidas, donde las instituciones locales tienden a prestar menos atención. Hace una década, un vecino llamado Mauro Quintanilha desbrozó un basurero en su favela con la idea de convertirlo en un parque ecológico. Su iniciativa dio un giro con la cumbre de la ONU para el Desarrollo Sostenible Rio+20 y la visita de delegaciones extranjeras, y se convirtió en el programa Green Favela, un proyecto que busca alcanzar una rehabilitación justa y verde en las zonas más empobrecidas y que cuenta con la participación de numerosos expertos en urbanismo, agronomía y seguridad alimentaria además de voluntarios, familias, oenegés, colegios y el propio Gobierno. Ahora, además de limpiar el aire de la favela, el jardín de Quintanilha acoge a numerosas especies animales y produce más de 700 kilos de fruta y verdura para el vecindario. Sirve así de ejemplo para el desarrollo de otros proyectos de transformación verde que permitan acatar de forma transversal los problemas de la capital carioca y los retos medioambientales a los que se enfrentan todas las ciudades del mundo.

río de janeiro

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