Ciudades

«Ir a una oficina a una hora de tu casa para estar detrás del ordenador no tiene ningún sentido»

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WRI Ross Center for Sustainable Cities
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30
marzo
2023

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El autor del concepto de la llamada «ciudad de los 15 minutos» rechaza la idea de que las ciudades estén divididas en lugares de trabajo, vivienda y ocio. Carlos Moreno, profesor de la Universidad de París IAE-Panteón Sorbona, en Francia, apuesta porque el ciudadano pueda comprar, divertirse, trabajar o ir al médico en un radio de 15 minutos. No solo por comodidad: también para impulsar las relaciones sociales y luchar contra el cambio climático. Para su sorpresa, esta teoría ha acabado siendo centro de bulos que lo han comparado con ‘Los juegos del hambre’. Hablamos con él sobre el futuro urbano.


En su idea de la ciudad de los 15 minutos, cada ciudadano debería tener en ese radio de tiempo una vivienda, el trabajo, tiendas para hacer la compra, educación, salud y ocio. No obstante, ¿no es el trabajo lo más difícil de conseguir a 15 minutos de casa? 

Hemos aceptado esta idea de los años cuarenta de la Carta de Atenas de Le Corbusier, donde la ciudad que tiene éxito es la ciudad que va rápido y va lejos. Hemos creado un acto constructivo, generalizado, de lugares de trabajo alejados cada vez más de lugares habitables, y hemos perdido toda noción del tiempo útil y de sociabilidad. Nos hemos convertido en esclavos de un productivismo basado en el sentido de un tiempo que desapareció en su rol individual y familiar y que lo hemos dedicado completamente al trabajo, hasta el punto en que aquellos que no tienen trabajo son considerados como parias de la sociedad. La llegada de la pandemia se tradujo en que para continuar el acto productivo había que encontrar la manera de trabajar, en este caso a distancia. Una nueva manera de trabajar no solamente porque se puede digitalizar, sino porque ir de tu casa hasta una torre corporativa a una hora de distancia para estar detrás del ordenador no tiene ningún sentido. Si tengo que ir a un lugar con una hora de desplazamiento, tiene que valer la pena, porque estoy aportando un valor añadido. Para estar detrás de un ordenador prefiero estar en mi casa, en un café y aprovechar ese tiempo útil para hacer otra cosa. Y cuando se analizan hoy en día, en marzo de 2023, dos años después del final de la covid-19 y un año de guerra en Ucrania, con la crisis energética de materias primas y la inflación, se observa que finalmente no ha habido traumas en nuestra capacidad productiva por el hecho de trabajar a distancia. Y que la gente joven de 20 a 40 años plebiscita totalmente el cambiar a un modo híbrido de manera de trabajar entre la presencia física, cuando es necesario, y a distancia cuando no es necesario. Hay una reflexión profunda no solamente sobre el trabajo, sino sobre el sentido del trabajo y la importancia del tiempo útil para utilizarlo de manera personal y familiar. Estamos ante una sociabilidad que no pasa por estar en un lugar cinco días por semana. 

«No se trata solamente de la proximidad del trabajo, sino también de tener una respuesta sistémica frente al cambio climático»

Pero parece que el teletrabajo no se está imponiendo como pensábamos tras la covid-19.

Lo que hoy en día es una realidad para el continente europeo es que lo que ha seguido a la covid-19 y la guerra en Ucrania es una interrogación sobre la validez de un modelo presencial al 100%. He visto las estadísticas de Madrid y Barcelona recientemente, y aunque haya una resistencia de un cierto sector empresarial para volver a retomar el camino de antes de la covid-19, se ha creado una situación nueva que es una fuente de transformación realmente profunda y que, además, va a ser completada con las nuevas fuentes de transformación que el mundo digital ofrece. Hace días estaba discutiendo con mis colegas españoles que trabajan en la economía desmaterializada, que es el fundamento hoy en día de la economía europea, y me estaban comentando el impacto, por ejemplo, de la inteligencia artificial y de los motores como ChatGPT en la producción de informes y en la producción de documentación para el trabajo. Y cuando tú combinas el efecto de la covid-19, las decisiones tomadas por ejecutivos de reducción de presencia física en las oficinas y el impacto de ChatGPT para producir informes, estás comprendiendo que los próximos cinco años, desde ahora hasta 2030, van a ser un remezón profundo en la manera de trabajar. La ciudad de los 15 minutos es una respuesta holística a una crisis holística. No se trata solamente de la proximidad del trabajo, sino también de tener una respuesta sistémica frente al cambio climático. Menos desplazamientos obligados constituye menos CO2 obligado; [es un modelo] más verde, con más agua y más y mejor aire, pero también con más empleo local, más compras locales, más médicos de proximidad, más educación, más cultura y más intelectualismo. Y mejores espacios públicos que holísticamente nos permitan ser resilientes frente al clima. 

En su libro dice que para conseguir la ciudad de los 15 minutos hay que darle uso a edificios públicos que están dos tercios del tiempo vacíos. Habla de colegios, por ejemplo, que podrían ser centros sociales. Cuénteme algún ejemplo más. 

Muchísimos. Hoy en día lo que se necesita es liberar la imaginación para dar rienda suelta a nuevos modelos económicos y de uso de esas superficies que hoy en día son muy mal utilizadas. El promedio de utilización de un edificio en perfecto estado –y que cuesta dinero en su mantenimiento permanentemente– es de un 40%. O sea que un edificio está más de la mitad del tiempo cerrado porque tiene una sola función. Es el monofuncionalismo heredado desde la Carta de Atenas de Le Corbusier y el business model de todos los que han estado ligados al acto constructivo, como los promotores inmobiliarios, que han hecho su dinero y sus ganancias ofreciendo superficies y actos constructivos cada vez más lejos y cada vez más especializados. Es muy fácil comprender que abrir una escuela los fines de semana consiste simplemente en usar una llave para liberar el candado, lo que permite entrar a ese espacio. Y es un espacio del vecindario, es un común urbano, y el incremento de valor para que sea ocupado correctamente es mínimo frente al retorno de inversión social que representa abrirlo a las comunidades de vecinos. Pero esto es válido también en los sectores privados, que ya lo han tomado como nuevo business model. Muchas cadenas de hoteles, por ejemplo, se transforman en salas de reuniones. O una discoteca: es muy simple convertirla en una sala de deporte musical con disciplinas como zumba. Hay muchísimas fuentes de transformación que solamente necesitan un poco de imaginación.

¿La ciudad de los 15 minutos es algo novedoso o no deja de ser un nuevo impulso a la vida de barrio de hace décadas que se había acabado perdiendo?

Hace décadas, las proximidades eran solamente proximidades métricas; es decir, de distancia. Y hoy en día, en el 2023, tenemos proximidades que son generadas digitalmente, con usos digitales de la medicina y la educación. Crear plataformas que creen conexión entre la gente, unir tu barrio al mundo entero, poder hacer un curso de inglés, español o francés de tu barrio y discutir con gente que esté en Inglaterra, Estados Unidos, Francia o Brasil. Esa hibridación hace que te dé acceso a una visión del mundo mucho más amplia que la que tendrías si estuvieras aislado en tu barrio, sin tener conocimiento de lo que pasa en el resto del mundo.

«Es la búsqueda de una proximidad que nos permita ser resilientes frente al clima, disminuir nuestros desplazamientos que nos quitan tiempo y nos cortan de nuestra vida»

No puedo dejar de preguntarle por los bulos que se han generado alrededor de la ciudad de los 15 minutos, a la que han comparado con Los juegos del hambre, con la imposibilidad de salir de cada distrito. ¿Se esperaba esta reacción?

Es una total sorpresa que hayan tomado esto, que es un tema de urbanismo delicado, como una fuente conspiratoria mundial al mismo tiempo que el cambio climático o la covid-19. Hay una frase que ha sido atribuida a Albert Einstein, aunque realmente la frase original no fue suya: «Hay dos cosas que están en permanente expansión: el universo y la estupidez humana. En cuanto a la del universo, no estoy completamente seguro». Nada tendría que haber llevado a que una medida banal de restricción del tráfico circulatorio en grandes ejes en una pequeña ciudad como Oxford, intelectual y universitaria, se convirtiera en un bulo mundial.

¿Será París la primera ciudad en conseguir la ciudad de los 15 minutos? También están en ese camino ciudades como Milán o Busan, en Corea del Sur.

Aquí no hay ninguna competencia, así como tampoco ninguna carrera acerca de quién será el más rápido y el que llegue mejor. Este es un concepto teórico. Yo soy un investigador, no soy miembro de ninguna alcaldía, ni miembro de ninguna organización que me dé más o menos premios en función del número de ciudades que lo han obtenido. Cada cual lo adapta a su ciudad y a su territorio a su manera, y lo debe de hacer para que sea compatible con una cierta realidad. Anna Hidalgo, la alcaldesa de París, lo ha convertido efectivamente en un baluarte muy importante, al igual que el alcalde de Milán. También Roma, Bolonia, Buenos Aires… En fin, yo pienso que la ciudad de 15 minutos es en sí misma una trayectoria, una higiene de vida y un proyecto urbano. Es una manera de transformar nuestras vidas. Es la búsqueda de una proximidad que nos permita ser resilientes frente al clima, disminuir nuestros desplazamientos que nos quitan tiempo y nos cortan de nuestra vida con nuestra familia, hijos, vecinos.

¿Qué tiene usted a 15 minutos de su casa?

Tengo el gran placer de vivir en París intramuros, donde tienes realmente muchísimos servicios. Lo que me parecería más indispensable es poder tener más lugares multifuncionales. Hay todavía mucho lugar muy especializado, y se necesita que estos metros cuadrados que me rodean sirvan para cada vez muchas más cosas. Y hoy en día el multifuncionalismo, el uso intensivo de las superficies, es algo que nos falta mucho. Cuando se produce, causa cambios muy grandes en nuestra manera de funcionar. Y también hace falta un espacio público con menos autos y con más presencia humana y con más servicios culturales.

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