Medio Ambiente

¿Qué es un paraíso climático?

Ante la emergencia climática, algunas zonas comienzan a proponerse como «paraísos climáticos». Pero todas las ciudades han de trabajar para prepararse ante los cambios de temperatura y otras condiciones meteorológicas extremas.

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04
marzo
2024

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Cuando se escucha hablar de un «paraíso climático» es habitual pensar en una especie de edén. Un lugar inexistente donde no hace ni frío ni calor, donde no llueve, pero todo está verde. Desde hace siglos, los seres humanos se han adaptado a todo tipo de medios, poblando incluso lugares improbables debido a sus extremas temperaturas y condiciones adversas. Fantaseando mientras tanto, eso sí, con días soleados y noches frescas.

Evidentemente no existe un clima «perfecto», pero sí que hay condiciones meteorológicas mucho más ventajosas que otras para el ser humano. Así, la Organización Mundial de la Salud indica que la temperatura externa óptima para el confort de las personas se sitúa entre los 18 y los 24 grados. A partir de los 40 ºC el ritmo metabólico se incrementa en exceso y el organismo comienza a funcionar peor, algo que se relaciona con problemas cardíacos y respiratorios. En caso de que haya altos niveles de humedad, esto se comienza a notar incluso a partir de los 35 ºC. También la exposición al frío es peligrosa para las personas y puede llegar a provocar cuadros de hipotermia y congelación, y debilitar el sistema inmunológico, quedando por lo tanto más desprotegidos ante infecciones víricas y bacterianas. Estos efectos se aprecian cuando el termómetro baja por debajo de los 8 ºC.

Aunque no se usa la expresión paraíso climático, sí que se suele decir que España cuenta con muchas zonas con un clima privilegiado. Especialmente en la costa, donde se encuentran numerosos microclimas caracterizados por las suaves temperaturas. Pero con el cambio climático y la subida generalizada de las temperaturas también contiene muchos lugares en riesgo de desertización. Basta con recordar las olas de calor continuadas del pasado verano para imaginar un «infierno climático». La temperatura media anual en España ha subido 1,5 ºC en los últimos 50 años y las perspectivas de cara al futuro no son halagüeñas. Según datos de AEMET, la previsión es que a finales del siglo XXI las temperaturas máximas en verano hayan subido entre 3,4 y 6,7 grados, y las máximas en invierno entre 2,1 y 4. Además, la duración de las olas de calor irá aumentando progresivamente, y las precipitaciones medias anuales se podrían reducir entre un 10 y un 27%.

Durante los próximos años cada vez más gente se verá obligada a migrar para buscar refugio climático en nuevos lugares

En este contexto, que además no es exclusivo de España, ni mucho menos, la expresión «paraíso climático» adquiere nuevas connotaciones. Las investigadoras estadounidenses Anna Marandi y Kelly Leilani Main denominarían así a las zonas promocionadas como refugios naturales frente a condiciones climáticas extremas. Tras analizar las ciudades de Estados Unidos afectadas por patrones de migración climática, observaron que había ciudades vulnerables que perdían población, ciudades receptoras que acogían esa población sin estar preparadas para ello y ciudades que buscaban posicionarse como «paraísos climáticos» a través de la planificación. Algunos ejemplos son Búfalo (Nueva York), Cleveland (Ohio) o Duluth (Minnesota), quienes han aprovechado así sus veranos templados y las infraestructuras existentes infrautilizadas tras la pérdida de población con el cierre de sus industrias a partir de los años 70.

No es una cuestión menor. Los datos de la Fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes) muestran que en 2016, más de 18 millones de personas de todo el mundo tuvieron que desplazarse debido a desastres naturales relacionados con el cambio climático, y 1,3 millones de personas por la sequía. Teniendo en cuenta que la mayor parte de la población vive en ciudades, y que las ciudades son las que más causan y las que más sufren el calentamiento global, está claro que durante los próximos años cada vez más gente se verá obligada a migrar para buscar refugio climático en nuevos lugares.

Para hacer frente a esto, también es necesario que las poblaciones afectadas directamente por la subida de las temperaturas se preparen para poder asegurar la salud de sus ciudadanos a medida que el calor vaya aumentando, así como otros fenómenos extremos relacionados. Para empezar, es necesario crear «ciudades verdes» que combatan, a través del diseño, el efecto isla de calor. Áreas urbanas diseñadas y planificadas de manera sostenible, prestando especial atención al cuidado del entorno natural, a la disminución de los niveles de contaminación y a la edificación bioclimática.

Algo aparentemente tan sencillo como incrementar el número de árboles plantados en las ciudades tiene un impacto directo sobre el bienestar de sus habitantes y también contribuye a regular la temperatura de las mismas. No es la única ventaja. Según recoge la ONU, un árbol maduro puede absorber 150 kg de gases contaminantes por año, mejorando la calidad del aire y reduciendo la contaminación en el ambiente. Además, los árboles también regulan el flujo del agua, ayudando a prevenir inundaciones. Sin olvidar que, a través de su ubicación estratégica, pueden enfriar el aire entre 2 y 9 grados centígrados. Si en la ciudad cada árbol cuenta, más beneficiosos aún son los bosques urbanos, zonas verdes que, a diferencia de los parques, dan mayor importancia a la naturaleza preexistente en esa área y a la conservación de la biodiversidad. Estas zonas, pueden servir además como un refugio climático accesible los días en los que el calor aprieta.

Debemos actuar para que todos los lugares sean suficientemente seguros para sus habitantes a pesar del aumento de amenazas climáticas

Otro mecanismo clave para que las ciudades se protejan y ralenticen el cambio climático es lo que se conoce como arquitectura verde: una forma de proyectar las edificaciones, y las ciudades, teniendo en cuenta la sostenibilidad y el medio ambiente. La construcción de viviendas eficientes energéticamente, el uso de energías renovables en edificios públicos, los sistemas de residuo cero, favorecer nuevos modelos de movilidad o conceptos como la ciudad de 15 minutos son fundamentales para minimizar la emergencia climática. También soluciones de ingeniería como puede ser el pavimento permeable, que permiten la infiltración del agua de lluvia a través del suelo y su almacenamiento para posterior uso. Sin olvidar la importancia de crear una red de refugios climáticos, espacios que protejan a las personas del exceso de calor, frío, de la escasez de agua o de otras condiciones extremas.

Aunque son muchas las ciudades que comienzan a repensar el modelo urbano, los pasos que se dan son tímidos, y la situación, urgente. Los paraísos climáticos no deben ser una quimera, ni un destino lejano, sino que debemos actuar para que todos los lugares sean suficientemente seguros para sus habitantes a pesar del aumento de amenazas climáticas.

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